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Miguel Hernández y España

Miguel Hernández ha quedado, y es triste decirlo, para ser manipulado por los dueños del aparato cultural e ideológico de un Estado sin nación, a la deriva.

Miguel Hernández ha quedado, y es triste decirlo, para ser manipulado por los dueños del aparato cultural e ideológico de un Estado sin nación, a la deriva.
Cuentos de Miguel Hernández | LD

Pedro de Tena hizo ayer en este periódico una exacta reivindicación de España. Exacta, sí, por poética. Reivindicó líricamente a un poeta de España. Pedro miraba a la izquierda totalitaria con el cuchillo entre los dientes. Hacia un ejercicio de pedagogía clásica. La letra con sangre entra: pretendía enseñarle a esa gente la España de Miguel Hernández. Quizá el poeta más manipulado de la "Promoción de 1935". Esa ridícula y analfabeta izquierda, aseveraba Pedro, nunca leyó y sigue sin leer la España de Miguel Hernández: "Nunca medraron los bueyes/ en los páramos de España". Quisiera creerlo. Pero tiendo a pensar que eso pasó. El desastre cultural y político de España es hoy de tal envergadura que mentiríamos si no dijésemos que, aquí y ahora, es una excepción reivindicar, la nación española, España. Nunca jamás la izquierdona cultural se atreverá a cantar:

No soy de un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

Miguel Hernández ha quedado, y es triste decirlo, para ser manipulado por los dueños del aparato cultural e ideológico de un Estado sin nación, o sea, un Estado a la deriva. Mientras España siga postrada ante los separatismos y la dictadura "progresista" del sanchismo, nadie sabrá bien quién fue, en verdad, Miguel Hernández. Seguirán sin saber que representa la poesía de Miguel Hernández. Nunca sabrán de dónde viene su poesía y quiénes fueron sus maestros. Pero, si alguien quisiera averiguarlo en serio, le aconsejo un magistral ensayo del poeta y humanista Antonio Piedra: Baltasar del Alcázar y Miguel Hernández. El poeta sevillano del Siglo de Oro fue, sin duda alguna, la fuente clave de Hernández, que se lo dio a conocer José María Cossío, mientras el oriolano colaboraba en la primera edición de Los Toros. Rodríguez Marín había hecho, en 1910, una edición de sus Poesía para la Real Academia de la Lengua Española con un retrato del poeta hecho por el suegro de Velázquez, Francisco Pacheco. Esa fue la edición que le prestó el genial Cossío a Hernández. Ahí está la fuente, dirán los exquisitos filólogos, de Hernández. Otros, entre amigos y burlas veras, dirían y los plagios del poeta de El rayo que no cesa.

La grandeza ensayística de Antonio Piedra reside en mostrar, por un lado, los tres niveles de la lectura de Hernández de la Poesía de Baltasar Alcázar. El primero se refiere a la asimilación temática y la coincidencia en la forma. El segundo tiene que ver con la concreción léxica y el tercero encaja en la formulación de orden gramatical y asociaciones de retórica literaria. Muestra, sí, la fuente principal de donde brota la obra de Hernández. Pero, por otro lado, demuestra, con precisión matemática y métrica, o sea poética, las coincidencias, o mejor, los préstamos que tomó el de Orihuela del satírico e irónico poeta sevillano de nuestro Siglo de Oro. ¡Préstamos o plagios! ¡Qué más da! Y es que, al comienzo o al final, don Eugenio D'Ors, tenía razón: "Lo que no es tradición es plagio". ¿ O acaso no hay continuidad entre Una fiesta de toros en Los Molares ,de Baltasar de Alcázar, y una Corrida Real, de Miguel Hernández? El primer poema fue escrito en el siglo XVI y el segundo en el siglo XX. Ambos son cúspides de la poesía taurina narrativa… ¡Poesía taurina! Esos son palabras mayores. ¡Qué entenderán de eso los sátrapas del Ministerio de Cultura! Nada. Pues eso, dejemos que la izquierdona chapoteé, como dice Pedro de Tena, en lo ridículo, mientras nosotros leemos a poetas cultos como Antonio Piedra.

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