
Tony Isbert se había retirado de su profesión de actor hacía años. Rodó su última película en 2014, The marionette. Cansado de su oficio, tal vez más bien de su entonces algo vida errática, se marchó a Santander para afincarse allí, no sabemos por qué motivos. Y ha sido en la capital cántabra donde ha muerto. Padecía desde hacía ocho años un cáncer con metástasis. Fue ingresado la semana pasada en un hospital, le dieron el alta el pasado lunes. Gente cercana quisieron comunicarse con él, sin conseguirlo. Fue uno de sus cinco hermanos, Alfonso, el que intranquilo, insistió por teléfono. Y al no tener respuesta, fue al domicilio de Tony, nadie respondió a la llamada desde la calle, hasta finalmente, con los permisos oportunos, penetrar en la casa, donde sería encontrado muerto.
Tony Isbert contaba setenta y cuatro años, nacido el 5 de diciembre de 1950, nieto de uno de los más grandes actores del cine español, Pepe Isbert e hijo de María Isbert, actriz característica de relieve y de un profesor de idiomas húngaro apellidado Spitzer. A pesar de su saga artística familiar a Tony nunca le llamó la atención ser actor. Estudió Decoración, dato poco conocido de su biografía. Le apasionaba el deporte, llegando a ser campeón de España de atletismo. Precisamente por esa faceta, un día lo descubrió el director cinematográfico Julio Coll, que estaba buscando un protagonista para su película El mejor del mundo, papel que le cuadraba al joven. No con mucho entusiasmo aceptó en 1967 aquel debut ante las cámaras, que tampoco le sirvió de mucho, ni siquiera su primera aparición teatral con la comedia Vivir del aire.
Cuando Pepe Isbert se enteró de las andanzas de su nieto, le dio toda clase de ánimos y consejos, como éste que le recetó cuando Tony le preguntó qué era necesario para ser buen actor: "Mira, hijo, por muchas películas que hagas o funciones de teatro, tienes que procurar que la vanidad no se te suba a la cabeza. Hay que ser siempre sencillo y natural, tanto en el teatro, la pantalla o en la vida".
Puedo asegurar, pues traté un tiempo, a mitad de los años 60 y en décadas posteriores, al joven actor, que éste se manifestó conmigo lleno de afabilidad. Sonreía de continuo. No era fatuo. Y mantenía un respeto imponente a su familia, al apellido Isbert, a su abuelo. Recuerdo un pequeño detalle cuando nos saludábamos: al darle la mano la apretaba con mucha fuerza. Consecuencia, quizás, de su historial deportivo. Me llevó un día a que conociera a su abuela, la viuda de don José Isbert, y pasé un rato delicioso. Tony era muy afectivo.
Otra curiosidad es que al principio de su carrera anunciaba su nombre seguido de una ese mayúscula, inicial de su primer apellido húngaro, pero acabó desechándolo para quien en el carné de identidad figuraba como Antonio José Spitzer Isbert, quedara en las carteleras como Tony Isbert. Con flequillo rubio, delgado, daba la imagen de un galán nórdico, lo que era un atractivo en algunos repartos cinematográficos. Estaba dotado de una voz grave, inusual en un muchacho de su edad, cuando lo contrataron para doblar la de uno de los protagonistas de "Un rayo de luz", la primera película de Marisol. Unos años después sería pareja de la estrella malagueña en Carola de día, Carola de noche, fallida cinta de Jaime de Armiñán. De la que Tony guardaba el recuerdo de que hizo buenas migas con Marisol, empeñada ella en hacerle cantar, para lo que él no estaba desde luego preparado.
Fue en la década de los 70 cuando Tony Isbert potenció esa faceta de galán rodando interesantes títulos de la pantalla, a saber: Los gallos de la madrugada, con Alfredo Mayo y Concha Velasco, dirigidos por quien entonces era amante en la vida real de la estrella vallisoletana, José Luis Sáinz de Heredia; La casa sin fronteras, que dirigió Pedro Olea; Nadie oyó gritar, de un controvertido y a su vez interesante y muy criticado realizador, Eloy de la Iglesia, martirizado por su condición de homosexual; Olvida los tambores, a las órdenes del veterano Rafael Gil…Se defendía bien Tony en las comedias dramáticas como también salió bien parado en sus intervenciones fílmicas policíacas y de terror.
Le faltaba a Tony Isbert consagrarse también como aceptable, al menos, actor escénico y así resultaron estimables sus interpretaciones en El realquilado, La casa de las chivas, El músico prodigioso, Lisístrata…Dio muestras de su buena interpretación en otras obras clásicas. Y eso lo llevó a formar compañía propia, lo que no le fue bien en la taquilla: se endeudó. Primer desengaño para quien pretendió hacerse notar más y de paso ganar dinero.
Para salir de aquel bache económico Tony cayó en una terrible trampa: ciertas amistades peligrosas, enteradas de su infortunio, le propusieron el sucio negocio de servir de "correo", portando a Londres una determinada cantidad de cocaína. Un chivatazo, tal vez, o simple acierto de las autoridades aduaneras británicas dieron con nuestro amigo y compatriota en la cárcel, tras una minuciosa inspección de su equipaje facturado en el aeropuerto madrileño de Barajas.
Tony Isbert se pasó tres años tras los barrotes de una prisión inglesa. Tuvo más que sobrado tiempo para arrepentirse de su acción y aprovechar de paso tantas horas libres de obligaciones para aprender inglés. Entre tanto, familiares, amigos, compañeros de Tony movieron Roma con Santiago con el fin de apoyarlo, tratando de que su condena fuera más benévola. Actores del prestigio de Alec Guinnes y Peter O´Toole nos consta que, junto a otros profesionales, se manifestaron en favor del nieto de Pepe Isbert, cada día más consumido y triste. Porque en la cárcel experimentó aparte lo fundamental de estar privado de toda libertad, el duro comportamiento de algunos presos que, al parecer, llegaron a amenazarlo y agredirlo.
Cuando visiblemente más delgado, con un físico nada parecido al galán que fue, pude abrazarlo, mi amigo Tony me confió que había obtenido el título de inglés de bachillerato además de haber aprobado dos años de teología y literatura inglesa.
Al regresar a Madrid tras la dura lección aprendida en su estancia en dos sórdidas cárceles británicas, reapareció en un teatro madrileño con la comedia del conocido periodista, director del diario Pueblo, Emilio Romero: El fin del mundo es el jueves. Finalizaba el decenio de los 70, y acaso por aquella experiencia carcelaria, o el simple paso del tiempo, se había convertido en un galán de carácter, muy alejado de cierta blandura que acusaba al principio de su carrera, en las interpretaciones anteriores a 1978, el año que empezó su calvario londinense.
Los años 80 fueron para Tony Isbert menos interesantes en su filmografía: una docena de títulos más bien de escaso interés, salvando Pasos Largos, de Rafael Moreno Alba, en 1996. Desfiló por varias seires televisivas, entonces tan habituales, como El olivar de Atocha. Fue Don Juan Tenorio. Y brillante en Romeo y Julieta junto a Ana Belén.
Tarde, se descubrió que había sido padre de una niña, Vanesa, nacida en 1973. Luego, cuando cesó su estancia carcelaria en Londres, fue donde probablemente conoció en una discoteca a la modelo norteamericana Cindy Ramsey, con la que vivió un romance de no demasiada duración. En 1988 se casó con Eva Esteban Bellamy en el mes de mayo, en el Consulado de España en México. Acudieron al enlace ataviados de charros. Un año más tarde celebraron una ceremonia religiosa, que aprovecharon para bautizar al hijo que habían tenido, Tony Jr.
Sin la popularidad que disfrutó en décadas anteriores Tony Isbert se enfrentó a una época más difícil, en los 90, aunque para entonces estaba más asentado como actor. Desde luego no abdicó de su entusiasmo, de aquella simpatía que siempre desprendió. Fue cuando rodó El beso del sueño, de Moreno Alba, la reposición de El baile, de Edgar Neville en teatro junto a Cristina Higueras y Joaquín Hinojosa, que representaron por toda España. Repuso en 2001 Doce hombres sin piedad, en 2003 Violines y trompetas, para protagonizar junto a su madre en este su ya ocaso como actor la comedia Metamorfosis. Sus trabajos ya fueron diluyéndose en los años siguientes, hasta como decíamos, dar por finalizada su carrera hace alrededor de diez años, ya instalado en Santander, cuando dejamos de conocer detalles de su existencia. A tenor de estas últimas horas, hemos sabido que vivía en soledad. Al tanatorio santanderino acudieron a darle su último adiós sus dos hijos y algunos de sus hermanos. Sus cenizas estaban dispuestas para trasladarse en las próximas horas a la localidad de Tarazona de la Mancha para ser depositadas en el panteón familiar. Allí descansan los restos de María Isbert, madre de Tony, fallecida en el hospital de Villarrobledo, ciudad cercana. Los Isbert estaban muy vinculados a Tarazona de la Mancha, de donde era originaria la abuela de Tony, esposa de Pepe Isbert. Veraneaba el clan en sus tierras y el propio don José se ocupaba, cuando lo permitían sus películas, de los cultivos agrícolas de sus fincas. En la capital, Albacete supo siempre rendir homenaje al inolvidable actor creando un premio que lleva su nombre que se concede todos los años en el teatro Circo de la ciudad al más destacado intérprete según el jurado correspondiente. Precisamente Tony, era el que se ocupaba de mantener ese legado de su abuelo, a quien tanto quiso.


