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'Blue Beetle', el primer superhéroe latino de Hollywood y su verdadero significado en Hollywood

Blue Beetle se estrena en cines españoles el viernes 18 de agosto.

Blue Beetle se estrena en cines españoles el viernes 18 de agosto.
Blue Beetle. | Warner

Resulta cuando menos curioso que, en medio del achatarramiento al que Warner ha sometido a su marca DC, donde se engloba a personajes como Batman y Superman, el estudio esté sin embargo solventando sus papeletas con una dignidad encomiable, merecedora de mejores resultados en taquilla que los obtenidos por Flash y la secuela de Shazam. Tras varios cambios de dirección y un prometido reinicio cronológico (esta Blue Beetle, dicen ellos, es la primera película del nuevo universo DC), la firma afronta el panorama competitivo con Marvel/Disney con un sector fan confundido y dividido por la narrativa abortada del proyecto de Zack Snyder y marcada, en general, por cierto cansancio del género. Algo que, parece, tanto una marca como otra van a tener que afrontar.

Concebida por un anterior equipo directivo como un producto exclusivo de HBO Max, al igual que la defenestrada película de Batgirl guardada directamente en algún cajón, pero reconvertida por el camino como estreno para salas, Blue Beetle es también una obra que apunta directamente al sector latino de la audiencia USA. Lo mejor de la película dirigida por el puertorriqueño Ángel Manuel Soto, aun jugándosela hablando directamente a ese mercado, es que resulta apta y deseable para todos los sectores: Blue Beetle es una historia de orígenes convencional, pero también y por eso mismo un espectáculo más modesto, absolutamente independiente (el filme podría funcionar en el antiguo DCEU o el nuevo DCU) y de una frescura que ayuda a respirar a los personajes. Algo que es vital para el panorama en el que nace.

El fuerte de la película, donde el joven estudiante Jaime Reyes recibe poderes de un extraño dispositivo tecnológico extraterrestre codiciado por un conglomerado corporativo, es lo bien que juega la misma baza que el Spider-Man de Tom Holland para la competencia: humor adolescente y un tono sin prejuicios que tiende al descaro en su retrato de las problemáticas cotidianas. El factor latino entra en juego con ese concepto de familia que Ángel Manuel Soto refleja, sin embargo, muy bien, tan bien que junto al tratamiento musical del filme (abundan más las versiones de temas románticos de Luis Miguel que el reggaeton) se convierte en lo mejor de la historia. El retrato de la histriónica familia latina del protagonista, digna de un folletín mexicano, no es meramente funcional sino casi el motivo de ser de una película en la que el director se esfuerza en incorporar referencias populares propias de ese mundo diverso, más que guiños al universo DC. Un legítimo esfuerzo de aportar algo e insertarse en el sistema al tiempo que se preserva cierta noción de identidad.

Es, por eso, que lo mejor de Blue Beetle -película a la que Soto imprime, de todas formas, una estética no diferencial pero sí tremendamente colorista y vistosa- está en el fondo, uno que contrapone la estética cutre de los culebrones que consume la abuela de Xolo Maridueña con la limpia y vacua verborrea de los vídeos corporativos que protagoniza Susan Sarandon. El relato verdadero del filme está ahí, en los orígenes y devenir de esa compañía constructora que se desvía de sus objetivos tras caer en las manos equivocadas; en los esfuerzos de Jaime Reyes en dominar una armadura que no controla y comprende, que no puede dominar pero que permite negociar. Eso, y la sutil concepción de sus peleas, cuya escenografía Soto asimila en lo posible a las del célebre El Santo, luchador enmascarado mexicano, proporciona la suficiente densidad a Blue Beetle como para defenderla por encima de prejuicios cinematográficos sobre el cine de superhéroes e incluso como maniobra de ingeniería social.

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