
Jo Raquel Tejada, nacida en Chicago el 5 de septiembre de 1940, conocida como estrella cinematográfica con el sobrenombre de Raquel Welch, tiene una historia donde se la considera una de las mujeres más "sexys" que han aparecido en la pantalla, como así se ha consignado en encuestas publicadas en revistas norteamericanas, y ahora recordada en un amplio número de obituarios. No en vano, además de su peculiar atractivo, intervino en cerca de medio centenar de películas y en una cincuentena asimismo de series televisivas.
Su padre, Armando Carlos Tejada Urquizo era ingeniero aeronáutico, originario de Bolivia, en tanto la madre, Josephine Sarah Hall tenía la nacionalidad norteamericana y se ganaba la vida como asistente ejecutiva en una fábrica de juguetes. Pariente él de una lejana presidenta de su país, Lidia Gueller Tejada. Matrimonio mal avenido, en cuyo hogar, la futura actriz fue testigo de los malos tratos y palizas que su progenitor daba a la esposa. Se daba la circunstancia de que le prohibían hablar en español, la lengua de su padre. Así es que como en la escuela y su entorno el inglés era el idioma corriente, fue el que siempre practicó. Lo comprobé cuando pude entrevistarla el año 1968 en Almería. Podía farfullar alguna palabra en nuestro idioma, pero la conversación que sostuvimos transcurrió en inglés.
Raquel quiso independizarse de su familia, ya viviendo en San Diego, donde debutó como modelo y en la televisión local. Fue "chica del tiempo". Y establecida en Los Ángeles tuvo sus primeros escarceos cinematográficos a partir de 1964, cuando apareció brevemente, como figurante, en El trotamundos, cuyo protagonista era Elvis Presley. Luego "hizo" de prostituta en "La casa de madamas", cuyos protagonistas eran Shelley Winters y Robert Taylor. En esa época tomó parte en algunos capítulos de la serie televisiva El Virginiano.
1966 fue un año mágico para ella, pues en ese tiempo rodó varias películas que iban a proporcionarle sus primeros éxitos. Una de ellas era Viaje fantástico, donde su personaje era el de una científica que en sus investigaciones acababa convertida en su laboratorio en un microbio, inyectado en el cuerpo de un moribundo. Semejante asunto de ciencia-ficción le supuso la atención de la crítica, a pesar de que en ese argumento ella hablaba lo justo, muy poco. Era su atractivo físico el "gancho" inicial en la pantalla. Lo que se hizo ya muy evidente cuando vino a Canarias para rodar Hace un millón de años, en el papel de una cavernícola, Loana, que aparecía en muy escueto biquini fabricado con piel de venado, imagen que hizo fortuna publicitariamente, al punto que se editó un póster hay mítico, apareciendo incluso en otra película, del que se imprimieron millones de copias para coleccionistas. Tras el estreno, a Raquel comenzaron a llamarla "El cuerpo", en razón como se supone de su anatomía. En el pasado, en Estados Unidos, mujeres como ella procedentes del cine o la moda, eran etiquetadas como "pin-up", término en desuso que fue sustituido por el de "sex-symbol". En aquel rodaje Raquel contrajo amigdalitis, consecuencia de permanecer muchas jornadas con aquel breve vestuario, donde venía a ser una réplica de lo que antes que ella había realizado Úrsula Andress.
En el año antes mencionado está fechada la cinta de largo título, Dispara fuerte, más fuerte, no lo entiendo, donde hizo buenas migas con Marcello Mastroianni. En adelante, apareció junto a veteranos galanes, como Frank Sinatra en La mujer de cemento; junto a James Stewart y Dean Martin en Bandolero; Gran golpe a la napolitana, reparto encabezado al lado de Robert Wagner y Vittorio de Sica.
Corría la segunda mitad de la década de los 60 cuando Raquel Welch volvió a España después de su experiencia canaria, para rodar en Almería, en el verano de 1967 Cien rifles, todo un "western" en un paisaje muy similar al de las películas "del Oeste", como llamábamos aquí a las filmadas en tierras americanas. Me lo confirmó el director de dicho filme, Tom Gries, que había reunido un reparto interesante con un trío de galanes, el negro Jim Brown, y los muy conocidos Fernando Lamas y Burt Reynolds. La acción transcurría durante la revolución mexicana, y los escenarios serían en Níjar, Tabernas y Rioja, en la hermosa provincia almeriense. Producción presupuestada en doscientos cuarenta y cinco millones de pesetas, al cambio entonces en dólares. Raquel Welch protagonizó al margen de su papel más de una anécdota, una de ellas cuando abofeteó públicamente al ayudante de dirección Julio Sempere, que la había recriminado ser impuntual. Todo el equipo de Cien rifles se solidarizó con Sempere, detuvieron el rodaje, hasta que la diva le pidió perdón delante de todos. Mujer de mucho carácter. Porque a su coprotagonista, el antes citado James Brown le arreó un sartenazo que a poco lo desgracia para siempre. James Mason dijo un día acerca de Raquel Welch: "En mi larga vida de actor no he conocido a una actriz tan maleducada, desconsiderada y egoísta como ella".
Retornaría Raquel a Almería en 1971, para protagonizar Ana Coulder, otro "western" de escasa calidad al que no pudo negarse pues lo producía su esposo, Patrick Curtis. Su personaje, el de una valiente heroína que vengaba la muerte de su esposo. En el reparto, Robert Culp, el de la serie Yo soy espía. Rodaje cuyos exteriores fueron localizados en Cabo de Gata y Tabernas. Mostró la estrella sus muchos encantos, piernas al aire, pistola en su cintura. Hospedada en un hotel de Aguadulce gozó del paisaje y la gastronomía almeriense.
En esos primeros años 70 del pasado siglo, Raquel Welch apareció en Barba Azul, donde era una de las hermosas cautivas de un seductor Richard Burton. Lo más sorprendente sería cuando ella fue transexual en Myra Breckinvidge, un filme basado en una novela de Gore Vidal, donde tomaron parte dos reliquias de Hollywood, nada menos que John Huston (al que le iba mucho ser actor, al margen de su auténtica faceta de director) y la legendaria Mae West. Registramos también otra breve estancia de la estrella en nuestro país, cuando pasó unos días rodando Los tres mosqueteros, que tuvo después la secuela de Los cuatro mosqueteros. En realidad una película de larguísimo metraje, lo que llevó a la productora a dividirla en dos partes. Richard Lester, como realizador, hizo un espléndido trabajo, lo mismo que la Welch, a la que premiaron en 1974 con un Globo de Oro, el premio más importante que recibió en toda su vida de actriz, por su papel de Constance Bonacieux.
La televisión fue el medio que Raquel hizo compatible con sus películas, cuando ya iba siendo menos contratada en éstas. Y así, mantuvo un programa especial junto al canoro Tom Jones, por donde desfilaron John Wayne y Bob Hope, a los que aquellos entrevistaron. Tomó parte en el "Show de Cher", cantando a dúo un éxito de la inmarchitable actriz-cantante, "I´m a woman". En ese decenio de los 70 ya es cuando definitivamente Raquel Welch va perdiendo "glamour" y se refugia en la pequeña pantalla. Pensaron en ella para ser la protagonista de la serie "Dinastía", aquella Alexis Carrington que finalmente interpretó Joan Collins.
En el decenio ochentero es cuando Raquel Welch es noticia por diversos motivos. Uno de ellos, la llevó a la sección periodística de Tribunales, al demandar a la productora que la había contratado para la película Cannery Row, basada en un relato de John Steimbeck. Al iniciarse el rodaje el director consideró que la actriz elegida resultaba demasíado mayor para su personaje. Además, estaba harto de su capricho al negarse ser maquillada en el estudio prefiriendo hacerlo en su casa. Así es que la despidieron. Sería indemnizada, como era lógico, con una importante cifra: casi once millones de dólares. La sustituyó Debra Winger. Aquel episodio desde luego no le facilitó para ser contratada en Hollywood posteriormente.
Se desquitaría de muchos sinsabores, las zancadillas habituales del mundo artístico, cuando aceptó sustituir, primero a Lauren Bacall en un teatro del Broadway neoyorquino, como estrella del musical La mujer del año, y el mismo caso posterior en Víctor o Victoria, que había estrenado anteriormente Julie Andrews. Fue lo más importante que hizo entonces.
Su carrera estaba estancada y pasaría unos cuantos años en el paro. Recurrió a otra actividad, la musical, actuando una temporada en un casino de Las Vegas. Y vino a España ya por última vez para anunciar en la Navidad de 1985 una marca de cava, "spot" grabado en unos estudios barceloneses donde con un ajustado y llamativo modelo se lucía interpretando "I´m So Excited", éxito de las Pointer Sister, al compás de unos pasos de un ritmo sensual. Dos años más tarde grababa en unos estudios americanos otro tema de música-dance: "This Girl´s in Town".
Olvidada poco a poco a poco, no obstante era requerida para colaboraciones en series de televisión, caso de Corrupción en Miami, y hasta en algunas películas de serie B, ya en el nuevo siglo, la última de más interés fechada en 2017, How to Be a Latin Lover, cuyas figuras principales fueron Salma Hayek y Rob Lowe. Su vitalidad siempre la ayudó para buscarse la vida, y así anunció marcas de gafas de sol, productos de cosmética, y sobre todo pelucas. También "spots" donde daba lecciones de aerobic, como hizo también en su día Jane Fonda.
Llegado 2010 se editaron sus memorias, con el título Más allá del escote. Un título que resumía el fondo de lo que ella había sido. En Hollywood consideraban que era sin duda alguna una estrella "sexy" muy destacada, así la consideraba un crítico del New York Times, que escribió: "Es un maravilloso monumento como mujer". En general, se decía que no era precisamente una actriz de relieve. A su favor, en el Philadelphia Daily News apareció un comentario, en favor de aquellas estrellas como ella, aludiendo asimismo a otras, como Marilyn Monroe donde se podía leer: "Ellas tienen la reputación de seres vacíos e insípidos, mas no hay razón por la que no puedan ser sensibles, inteligentes y capaces de hacer algo por ellas mismas". Cierto que por su aspecto, Raquel Welch despertaba en los hombres no pocos deseos libidinosos, y por eso aparecía siempre como un juguete erótico. Padeció realmente episodios en los que, por ejemplo, tuvo que defenderse del director Herbert Ross, quien llegó a golpearla en su camerino. Y rodando The last of Sheila se vio obligada a contratar un guardaespaldas. Anecdotario al margen, ella misma fue consciente de lo que fue: "Una señora sexy siempre, por la misma razón que Julie Andrews siempre será "Mary Poppins", humorado autorretrato, con el que ponemos punto y final a la hora de su despedida de este mundo.

