Cervantes, como todo escritor inteligente, tiene muy presente a los tontos. Don Tonto he recordado hace poco que llamó a su Quijote. Es sabido que hay tontos con varias carreras universitarias, tontos que perpetran tonterías en varios idiomas, tontos que van de listos memorizando las solapas de los libros a los que hay que sumar la legión de tontos que ya descubrió Tomás de Aquino. Pero, ojo, que la inmensidad de esta presencia viene del Eclesiastés donde un Salomón algo piripi afirmó que el número de los tontos, que lo rodeaban como avispas, es infinito.
El perro Berganza le confía coloquialmente a su amigo Cipión en el Hospital de la Resurrección de Valladolid que se puede decir una necedad tanto en latín como en romance. Es más, asegura haber visto letrados tontos, algo de lo que cualquiera puede dar fe a estas alturas. No llegó el manco de Lepanto a la precisión del buey mudo "aquinate" que los distinguió por clases - asyneti, cataplex, credulus, ,thtuus, grossus, ¡jebes, idiota, imbecillis, inanis, incrassatus, inexpertus, insensatus, insipiens, nescius, rusticus, stolidus, stultus, stupidus, tardus, turpis, vacuas y vecors-, pero supo ver que hay tontos maliciosos, e incluso ambiciosos, y tontos de buen corazón como su fiel Sancho, por ejemplo, "tonto aunque verídico".
Urganda la Desconocida ya destacaba que el que componía papeles para entretener doncellas era un tonto. El "Roto de la mala figura" era tonto comiendo tan deprisa que no daba espacio de un bocado al otro. Sancho acompañó a veces a tontos amantes de maletas ajenas. Incluso el Cura y el Barbero consideraban tonto y embaído (embaucado) a un Quijote enjaulado. Tontas podían ser las mujeres rústicas gastando lo obtenido por sus maridos gobernadores discretos y tontos los que gobiernan, si bien Dios podía encaminar al bien sus malos juicios. Esto de la intervención del Cielo era tan apropiada que don Quijote admite que Sancho Panza, gobernando la Barataria, lo estaba haciendo discretamente, por un tiempo al menos, porque la divinidad "del estiércol sabe levantar los pobres, y de los tontos hacer discretos." Sancho, por lo menos, prefería, tal vez con sano criterio, ser tonto a ladrón, algo poco de moda en estos días.

Tonto asimismo era el cristiano que hacía caso de "agüeros" y eran tontos los poetas como Mauleón, que "académico de burla de la academia de los Imitadores, a uno que le preguntó qué quería decir Deum de Deo (Dios de Dios) y respondió que "dé donde diere". No digamos nada de los poetas indignados tontos, que más que versos componían "perversos". También encontró Cervantes perras madres tontas como La Camacha, maliciosa y bellaca por más señas. Pueden parecer tontos los pobres pero porque la necesidad y la miseria oscurecen su sabiduría. Otros, como su admirador Apolo Délfico, reconoce que hay atontamientos transitorios provocados por las batallas y la lectura de poetas inspirados en la sangre de los malos. Pero es de relieve que reconozca en el Persiles que el problema de los tontos sea que no saben murmurar ni maldecir. Claro.
La riqueza de vocabulario del Quijote
Sin embargo, hay una clase de tontos presentes especialmente relacionados con su Quijote que Cervantes no pudo describir ni imaginar siquiera. Yo los he conocido. Son esas personas fatuas que dicen que lo han leído de un tirón en una sola tarde, o en una sola noche, o en un solo día. Son tontos de baba porque son mentirosos de pacotilla a los que se coge mucho antes que a un cojo, con perdón del discapacitado. Pondré como ejemplo el capítulo I de la primera parte, probablemente el único que bastantes españoles se han leído.
Como hay tantas ediciones, voy a elegir una clásica, que está contenida en las Obras Completas de Cervantes impresas precisamente en Argamasilla de Alba por Manuel Rivadeneyra en 1863 por favor de don Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza.
¿Por qué digo que es de tontos mentirosillos afirmar que se lee el gran libro español en un ratito, aunque sea tan largo como una noche? Por mi propia experiencia. Hace unos días mi amigo José Luis Roldán, que alguna vez escribió por estos lares, me transmitió que había decidido relacionar en una libreta toda palabra española desconocida que encontrara en grandes autores nacionales. Me mostró algunas y ambos nos lamentamos de la riqueza de vocabulario que se está perdiendo para las nuevas generaciones en España. Yo me dolí además de la incultura que padezco por haber dilapidado tanto tiempo en batallas inútiles, cosa, por cierto, demostrativa de mis pocas luces.
Entonces, recordé que cuando leí el Quijote más en serio que de niño -que sólo leí un resumen pulga que al menos me aportó una idea general -, anoté las voces y las veces que había tenido que usar el Diccionario u otras fuentes (que he actualizado por mor de este artículo) porque no sabía el significado de muchas palabras, de nombres, de cosas y/o expresiones. Recuperé las del capítulo primero. Y eran las que siguen:
- Lanza en astillero: El astillero era un soporte o especie de percha donde se colocaban las astas, picas, las lanzas, etc.
- Sayo de velarte: El sayo era una casaca antigua, larga, hueca y sin botones y velarte era un paño negro y lustroso usado para capas.
- Vellorí: Paño entrefino del color pardo de la lana.
- Feliciano de Silva: Autor de libros de caballerías como Lisuarte de Grecia, del ciclo de Amadís de Gaula, nombrado por Cervantes.
- Belianís: Protagonista de la Historia del magnánimo, valiente e invencible caballero don Belianís de Grecia, libro de caballerías del licenciado burgalés Jerónimo Fernández.
- Palmerín de Inglaterra: libro de caballerías portugués de Francisco de Moraes
- Caballero del Febo: Protagonista del libro Dechado y remate de grandes hazañas donde se cuentan los inmortales hechos del Caballero del Febo el troyano, y de su hermano don Hispalián de la Venganza, hijos del grande Emperador Floribacio, de Esteban Corbera.
- Amadís de Grecia: Libro de caballerías de Feliciano de Silva, el autor preferido de don Quijote, noveno de la trama de Amadís.
- Morgante: Protagonista del libro de caballerías Libro del esforzado gigante Morgante, no demasiado alto según aclara luego Cervantes.
- Reinaldos de Montalbán o Rinaldo di Montalbano o Renaud de Montauiban: Personaje habitual en libros de caballerías franceses.
- Ídolo de Mahoma: En la web Magister Humanitatis, se le localiza en el Codex Calixtinus. El supuesto ídolo con figura de hombre, que estaba en alguna parte de Cádiz, fue construido en bronce (oro dicen otros) por el propio Mahoma.
- Imperio de Trapisonda: Trapisonda o Trebisonda es topónimo derivado de la antigua Trapezous, capital de una de las cuatro partes en que se dividió el imperio bizantino en el siglo XIII (Sonia Garza Merino, La Trapesonda (2002), Centro de Estudios Cervantinos).
- Celada de encaje: Es un casco que tiene una pieza ancha que defiende la barba y el cuello y encaja sobre la coraza.
- Morrión: Según María Moliner, "Casco de armadura de forma esférica, con un reborde a modo de ala y un adorno desde la parte anterior a la posterior dividiéndolo en dos mitades".
- Caballo de Gonela: Al parecer, Gonella era un bufón de la corte de Ferrara que tenía un caballo macilento y escuálido. El latinajo que añade Cervantes, tantum pellis et ossa fuit, puede traducirse como que era sólo piel y huesos y procede de Plauto, según Antonio Barnés, de la Universidad san Pablo, CEU.
- Caraculiambro: Gigante, dueño de la ínsula de Malindrania, que encantó a la infanta Antonomasia, otro personaje de El Quijote (Véase el capítulo XXXVIII de la segunda parte) y la convirtió en una simia de bronce.
- Galalón: En realidad es Ganelón, el padrastro traidor de Roldán, el héroe de Roncesvalles que miraba a la muerte de frente.
Recordado esto, he de decir que en leer con sentido y entendimiento - esto es, sabiendo qué significa lo que se lee -, sólo el capítulo primero del libro del gran Cervantes, podría tardarse, si uno es un superdotado y siendo optimista, alrededor de media hora. Eso sin considerar la lectura de las notas en las ediciones críticas o tratar de responderse interrogantes colaterales.
¿Cuánto se tarda en leer el Quijote?
Ahora bien, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha consta de 126 capítulos, introducciones y demás textos adjuntos aparte, lo que significa que una lectura veloz completa tendría que emplear no menos de 63 horas, esto es dos días y 15 horas seguidas sin comer ni dormir. Comiendo y durmiendo, o si se quiere, dedicando a la lectura 12 horas diarias, un lector incansable, animoso y privilegiado en cualidades, emplearía más de cinco días enteros en disfrutar de la obra más importante de la literatura española.
Muchos creerán que lo que antecede puede desanimar a muchos niños, jóvenes y adultos a enfrascarse en la lectura de El Quijote. Nada más lejos de mi intención. Se trata de desenmascarar a los tontos que cuentan para darse importancia que este es un libro que se lee en un santiamén o dos dando paso a decepciones indebidas. No es cierto.
Pero sí lo es que el libro de Cervantes aporta una riqueza verbal, una imaginativa colección de personajes, un sentido del humor y la ironía, una explicación de España y los españoles, unos misterios y secretos a escudriñar y unas historias por desarrollar que, por dejarlo ahí, es un deber moral nacional leerlo y una aventura intelectual y estética sin parangón adentrarse en sus páginas.
Hay quien ha propuesto que la lectura de este inmenso libro universal sea obligatorio en las escuelas públicas y privadas españolas. No me gustan las obligaciones. Pero sí creo que en este IV Centenario de la muerte de don Miguel de Cervantes, en abril de 1616, bien podría haberse financiado una serie completa de televisión (a lo que podrían haberse sumado desarrollos en otros formatos, juegos y demás parafernalias actuales), costeada y patrocinada por todos y por todo lo alto como una empresa de interés nacional. Pero, claro, para ello habría hecho falta que España fuese una nación y que tuviera un gobierno digno de tal nombre. Demasiado pedir a un reino que se nos ha viciado de tontos y mangantes sin la más elemental oposición de los hombres y mujeres de bien.

