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Juan Manuel González

'Háblame', la película australiana que ha causado pavor a los americanos

Háblame es una eficaz película de terror en el que el mundo de los muertos y los vivos se entrelaza.

Háblame es una eficaz película de terror en el que el mundo de los muertos y los vivos se entrelaza.
Hablame

Convertida en uno de los éxitos sorpresa de la cartelera norteamericana del verano, Háblame demuestra la ductilidad del género del terror para otorgar credibilidad, cuando así lo desea realmente, a argumentos trilladísimos. La película moderniza el clásico tropo de la ouija realizando un creíble retrato de la soledad juvenil y caracterizando muy bien -y en ocasiones con una crudeza que remite al cine australiano más que al norteamericano- a sus personajes protagonistas.

La concisa trama de la película sigue los pasos de Mía, una adolescente que acaba de perder a su madre y se aficiona un peligroso juego que sus amigos practican en fiestas: una misteriosa mano parece ser la llave para el mundo de los muertos, y el ritual que implica parece provocar una extraña adicción.


Nadie debería reivindicar Háblame por su originalidad, puesto que la película de los debutantes Danny y Michael Philippou bebe sin disimulo de mil fuentes. Pero es que tampoco es necesario para encontrar los abundantes méritos de la película, que consigue provocar incomodidad con situaciones relativamente cotidianas (el terroríficamente real momento del canguro, y desde luego, el giro final que conduce al desenlace) y trazar una sobada, pero aquí muy eficaz, parábola del uso y efecto de las drogas en las mentes menos preparadas y el efecto despersonalizador de las mismas.

Háblame provoca saludable incomodidad sin recurrir a la sangre ni al clásico recuento de víctimas del género, y todo ello sin renunciar al terror más visceral ni exagerar sus pretensiones sociales. Poco a poco, los Philippou van construyendo un concepto del Más Allá que es tan interior y psicológico como exterior y sobrenatural, y van configurando con sorprendente habilidad una malla que, sin excluir los sustos o "jump-scares", los compagina bien con una sensación de infinito desasosiego. Una película de terror bien anclada en la realidad cuya metáfora funciona pero no ahoga el desarrollo fantástico de las situaciones.

Entretenida y puntualmente humorística gracias a la autenticidad de personajes y actores, Háblame también triunfa en su seguridad narrativa. La película, acotada a unos poco más que excelentes noventa minutos, no toma la senda esperada y se mantiene segura de sí misma a lo largo de un par de sorprendentes curvas argumentales. No ofrece, tampoco, respuestas fáciles al dilema de su protagonista, lo que convierte la película en uno de esos pequeños eventos capaces de aunar una sorprendente negrura y saludable ambición de comercialidad.

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