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'Black Dog', los paisajes del desierto de Gobi narran el horror del comunismo chino

Black Dog, estrenada en cines, es una película china que osa establecer una clara crítica contra el régimen.

Surtsey Films

La narrativa paciente y lenta, como el vagabundeo del protagonista, como sendero a lo simbólico. El argumento de Black Dog, premiada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, la Seminci y en los Indendent Spirit Awards, efectivamente cabe en una servilleta, pero la película de Guan Hu aspira todo el tiempo un significado mayor. La historia de un presidiario que regresa a su hogar y participa en la caza de perros organizada por el Gobierno antes de los Juegos Olímpicos es, en realidad, no tanto una amistad perro-hombres sino el retrato de la deriva política de un país.

Parece un chiste, el retrato mismo de una película de festival. Pero la pelicula de Hu, con sus paisajes inhóspitos, acaba grabándose en el alma. Su hablar en clave no resulta complicado sino hipnótico como sus derruidos paisajes urbanos. La fotografía del desierto de Gobi es fascinante: Black Dog podría ser la película más terrestre de las vistas en mucho tiempo. La acción (limitada) es de alguna manera inherente al paisaje.

El simbolismo de los perros y los habitantes desahuciados por el régimen comunista chino y la amistad entre un perro desvalido y un hombre igualmente solitario se desenredan en clave igualmente nacional. La valentía del realizador, capaz de meterse en camisa de once varas (metaforica, de nuevo, pero tememos que también literal), es evidente: Black Dog no necesita peroratas políticas para, en sus vaciados paisajes, desvelar al espectador la verdad de la dictadura.

Los cambios estructurales y la planificación urbana de los JJOO, que fuerzan un éxodo humano en una localidad anexa al desierto de Gobi, se leen en las arquitecturas destruidas que recorren los dos protagonistas. Guan Hu se confía de ese modo a la fuerza de las imágenes de una manera inaudita en el panorama cinematografico actual, tan debido al plano-contraplano y otras agotadoras fórmulas televisivas. El resultado es un film silencioso, aparentemente inexpresivo, como reflejo de la cerrazón de la dictadura. Pero también uno emotivo, que causa cierto tipo de hipnosis y conduce a una estampida de reflexiones sobre su propio misterio.

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