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Juan Manuel González

Crítica: 'Cementerio de Animales', basada en el libro de Stephen King

La nueva versión de la novela de Stephen King resulta oscura, entretenida y adulta.

"El fondo del corazón humano es árido", dice el anciano Jud Crandall (John Lithgow) al doctor Louis Creedm (Jason Clarke), un hombre bueno pero escéptico que ve cómo su familia se rompe debido a un accidente de tráfico. Se trata de una de las muchas frases poderosas que adornan la novela original de Stephen King, que vive ahora una segunda Edad de Oro (al menos en lo que a adaptaciones fílmicas se refiere) tras el éxito de It, de la que este año se estrenará segunda parte. Cementerio de Animales, el libro, se publicó en 1983 y tuvo una adaptación previa estrenada en 1989 dirigida por Mary Lambert, responsable de gran parte de los videclips musicales de Madonna en aquella época, y que respetaba casi punto por punto del devenir del excelente texto original. La película de 2019 obra de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer también lo hace, si bien cambia la identidad del fallecido en el gran punto de giro de la obra, que sucede a mitad de metraje.

Cementerio de Animales (2019) desaprovecha de nuevo la oportunidad de hacer gran cine, pero aún así estamos ante una buena adaptación de King y un mejor filme de terror comercial pero adulto, con suficientes golpes de efecto para sobreponerse al ruido de las bolsas de palomitas y a la vez presentar una profunda y muy tremendista reflexión humana. Como el propio título da a entender, todo en ella se construye a partir de una alegoría geográfica: la de dos casas enfrentadas y divididas por una carretera recorrida por enormes camiones que circulan a toda velocidad. Una estampa pintoresca y cotidiana que el tono sobrenatural que va cerniéndose sobre el filme convierte en una metáfora casi cósmica, y a la que se añade otra frontera, otro límite, el del muro que separa el cementerio de animales del mundo de los vivos; el lugar donde una amenaza sin forma espera agazapada desde que antes de que el mundo fuera mundo.

Hay menos sentido del humor negro que en la versión de Mary Lambert, al fin y al cabo un filme adecuado a las percepciones y usos de hace treinta años, aunque quizá más bien éste persiste reubicado: el toque burlón que entonces aportaba el espíritu de Victor Pascow aquí lo exhibe el propio gato, siempre presente cuando la tragedia acecha: dos entidades que demuestran la existencia del Bien y el Mal en un "Más Allá" en perpetua pugna. La película de Mary Lambert tampoco era un prodigio de sutileza, de modo que tampoco criticaremos que Kölsch y Widmyer hayan añadido algunos códigos de estilo propios de la actualidad, dado que al menos lo hacen añadiendo algunas imágenes ominosas perdurables y un formato panorámico bastante potente en un filme fundamentalmente intimista: el travelling de retroceso que se inicia en un primer plano de Church, sentado en el asfalto; la que muestra a Louis saliendo de una puerta en medio del bosque (sin duda, un homenaje a otra obra magna de King, La Torre Oscura); la del propio Louis preparando sobre la cama la ropa de su hija, sabedor de quien está a punto de retornar...

Cementerio de Animales es, en el fondo, un filme de terror eminentemente naturalista sobre el peor miedo que el ser humano puede padecer: el de su propia fecha de caducidad, la de sus seres queridos y las mil fuerzas ajenas a nuestro control que operan sobre ellas. El resultado es un filme que quizá no es excelente, pero que tiene bastante fuerza como para romper esa cansina y resistente etiqueta de "otro remake de terror sin ideas".

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