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Gastrohistorias

El lujoso banquete de boda de María de Medici al que no acudió el novio

Castillos de salami, pájaros vivos bajo las servilletas, esculturas de azúcar de medio metro y mascaradas. Sólo faltaba el amor.

Castillos de salami, pájaros vivos bajo las servilletas, esculturas de azúcar de medio metro y mascaradas. Sólo faltaba el amor.
Matrimonio por poderes de María de Medici con Enrique IV de Francia (Jacopo da Empoli). | Wikimedia

En el año 1600, María de Medici celebró una de las bodas más suntuosas y surrealistas de la historia de Francia. Lo hizo en Florencia, con fuegos artificiales, platos exóticos, estatuas de azúcar y espectáculos teatrales. Solo faltaba una cosa: el novio.

El rey Enrique IV de Francia no asistió a su propia boda. Fue lo que se denomina un enlace por poderes, que era una variante que utilizaban los nobles o los reyes cuando uno de los cónyuges no estaba presente. En este caso, Roger de Bellegarde representó al rey como su apoderado porque Enrique IV estaba liado en Francia, según las malas lenguas, echando mujeres de su cama. Así que María, hija del gran duque de Toscana, Cosme I, no vio a su flamante esposo hasta semanas después de la boda, ya en territorio francés.

El matrimonio por poderes puede parecer muy poco romántico, pero es que el enlace entre Enrique y María no tuvo nada que ver con el amor. Por aquel entonces, la situación de Enrique IV, el primer monarca Borbón de Francia, era complicada: con 47 años, sin herederos legítimos y en la más absoluta ruina económica después de décadas de guerra civil entre católicos y protestantes. Ese famoso "París bien vale una misa", fue lo que dijo Enrique IV cuando se convirtió al catolicismo para acceder al trono.

El caso es que aprovechando que su matrimonio anterior con Margarita de Valois se había anulado apenas un año antes, el rey se casó con María de Medici porque aportaba exactamente lo que él necesitaba: una gran dote y un apellido poderoso. De hecho, María traía una dote estimada en 600.000 escudos de oro, que al cambio actual serían aproximadamente unos 120 millones de euros (solo contando el oro que contienen las monedas, sin tener en cuenta el valor adquisitivo). De ahí que a María se la apodase "la banquera". Muy poco romántico.

Esculturas de azúcar y pájaros en las servilletas

Pero volviendo al banquete nupcial, aquello fue un derroche de ostentación y extravagancia. Los reposteros y los artistas florentinos tallaron esculturas de azúcar que representaban dioses clásicos, animales fabulosos y escenas mitológicas. Según relata la historiadora y gastrónoma Ken Albala en Food in Early Modern Europe, estas esculturas de azúcar podían medir más de medio metro y requerían semanas de preparación.

El cronista Michelangelo Buonarroti narra que se metieron pájaros vivos bajo las servilletas que sorprendían a los comensales cuando, al desplegar las servilletas, salían volando por el salón. Este mismo cronista cuenta también que del techo descendían nubes cargadas de frutas y que, cuando se despejaron las mesas, estas se transformaron en espejos.

Cuentan las crónicas que se sirvieron ensaladas variadas, "castillos de salami", flanes salados, pasteles de carne, cochinillo asado relleno, tarta de ternera, frutas, quesos y, de postre, pastel esponjoso de almendra, rosquillas y un sorbete de leche y miel que fue muy alabado por los asistentes.

Y, por si fuera poco, durante la boda se organizó una naumaquia (una batalla naval simulada) en el río Arno, según recoge la obra The Medici Weddings 1589 and 1600 de James Saslow. Y, por supuesto, bailes, mascaradas, fuegos artificiales y música compuesta expresamente para la ocasión.

Lástima que Enrique IV se lo perdiese…

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