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Miguel Platón

Ni Birmania, ni Myanmar, ni Camboya

De una fosa común es posible localizar los huesos de una víctima. Pero los descendientes de los asesinados por los revolucionarios no tienen esa posibilidad, porque los hicieron desaparecer.

De una fosa común es posible localizar los huesos de una víctima. Pero los descendientes de los asesinados por los revolucionarios no tienen esa posibilidad, porque los hicieron desaparecer.
Pedro Sánchez con ciudadanos en Moncloa | EFE

Durante el teatrillo organizado en el Palacio de la Moncloa con 50 comparsas, Pedro Sánchez se hizo eco de una de las falacias de los farsantes de la "memoria histórica": que España es el segundo país del mundo con más desaparecidos y fosas clandestinas, producto del bando nacional de la Guerra Civil y la represión de la posguerra.

Los farsantes colocan en primer lugar a la Camboya de los jemeres rojos, en los años setenta del pasado siglo. Sánchez, con su habitual insolvencia, citó como tal a Birmania, el antiguo nombre de la actual Myanmar.

La realidad es bien distinta. La mayor fosa clandestina de la Guerra Civil fue y es la de Paracuellos del Jarama (Madrid), donde reposan los restos de unas cinco mil víctimas asesinadas por la izquierda en los últimos meses de 1936. Todavía no han aparecido por allí los de la memoria histórica, ni las familias tienen el menor interés en verlos. Con buen criterio, en lugar de organizar espectáculos para la real o supuesta identificación de restos, han preferido dejar a sus deudos conde cayeron. Es lo mismo que prefieren la inmensa mayoría de los españoles. En el Valle de los Caídos están enterrados algo más de 33.000 víctimas de la guerra, pero apenas medio centenar han pedido identificar a sus antepasados, lo que en la mayoría de los casos es tarea imposible.

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La mayor parte de lo que se presentan como fosas clandestinas son fosas comunes de los cementerios, donde suelen estar registrados los nombres de los que allí se encuentran. Escarbar en la tierra para localizar restos que llevan allí más de 80 años es una actividad que puede ser interesante para la causa guerracivilista, pero que incurren en en una falsedad de partida.

Los farsantes no tienen cuenta los miles de casos en los cuales no resulta posible encontrar nada, porque los asesinos se ocuparon de hacer desaparecer los cadáveres. Esto fue una práctica extendida entre los revolucionarios. Socialistas, anarquistas, comunistas y asimilados recurrieron, con una frecuencia que no se produjo en el bando nacional, a la quema de sus víctimas -parte de ellas quemadas vivas-, a la incineración en hornos industriales, a desprenderse de ellas en profundas simas o ríos caudalosos.

En definitiva, de una fosa común o clandestina es posible localizar los huesos de una víctima. Muchos descendientes de los asesinados por los revolucionarios no tienen esa posibilidad, porque los hicieron desaparecer. No enterrados, sino volatilizados.

La mayor parte de los izquierdistas asesinados o ejecutados durante la guerra o la posguerra fueron inscritos en los registros civiles, como ha podido comprobar todo aquel que haya investigado los expedientes. A la diligencia de ejecución sigue una diligencia de enterramiento y otra de inscripción en el Registro Civil, con uno o dos días de diferencia.

Por el contrario, la mayor parte de los asesinados por los comités revolucionarios eran llevados a una carretera o a los cementerios, donde eran fusilados sin ningún tipo de procedimiento. En muchos casos hubo que esperar al final de la guerra para poder reconstruir lo que había pasado y efectuar la inscripción en el Registro, tras superar los requisitos legales a la hora de certificar una defunción producida años antes.

¿Qué tienen que ver las víctimas de la zona nacional o de la posguerra con Camboya? Pues nada, sólo es basura ideológica de quienes desean ocultar los crímenes y las prácticas de la izquierda de los años Treinta. Sánchez y el PSOE sólo tienen una opción decente, que nunca han puesto en práctica: pedir perdón por las decenas de miles de asesinatos cometidos por militantes del partido y del sindicato UGT. Hasta entonces militan en el campo de la indecencia.

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