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'Teresa', de Paula Ortiz, y la historia de las Carmelitas Descalzas

Teresa es un excelente y dramático film dirigido por Paula Ortiz que estrena en cines el 24 de noviembre.

Teresa es un excelente y dramático film dirigido por Paula Ortiz que estrena en cines el 24 de noviembre.
Teresa | BTeam

Con dos películas estrenadas casi en continuidad, la adaptación internacional de Hemingway Al otro lado del río y entre los árboles, y la aquí presente Teresa, centrada en la figura de la fundadora de las Carmelitas Descalzas, la zaragozana Paula Ortiz revalida, si acaso fuera necesario, tanto las innegables virtudes como las (menores) fallas, si es que así se pudieran definir en un cine tan pensado y personal, de su galardonada La Novia.

Teresa narra el juicio a la que la Santa Inquisición somete a Santa Teresa (Blanca Portillo), fundadora de la orden de las Carmelitas Descalzas en el año 1562. Articulada claramente como un interrogatorio repleto de flashbacks y fugas mentales, Ortiz compone una película que en cierto modo crispa los modos y maneras de lo que esperaríamos del hilo narrativo de un biopic convencional. Son tantas las magníficas y preciosistas imágenes y metáforas poéticas que al final acaban fundiéndose, más que adornando, una narración que podría pecar de imprecisa. Con Ortiz a los mandos forman parte integrante de ella, hasta el punto de que la convencional historia queda inmediatamente desplazada hasta horizontes sensoriales, líricos y profundos. La imagen, pero la imagen plasmando ideas, son el motivo de ser de la obra.

Efectivamente, Teresa, película de ajustada duración y concreción narrativa, no es una película exactamente ligera de contemplar. El dominio de la imagen de Ortiz acaba poseyéndolo todo, sin que tampoco se sienta todo como un vacío ejercicio de estilo, pero eso también impone un precio a pagar. La película se sitúa en un lugar ambiguo, entre la fe, la locura y hasta lo sobrenatural (la directora incluso se saca de la manga momentos directamente terroríficos) con algunos componentes de misterio (hay una somera cuenta atrás hacia la posible hoguera que espera a Teresa) y un imaginario personal que sirve a dos actores, Portillo y Etxeandía, para mantener un particular pulso entre ellos que mejora según avanza. Y eso es lo que funciona. Lo que sobresale de la experiencia, si es que el espectador entra en ella, es el misticismo y extraña sensualidad de una historia que consigue huir de lo vulgar, de los lugares típicos y temas coyunturales del drama patrio, a base de puro talento plástico.

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