
Totalmente coyuntural y a la vez tremendamente vitalista, la primera Enola Holmes fue una de esas demostraciones del poder de Netflix a la hora de elaborar películas que compitan con las salas, con un importante componente de estrellas y algunas otras virtudes atrayentes (entre ellas, la formidable banda sonora de Daniel Pemberton). La secuela, en la que repiten Millie Bobby Brown y Henry Cavill como los hermanos Enola y Sherlock Holmes, abunda en las virtudes de la anterior y profundiza también en todo aquello que debería ser una secuela: prescindir de presentaciones, complicar más los acontecimientos y dar al público más de lo que le gustó en la primera ocasión.
Sin embargo, Enola Holmes 2, que vuelve a dirigir Harry Bradbeer, también sufre de ese cierto intangible que acosa a la mayoría de secuelas: la película, más larga que la anterior, carece del relativo impacto y candidez de aquella y además profundiza en algunas de sus obviedades y paternalismos ideológicos de aquella (y que aquí se circunscriben sobre todo al epílogo, un tanto reiterativo y ridículo, y cierta revelación final que no detallaremos).
Todo lo demás en la película, basada en las novelas juveniles de Nancy Springer, funciona bastante bien, en tanto nadie pretende desde luego confeccionar cine histórico sino aventuras familiares. El carisma de sus dos estrellas principales se refuerza con más colaboración entre ambos hermanos, más presencia de Henry Cavill y una potenciación de las escenas de acción que no ahoga el relato de misterio (pero que no puede ocultar cierto montaje apresurado), y eso es más que suficiente la mayoría del tiempo.
Enola Holmes 2 es un buen film de puro entretenimiento y ficción con una buena ambientación victoriana que no transgrede la creación original de Conan Doyle y que, encuadrada en esa "potterización" de la industria cinematográfica británica, proporciona dos horas más amenas y carismáticas que, desde luego, las últimas entregas de la saga actual desarrollada por J.K. Rowling, Animales Fantásticos, no logran igualar ni de lejos.

