
Argelia fue una provincia francesa entre 1830 y 1962, un periodo en el que muchos españoles emigraron para trabajar en labores agrícolas en las zonas rurales y en diferentes comercios y empresas en la ciudad. Sobre todo salían desde el puerto de Alicante. La escritora María Dueñas novela la peripecia vital de una joven española que desembarca en Orán en 1927 en Por si un día volvemos (Planeta). Con esa excusa, conocemos en esta ciudad valenciana el testimonio de algunos testigos de aquella Argelia colonial.
A los europeos que nacían o residían allí en esa época se les llamaba pieds noirs, un término peyorativo que, sin embargo, abrazaron tras la guerra de independencia porque les daba una identidad.
La novela de Dueñas muestra al lector el clima de tensión que se vivió a partir del surgimiento del movimiento independentista argelino a partir de 1954; las actividades de la OAS, grupo terrorista contrario a la independencia, y el éxodo de los pieds noirs después de que la Francia de De Gaulle reconociera la independencia. Es entonces cuando la población de origen europeo se vio obligada a abandonar el país de forma precipitada.
Miles de españoles se quedaron desamparados en el puerto, sin saber cómo escapar, hasta que el régimen franquista envió dos grandes barcos de pasajeros a Orán, contraviniendo las directrices del gobierno francés. Se trataba del Virgen de África y el Victoria, buques gemelos de la Compañía Trasmediterránea. Llevaron hasta el puerto de Alicante a más de tres mil personas, entre ellos, José Torroja. "Nací en España pero viví 25 años en Argelia. Toda mi cultura es francesa, pero siempre pensé que podría regresar a mi país. Con la guerra de la independencia nos tuvimos que ir todos", explica emocionado. "Sentimos un pánico difícil de explicar. Habíamos creído siempre que el ejército francés llegaría a tapar esa revuelta y nos quedaríamos, pero no fue así. Era una provincia francesa y se incumplió todo lo que nos prometieron", recuerda.
Torroja explica que el gobierno francés no permitió que los barcos extranjeros entraran a por refugiados, hasta que, por miedo a que hubiera muchos muertos, accedieron al paso de los de Transmediterránea. "Estaba permitido solo una maleta por persona. Llegaron españoles de toda la provincia, fue un momento muy trágico y teníamos mucho miedo todos. Llegamos a Alicante, que nos acogió con los brazos abiertos. Los que nos quedamos intentamos poner nuestro granito de arena en la construcción de esta ciudad", recuerda emocionado.
En Orán y su área circundante, conocida como el Oranesado, los españoles fueron mayoría, por encima de la población originaria de Francia. Regentaban negocios como el tabaco, el esparto, las destilerías, las heladerías y numerosos bares y cafés. Socialmente, se encontraban a medio camino entre los privilegiados franceses de origen metropolitano y el desprecio que sufrían los árabes, la población autóctona relegada. "Los franceses no nos trataban demasiado bien pero los argelinos nos trataron mucho peor", rememora Eliane Ortega Bernabeu, nacida en Argelia de padres emigrantes. Su familia aguantó hasta 1982, cuando "la vida era ya muy difícil". Tras tantos años, rememora con nostalgia la luz de aquella ciudad en la que creció y el oranico, mezcla de valenciano, árabe y francés que chapurreaban coloquialmente.
Asumida identidad francesa
La mayoría de los españoles adoptaron la nacionalidad francesa, la lengua, las rutinas y hasta los nombres de pila. Eran comunes los Jean-Pierre Martinez, Pauline García, Agnès Moreno o Maurice Rubio. Algunos industriales españoles prosperaron, como ocurrió con el padre de Carlos Galiana, descendiente de familia alicantina con empresas en Orán, donde él mismo vivió su infancia y juventud. "Mi padre tenía una fábrica de anís. Cuando llegaba un español pidiendo trabajo, le decía 'pasa adelante'", recuerda el actualmente presidente de la Maison de France en Alicante.
El investigador Juan Ramón Roca, autor de Los españoles en la Argelia Francesa, emigración y exilio, cree que muchos españoles "terminaron por ser más franceses que los franceses", aunque otros eran reacios a nacionalizarse y perdían privilegios de cara a la administración. "Junto con los autóctonos, eran la clase más desfavorecida", cuenta. "Se relacionaban entre ellos y por eso aprendían a hablar el árabe perfectamente y los árabes cantaban coplas españolas", explica.

