
Amateur no es un film especialmente original. Tampoco uno imposible de vender o con vocacion anticomercial. Pero sí es una de esas producciones antaño habituales en Hollywood que, poco a poco, van desapareciendo de los cines… o al menos, disminuyendo su impacto en ellos. Del análisis de cómo está quedando la industria en tiempos de streaming, pandemias y fusiones empresariales (el film es una producción de 20th Century Studios, antaño Fox, ahora bajo la batuta de Disney) podemos encargarnos otro día. Lo que importa ahora es que una producción tan entretenida, a la vez que escasamente memorable, se merece generar un impacto más allá del estreno de plataformas de turno.
Concebida a partir de la novela de Robert Littell, que ya tuvo una adaptacion (canadiense) al cine en 1982 y que fue recuperado como producción al servicio de Hugh Jackman a mediados de los 2000 (huelga decir que el proyecto no salió adelante hasta ahora) Amateur da un giro a las películas de venganzas combinándolas con el suspense internacional y agencias gubernamentales. Nada nuevo bajo el sol, en tanto la película funcionalmente dirigida por James Hawes (Caballos Lentos) toma de referencia la inevitable saga Bourne para, una vez más, introducir un héroe improbable alimentado por la sed de venganza en una situación imposible que envuelve los bajos fondos de la CIA.
Que Charlie, el "nerd" interpretado por Rami Malek (evidentemente interesado en repetir su interpretación de la serie Mr Robot: Malek tambien es productor del film) aplique su coeficiente de 170, privilegiado pero emocionalmente anormal, a perseguir a los asesinos de su mujer (Rachel Brosnahan) hace que el film pueda funcionar como una mirada entre ausente y distante a las actividades en el extranjero de la CIA. Hawes, no obstante, no consigue capturar particularmente bien la idiosincrasia psicológica de un superdotado y prefiere sumergir al espectador en una aventura cuyo principal interés es trasladarlo con ritmo incesante a París, Marruecos o Madrid (en uno de los episodios, por cierto, más interesantes y espectaculares del relato).
Por suerte, lo consigue, y por suerte también (y siguiéndo el modelo de lo que siempre se ha hecho en el Hollywood más solvente y tradicional) lo hace con un puñado de actores secundarios de tele y cine capaces, todos ellos, de alegrar la función con muy poco esfuerzo. Es gracias a ellos que la muy genérica Amateur funciona pese a ciertos automatismos que fulminan el interés de momentos que podrían haer sido más relevantes. Pero cada vez que Lawrence Fishburne entra en escena, o cómo Michael Stuhlbarg es capaz de otorgar profundidad a un personaje fugaz, resulta tan espectacular como la persecución a la que se lanza Charlie en la segunda mitad del film, al fin y al cabo el núcleo relevante del relato. Que el director o ninguno de los implicados haya considerado en ningún momento inyectar algo de personalidad al mismo resulta un tanto irritante, sobre todo en tiempos de intensa competición con el streaming, pero tampoco condena a muerte una película absolutamente eficaz y competente para todo tipo de público.

