Desde el estreno de la primera mitad de It en 2017 y sus astronómicos resultados de taquilla -adecuadamente preparados por el éxito de Stranger Things en Netflix-, el "revival" del maestro del terror Stephen King ha generado numerosas adaptaciones de su abundante, y desigual, material para la pequeña y la gran pantalla. Pocos de ellos, sin embargo, han logrado el bombo publicitario, al menos entre los fans acérrimos del género del terror, como The Monkey, donde el relato corto de King (incluido en el imprescindible volumen El umbral de la noche) se combina con las ansiedades y formalismos de su director, el ahora ínclito Osgood Perkins.
Y eso, por si cabía alguna duda, es una muy buena noticia. Perkins, hijo del legendario intérprete de Norman Bates, consigue imprimir un denso contenido biográfico (las muertes de su padre y madre son dignas de una película de su filmografía) al breve relato original que airea los formalismos típicos de uno y otro autor. Respetando las claves típicamente King, como un narrador en primera persona al que, eso sí, despoja de su habitual emotividad, Perkins consigue en The Monkey su película más comercial, o definitivamente la menos forzadamente críptica, aquella que debería abrirle definitivamente las puertas de la industria tras el éxito de Longlegs este mismo año. También es una que a la vez que respeta su propio mundo interior, aquí definitivamente aligerado gracias a un claro desplazamiento hacia la comedia negra.
Efectivamente, si odiseas gore de Hollywood con algún paralelismo argumental con The Monkey como Destino final (de la que, por cierto, este mismo mes de mayo se estrena una nueva entrega) podían exhibir un equilibrio 30/70 entre humor y terror, Perkins invierte aquí esa proporción para fabricar una comedia negra, negrísima, sobre la inevitabilidad de la muerte, la obsesión escatológica por el cómo, el cuándo y el por qué, así como la mezcla inevitable de tentación, trauma y factores heredados que componen su cine y los relatos de King. Una intersección de intereses con el maestro narrador de la novela de género que permite a Perkins diseñar las muertes que pueblan el relato como "gags" dignos de la saga Solo en casa, solo que con carne (abundante) y sangre (a litros), escondiendo al público la verdadera cabriola narrativa del film: al contrario de cualquier serie B al uso, el espectador nunca ve el verdadera alcance de la matanza al mantenérselos pegado al personaje de Theo James.
Concebidas todas ellas como golpes repentinos del destino, el realizador (que realiza un hilarante cameo) reflexiona sobre cómo la muerte no debe explicaciones a nadie y cómo, misteriosamente, la única manera de afrontar semejante fiesta es vivir bailando. The Monkey, película que consigue balancear la extravagancia de autor en un mar de mediocridad, es un futuro pequeño clásico del cine de terror.