Encarnita Polo sobrevivía con una pensión de 900 euros y el día en que no pudo cantarle "Paco, Paco, Paco" a Franco
La trágica muerte de Encarnita Polo en su residencia ha conmocionado el mundo cultural y social, pese a llevar largo tiempo retirada.
Una antigua copla que popularizó Concha Piquer, "Paco, Paco, Paco" le sirvió a Encarnita Polo para enderezar su entonces alicaída carrera musical, en los primeros años 70, al igual que su versión de "Pepa Bandera". Ambas piezas llevaban, en la voz de esta artista sevillana, unos arreglos modernos dentro de lo que entonces dio en denominarse "flamenco pop", que no era ni muy acertado ni tampoco cierto. Porque de flamenco, poquísimo; aflamencado sería el término más preciso. Y antes que Encarnita ya se habían pronunciado en esa línea Dolores Vargas y Rosa Morena.
Pero lo indiscutible es que Encarnita Polo logró que sus dos citadas versiones se escucharan durante varias temporadas en la radio y la televisión. Los originales arreglos de su marido, un gran músico y compositor (el argentino Adolfo Wáitzman) fueron la base de aquel inusitado éxito, que con el tiempo acabaron siendo imprescindibles en el repertorio de Encarnita.
"Paco, Paco, Paco" se compuso a ritmo de sevillanas y se conocía por otro título, que tenía que ver con la letra: "Los Siete Niños". Era como se conocía a unos bandoleros de Écija allá por el siglo XVIII. Lo de "Paco..." venía por su significado popular: francotiradores, quienes se enfrentaban a las tropas del Rey, cuyo sonido al emplear las armas venían a traducirse en ese repetido nombre, como tableteado.
Cada 18 de julio, aniversario del comienzo de la guerra civil española, el general Franco presidía una fiesta de gala para los miembros de su Gobierno, el Cuerpo Diplomático y gran número de autoridades españolas de la vida social. Se celebraba en los Jardines de La Granja de San Ildefonso, provincia de Segovia. Actuaban artistas populares españoles, sobre todo los del ámbito folclórico, que tanto gustaban al entonces Jefe del Estado. Encarnita Polo fue invitada un año, aquel en el que estaban de moda sus ya mentadas versiones musicales. Pero una de las dos no pudo interpretarlas porque, el día de los ensayos, el Jefe de la Casa Civil de Su Excelencia, Fernando Fuertes de Villavicencio, se acercó a la artista, precaviéndole: "¿No irás a cantar "Paco, Paco, Paco", verdad?" Y Encarnita, que no se había dado cuenta que el nombre familiar de Franco era ése, precisamente (derivación familiar y popular de Francisco), no tuvo más remedio que sustituir la pieza por otra. Con Franco, nada de bromas.
Tal vez a él no le hubiera importado escuchar esa copla, que la conocería, quizás. Pero los que le protegían en cargos importantes nunca se arriesgaban a ser objeto de alguna reprimenda. O pérdida de privilegios. Más franquistas que el propio General. Ocurre también en el Vaticano con los más papistas.
Una familia humilde y un divorcio
Nacida en Sevilla, su padre era oficial pastelero y no la dejaba dedicarse al cante. Murió cuando aquella contaba doce años. A partir de entonces, ella, que formaba parte de una familia de ocho hermanos, trató de ayudar a su madre, que había quedado al enviudar en una preocupante situación económica. Y cuando pudo se fue a vivir a Barcelona, donde desarrolló en la década de los 60 su carrera de cantante, sólo que en el género ye-yé, que se decía entonces: las canciones rítmicas y festivaleras de actualidad. Lo del flamenco-pop ya lo interpretó en los 70.
Se casó con Adolfo Wáitzman en 1969, tuvieron una hija, Raquel, pero el matrimonio naufragó porque ese magnífico músico era un mujeriego de cuidado y le puso cornamenta a Encarnita con una conocida coreógrafa de Televisión Española. Y en 1978 se divorciaron. Desde entonces la vida fue muy dura para ella: "Si me casé con él, equivocadamente desde luego, sería porque estaba necesitada de un hombre a mi lado. Era un bohemio, y aunque yo estaba enamorada, me engañó. Murió estando ya muy enfermo y yo… estoy aquí, todavía viva" me confesaba Encarnita, con su habitual sinceridad.
Esa y otras reflexiones las hacía en mi presencia Encarnita, condensando su vida: "He sido tonta siempre porque no supe aprovechar las ocasiones que se me presentaron". No detalla la cantante de qué tipo: imaginamos que tanto en lo artístico pero sobre todo lo personal e íntimo. Pasó apuros en los últimos tiempos. Preocupada por la educación de su única hija, vio satisfechos sus anhelos cuando concluyó ésta la carrera de Derecho.
En asuntos económicos, Encarnita Polo tuvo que recurrir más de una vez, siguiendo los consejos de una cliente especial de la institución, Lola Flores, al Monte de Piedad, para empeñar sus joyas. El piso en el que vivía con su ex-marido en Madrid en el barrio de Chamberí, le fue arrebatado tras un contencioso del que cree fue injustamente perjudicada. Para colmo, años después, los ahorros que tenía depositados en la Caixa los perdió en aquella operación conocida como "de las preferentes". Afortunadamente pudo recuperar el equivalente en euros de cuatro millones de pesetas. Las desgracias a veces nunca llegan solas y afrontó un feo asunto de salud cuando le diagnosticaron que padecía cáncer de mama. No se libró del susto, aunque tiempo después quedó aliviada al diagnosticársele que no era necesario extirparle el pecho.
Ya no la contrataban como cantante. Me la encontraba más de una vez en un autobús. Simpática pero desanimada. Decidió irse a vivir a Ávila, donde vive su hija, ya casada, madre de un hijo veinteañero, que estudiaba en Suiza. Y allí, en la mentada capital de las murallas, Encarna algo aburrida, veía pasar los días recordando el tiempo en el que nos alegraba con su "Paco, Paco, Paco", que, por cierto, tuvo en 2009 una inesperada difusión mundial, consecuencia de que un admirador suyo incluyó en YouTube la versión de Encarnita como fondo de un vídeo de Beyoncé y un par de bailarinas, correspondientes a la canción "Single ladies (Put A Ring On It)". Fue como una especie de resurrección musical de la artista sevillana, con tres millones de reproducciones el vídeo en la web. Pero sin recibir por ello ni un céntimo.
Encarnita Polo vivía de los recuerdos, ya sin ninguna actividad artística o social, aunque se fue adaptando a los aconteceres de una capital de provincia donde, como es sabido, el tiempo tiene otra dimensión. Como era muy simpática y habladora, se comunicaba amablemente con los abulenses o cualquiera de los visitantes a tan histórica y bella ciudad amurallada, cuando todavía le pedían autógrafos o "selfies". Mantuvo su popularidad aunque sus días de gloria pertenecieran a un lejano ayer. En lo práctico, para sobrevivir, la mantenía económicamente una pensión de novecientos euros. Se ayudaba con los pocos ahorros que le quedaban y desde luego con la constante ayuda y protección de su hija, con quien siempre estuvo muy unida.
La recordaré siempre, me unió a ella una amistad de muchos años, y por encima de su condición artística tan vocacional, resalto su sencillez y espontaneidad con todo aquel que la tratara.
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