Esa España que no fue gris: arte y cultura durante el franquismo
Franco era un asiduo espectador con un buen puñado de artistas de su predilección.
Francisco Franco Bahamonde, general de los Ejércitos y Jefe del Estado, no se significó con el teatro, aunque algo más con el cine y sus protagonistas. Era asiduo telespectador a través de uno de los primeros aparatos que se fabricaron en España, sobre todo no se perdía encuentros de fútbol de nuestra Selección Nacional. Su trato con los protagonistas de esos medios culturales y difusión ocurría una vez al año, en la Granja de San Ildefonso (Segovia), en el aniversario del 18 de julio, fecha del estallido de la guerra civil. Actuaban artistas del momento a los que, al final de la velada, saludaba más o menos fríamente, salvo con unos, muy pocos, de su predilección; aquellos que fueron identificados como vinculados al franquismo.
Se sabe poco de las aficiones de Franco antes de aquella "contienda incivil", pues sus biografías sólo se interesan por su meteórica carrera militar hasta alcanzar, muy joven, el generalato. Pero nos permitimos recordar un testimonio cinematográfico, la película La malcasada, rodada en 1926, dirigida por Francisco Gómez Hidalgo, en la que el entonces general, de treinta y tres años, departe durante una comida con varios comensales, invitados en la casa del escritor Natalio Rivas. Escena en la que, sin sonido (el sonoro sabido es no se conoció en España hasta cerca de 1930), se ve a Francisco Franco a la izquierda de la imagen, muy delgado, riendo a carcajada limpia, como nunca se le vería después en público rompiendo su habitual seriedad.
Aquellas imágenes apenas duraban unos pocos minutos. Franco departía con personajes de relieve, como el entonces coronel Millán Astray, fundador de la Legión, el general Miguel Primo de Rivera y algunos intelectuales, caso de Valle-Inclán. En adelante, ya después de la guerra, Franco fue asiduo protagonista de muchos pasajes como Jefe del Estado en el obligado No-Do en todos los cines españoles. Y en 1964, para conmemorar los llamados XXV años de paz, apareció en la película hagiográfica "Franco, ese hombre", dirigida por José Luís Sáenz de Heredia, primo carnal del Fundador de la Falange.
Nunca asistió a ninguna función de teatro en esa época como Jefe de Estado. Sí que estaba, más o menos al corriente, de estrenos cinematográficos, sobre todo de películas españolas. A poco de terminar la contienda civil fue guionista de un filme titulado Raza, firmado con el seudónimo de Jaime de Andrade. Distinguió siempre a sus protagonistas, Alfredo Mayo, José Nieto y Ana Mariscal, con la felicitación por sus interpretaciones durante una recepción, invitados al Palacio del Pardo, donde en una salita estaba dispuesta una sala de proyección. Franco estaba acompañado en esas habituales sesiones por su esposa, algún familiar o especiales asistentes. Las películas, a veces antes de estrenarse, se las proporcionaban desde la Dirección General de Cinematografía.
Obviamente siempre había un responsable de esos envíos aunque ya la censura se ocupaba de prohibir escenas o argumentos escabrosos. Aunque alguna vez resultaba que Franco se permitía opinar, por ejemplo en alguna película de Luis García Berlanga, observaciones nada favorables, teniéndolo como un provocador. Al general le emocionaban las historias llevadas a la pantalla de héroes defensores de la patria, del pasado o el presente. O las de argumentos religiosos. Nunca se puso en duda su catolicismo, presidía procesiones bajo palio. Sentimientos que no le impedían firmar sentencias de muerte.
Recepciones en La Granja
Cada 18 de julio, en pleno verano, el Jefe del Estado reunía al Cuerpo Diplomático acreditado en España, al Gobierno en pleno, e invitados pertenecientes a distintos círculos sociales, a una recepción en el Palacio de la Granja donde presenciaban un espectáculo de artistas generalmente folclóricos, de la copla, el flamenco y el género lírico. Además de un número siempre de coros y danzas, o representaciones de música clásica española, nunca fallaban las actuaciones de artistas populares. Eran convocados por el Jefe de su Casa Civil, un militar apellidado Villavicencio. Ninguno se atrevió jamás a negarse, salvo Concha Piquer.
Sólo en una ocasión accedió a actuar ante Franco en esa celebración conmemorativa del triunfo tras la guerra. Le regalaron, por cierto, un broche de diamantes. Pero no cumplió con un ritual de esa fiesta. Le dijeron, tras cantar algunas de sus coplas, que tenía que ir a saludar a Franco, como el resto de los artistas, vestida tal y como había actuado. Al enviado por Villavicencio le dijo: "La artista se ha quedado en el escenario y ahora soy una persona normal". Y no cumplimentó al general. Con su carácter insobornable que mantuvo en vida, otro año se negó a acudir de nuevo al Palacio de la Granja de San Ildefonso, diciendo que ese día tenía actuación con su compañía en el madrileño teatro Calderón, y que no tenía inconveniente en ceder la recaudación de esa fecha si la casa de Su Excelencia la aceptaba para obras benéficas. En vista de su actitud, intolerable para las autoridades franquistas, le quitaron el pasaporte en dos ocasiones.
En cambio, su máxima rival, Juanita Reina, sí que no se perdió ninguna de las recepciones de cada 18 de julio. Porque Franco era un gran admirador suyo. La propia artista me contó cuanto sigue: "Canté para Franco durante quince años, la primera vez en el Palacio de Oriente y alguna vez en el del Pardo. Solía detenerse unos minutos cuando llegaba ante mí en la fila de los artistas, diciéndome; "Te seguimos, Juanita, te seguimos". Yo me emocionaba y me ponía a llorar. Su esposa, doña Carmen, era muy cariñosa conmigo y cuando me casé me envió una pieza única de catálogo como regalo. Decían que yo me parecía, físicamente, a su hija Carmencita. La que un día, aquel del Palacio de Oriente, me pidió por favor si yo podía escribirle la letra de mi canción "Los churumbeles" porque le gustaba mucho". Juanita Reina era la artista cinematográfica predilecta del Caudillo, quien veía con deleite todas las películas de la artista sevillana.
Y quien asimismo despertaba las atenciones de Franco era Carmen Sevilla. Al punto que, con su gracejo andaluz, provocaba en él una amplia sonrisa, poco corriente en sus saludos a otras bellezas de nuestra cinematografía. El 1957, al regreso de Carmen a España tras rodar Los amantes del desierto, en pleno conflicto bélico en el canal de Suez, Carmen actuó en una gala presidida por el Generalísimo, quien enterado de aquel rodaje, le pidió que le contara sus experiencias. Carmen, con su manera de ser, armó un batiburrillo de palabras consiguiendo que Franco se riera a mandíbula valiente, sin enterarse en realidad del relato de la sevillana.
El llanto de Lola Flores
Se decía de Lola Flores que era la más franquista de las folclóricas, a lo que ella, muerto ya el general, por supuesto, negaba. Y a Santiago Carrillo, una velada, durante los postres de la cena de la entrega de los premios Naranja y Limón, en la que estuve presente como miembro fundador de la Peña Primera Plana que los concedía, le dijo: "Si usted me garantiza, en caso de que gobernara España, que me iba a dar la misma paz que yo he tenido con Franco, me hago de los suyos".
Le cantó y bailó muchas veces a Franco. Una vez, llegado el momento de cumplimentar su presencia, se echó a llorar "por efecto de la emoción que sentí" y entonces, el Caudillo, tratando de consolarla, le dijo: "Pero,¿por qué lloras, Lolita?". La llamó por su diminutivo, añadiendo: "¡Si tú eres la alegría de todos… Si acaso, el que tenía que llorar sería yo, que estoy lleno de problemas".
Al matrimonio Franco le hacía mucha gracia Lola, tanto es así que doña Carmen Polo le recordó una vez haberla escuchado en Televisión Española llamarla "La Generalísima", pero sin enfadarse, todo lo contrario, divertida.
De otras estrellas, Sara Montiel era asidua a sus actuaciones ante Franco, aunque no comulgaba con el Régimen. Todavía recordamos que en una entrevista para "Blanco y Negro" que le hizo Francisco Umbral, la manchega se definió políticamente como socialista, cuando aún estaba vigente el régimen franquista.
Marisol, siendo muy jovencita, acudía de vez en cuando al Palacio de El Pardo, porque a las nietas del general le gustaban mucho sus películas y canciones. Naturalmente más de una vez se encontró frente a frente con Franco, que la trató con simpatía. Siendo aún adolescente poco podía conversar con él, con timidez. Con el paso del tiempo, al casarse civilmente con Antonio Gades, se vinculó con una formación todavía muy a la izquierda del Partido Comunista,
"Es que Paco y tú sois iguales!"
De ellos, Juanito Valderrama fue el artista de la copla flamenca que en más ocasiones actuó para el Jefe del Estado: "A Franco le encantaba escucharme con "El emigrante" – me contaba- . Decía que era una canción muy patriótica. No debía darse cuenta de que iba en contra de su política, dado que su argumento no era otro que el de tantos exiliados españoles que vivían fuera de España en la postguerra". Durante años, cada 18 de julio me enviaban desde el palacio de El Pardo una invitación para acudir al de La Granja, al aniversario del comienzo del Alzamiento Nacional. Yo tenía que cantar siempre "El emigrante", sabedor de que a Franco le encantaba escucharla, y una vez tuve que hacer un bis, viéndolo aplaudir. Por cierto: una vez Luis Mariano se enfadó porque en el banquete que siguió al festival artístico no lo sentaron a la derecha de Franco y nada más terminar la cena se marchó de malhumor, no sin decirme antes: "A mí, los Jefes de Estado que me invitan suelen situarme a su lado, en el lugar de honor". Y yo le contesté que a los que nos quedábamos aquí – él residía en París – no nos quedaba otro remedio que no protestar".
Lo de Antonio Molina, que triunfó con su garganta de oro procediendo de una familia muy pobre, tiene su gracia. Como quiera que lo solicitaron varias veces para actuar ante Franco, un día se atrevió a pedirle un favor: que le proporcionaran un permiso de importación para tener un coche americano. Lo remitió al Ministro de Industria, Manuel Arburúa. Y el creador de "Adiós mi España querida" pudo pasearse por todos los pueblos donde actuaba al volante de un automóvil que le envidiaba todo aquel que lo veía.
Raphael negó siempre ser franquista, pero sí apolítico, como tantos. Era el cantante preferido de doña Carmen Polo de Franco, encantada de que el de Linares actuara cada año en el festival benéfico navideño que ella patrocinaba. "¡Es que Paco y tú sois iguales!", le decía aquella, comparando el carácter del Jefe del Estado con el del cantante de "Yo soy aquel".
De Luis Miguel Dominguín a El Cordobés
En el espectro de personajes populares de otras facetas artísticas, Luis Miguel Dominguín fue el único matador que frecuentaba al Caudillo en sus habituales cacerías. El torero se permitía contarle chistes que escuchaba en la calle. Y hasta una vez se atrevió a pedirle que dejara entrar en España a Pablo Picasso. Pero fue el propio genio malagueño quien se negó contumaz a regresar a su país, repitiendo que, mientras viviera el dictador, él no volvería a pisar tierra española.
Otro veterano torero, Miguel Báez Espuny "Litri", brindó más a un toro al general, que era muy aficionado a la fiesta brava. Y en el palco de honor, tras concluir los festejos en los que participaba el diestro onubense, aunque nacido en Valencia, la conversación entre ambos solía girar siempre sobre los problemas del campo: "¿Qué tal la cosecha del trigo este año?", y preguntas similares sobre otros cultivos, ambos muy interesados.
Pero quien le producía regocijo a Franco era Manuel Benítez "El Cordobés", al que aquel invitaba a algunas de las cacerías y escuchaba con atención las ocurrencias del controvertido y revolucionario diestro. A éste lo detuvieron alguna vez y entonces mostraba a la policía una foto suya junto al Caudillo, diciendo que era "muy amigo de don Paco".
En este desfile de personajes afines unos y otros distantes, recuerdo lo que me contó la gran trapecista Pinito del Oro, figura mundial del circo: "Nunca Franco se interesó por cuanto yo hacía en la pista, jugándome la vida. Ni en general por el circo, cuando en otros países donde yo actué sí que recibí agasajos de importantes políticos".
En cambio Francisco Franco apreciaba mucho las gestas deportivas. Presidía la entrega de la Copa del Generalísimo de fútbol. Seguía con atención la Liga y los partidos internacionales. Rellenaba quinielas y en una ocasión ganó una de 14 resultados. Nunca lo dijo pero el Real Madrid parecía ser su equipo favorito. Al margen de ese deporte se le vinculó mucho al boxeo, quizás porque su médico personal, el doctor Gil, presidía la Federación Nacional de esa especialidad. De ahí que el Jefe del Estado recibiera a ídolos del ring, caso de Pedro Carrasco, José Legrá, el malogrado Urtáin y algún otro, después de algunos de sus triunfos en el deporte de las doce cuerdas.
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