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Emilio Lara: "La libertad hay que ganársela constantemente"

El novelista regresa a las librerías con Tiempos de Esperanza, ganadora del II Premio de Narrativas Históricas Edhasa.

Emilio Lara, en el cento. | Edhasa

Emilio Lara (Jaén, 1968) se define como una rara avis dentro del grupo actual de novelistas históricos: "He pensado y escrito mucho sobre el tema, y he llegado a conclusiones muy personales sobre lo que debe ser, en mi opinión, una novela histórica", dice al poco de contestar al teléfono. Sus ideas acerca del tema no son las de un cualquiera, no en vano ha ido afianzando su nombre entre el de los 'novelistas históricos' más leídos del país. Ahora llega a las librerías su tercera novela, titulada Tiempos de esperanza (Edhasa), y de esa manera se ha presentado la excusa perfecta para que pueda atender a Libertad Digital y exponer sus consideraciones acerca de uno de los géneros más populares del panorama nacional.

PREGUNTA: ¿Cuánta responsabilidad tienen los escritores que cultivan la novela histórica?

RESPUESTA: Bastante, aunque ese es un tema delicado. Tienes que tener en cuenta que una novela histórica es básicamente un relato ambientado en el pasado. Nada más. Y nada menos. El novelista histórico debe recrear la forma de vida de una época pasada sin que se noten sus artificios. No debe lastrar la lectura acumulando datos y más datos; y nunca debe perder de vista que la finalidad de su trabajo es entretener al lector.

P: Lo decía porque, muchas veces, esos escritores ayudan inevitablemente a instaurar un relato interpretativo concreto del momento histórico que narran…

R: Claro… Lo que pasa es que hay que diferenciar. Existen las novelas históricas y las historias noveladas; y a mí, personalmente, las historias noveladas no me interesan nada. A mí me interesa un tipo de literatura concreta, como la de Robert Graves, por ejemplo. En sus novelas confluyen los grandes temas constantes de la humanidad: el amor, el odio, la lealtad, la traición… Y eso es lo que le hace genial, no el hecho de que explique de manera perfecta unos acontecimientos históricos concretos. Luego, eso sí, las novelas históricas deben ser verosímiles, y deben transportar al lector a la época en la que están ambientadas. En ese sentido, para mí, una novela histórica increíble es El nombre de la rosa, de Umberto Eco. En ella unos personajes inventados viven una serie de aventuras y tratan de resolver unos crímenes en una abadía también inventada; pero la representación del espíritu medieval, y el profundo conocimiento del momento histórico europeo del siglo XIV que rezuman las páginas es admirable. Ninguno de los personajes existieron en realidad, ¡pero qué más da! En España, en ese sentido, el mejor novelista histórico que tenemos es Arturo Pérez-Reverte. Comenzó siendo nuestro Alejandro Dumas y ha terminado siendo nuestro Víctor Hugo. No sé cuándo le darán el Princesa de Asturias o el Cervantes, pero se lo merece desde hace tiempo.

P: Una denuncia recurrente es la de la utilización partidista de la historia, y la de la consolidación de relatos que degradan la verdadera vocación de imparcialidad de la disciplina histórica. Sabiendo eso, ¿cómo debe adentrarse un lector a una novela histórica?

R: De forma desprejuiciada. Una buena novela histórica, como ya te he dicho, debe acercar lo mejor posible al lector a otras épocas. Y revisando acontecimientos del pasado nos damos cuenta muchas veces de que no hay nada nuevo bajo el sol. Todas las épocas han sido belicistas, lo que pasa es que este mundo de la instantaneidad ha magnificado las nociones que tenemos de nuestro presente. La historia sirve para dialogar con el pasado, y para que el lector viva las vidas que no ha podido vivir… Pero precisamente por eso debe intentar también ser lo más imparcial posible. En España desde hace tiempo, sin embargo, determinadas personas vinculadas a ciertas ideologías no hacen otra cosa que mirar por el retrovisor. Y no hablan de la historia, sino de un imaginario inventado que les sirve para reivindicar sus ideas. Un ejemplo claro lo encontramos en Cataluña, pero no es el único sitio. En todos los bandos existen personas así… Y esas personas, intoxicadas ideológicamente como están, siempre van a verlo todo de manera partidista.

P: ¿Además de los que ya has mencionado, qué otros novelistas históricos recomiendas?

R: Hay muchos. Una buena novela histórica no se diferencia en nada de una buena novela de cualquier otro género. Lo más importante es que describa bien una sociedad determinada… Galdós por eso fue el mejor novelista histórico de nuestro siglo XIX. Sus Episodios Nacionales siguen siendo hoy en día igual de modernos que cuando se publicaron. Y sus otras novelas, con el paso del tiempo, se han convertido en novelas históricas estupendas también. La fiesta del chivo de Vargas Llosa es, para mí, la mejor novela histórica escrita en español del siglo XX… Hilary Mantel ha revolucionado el género y me entusiasma… E incluso considero que La colmena, de Cela, es también una novela histórica buenísima…

P: ¿Estás queriendo decir que cualquier novela social es histórica?

R: Exacto. Eso es lo que pienso. Mi visión de la novela histórica está muy influida por la literatura anglosajona. Los americanos hacen muy bien dos cosas: por un lado las sagas familiares, y por otro las historias engranadas perfectamente en la sociedad de un momento determinado. Y eso es novela histórica porque utiliza un tiempo concreto de la historia de una sociedad para construir un relato.

Luego, eso sí, existen novelas históricas mejores y peores, como en todo. No creo que el género histórico sea automáticamente peor que otros. La clave es que una obra tenga lectores transversales, que sean de las edades e ideologías más diversas… Eso nos devuelve a lo que hemos hablado antes, porque aunque la historiografía busca siempre una cierta objetividad, en ella surgen inevitablemente corrientes contrapuestas, y por tanto en la novela histórica también. En ese sentido a mí no me interesan las novelas hechas como una piedra para lanzar al rival, o pensadas para reescribir la historia.

P: Una de las cosas que más destaca de Tiempos de esperanza es esa vuelta a los héroes de corazón puro…

R: Sí. A mí me encanta el cine, y mi director favorito es John Ford, cuyos protagonistas casi siempre eran personas normales y corrientes que, de pronto, se tenían que enfrentar a acontecimientos excepcionales. Me encantaba porque siempre acababan sacando lo mejor de ellos mismos. En la novela histórica sucede algo parecido en un momento determinado. Los ingleses son los que comienzan a escribir historias centrándose en los soldados rasos antes que en los reyes y generales. Es algo que me llama especialmente la atención. Me gusta escribir historias de las personas contrapuestas a las élites, que viven los acontecimientos de su época de manera personal, y que también deben enfrentarse a esos grandes retos resueltamente y con valentía. Pero por otro lado te tengo que decir que mis héroes tienen algo de antihéroes. Es algo que me viene del Quijote y que no puedo remediar.

P: Hablando del nuevo enfoque en la novela histórica, pienso en La paradoja de la historia de Nicola Chiaromonte y en la contraposición que hace entre la historia como la entendía Víctor Hugo, por ejemplo, con esa idea del destino, y como la entendía Tolstoi, mucho más consciente de la imposibilidad de comprenderla. ¿Tú a qué corriente te adscribirías?

R: Bueno yo creo que la historia no es únicamente lo que le sucede a uno, sino también lo que le sucede a los demás. No creo que sea un ente abstracto al que rigen unas leyes inamovibles y estudiables. En alemania ha cobrado fuerza una cosa que se llama historia de las emociones, que busca trabajar precisamente la individualidad en la historia. Yo estoy más adscrito a esta idea. La historia la hacen las personas, aunque evidetemente existan hombres y mujeres que son más determinantes que los demás en los acontecimientos que marcan el rumbo de una sociedad. Mis novelas tienen esta visión. Me gusta unir la macrohistoria con la microhistoria.

P: ¿Qué querías contar entonces de ese año trascendental de 1212?

R: 1212 es un año importantísimo. Mi novela habla de la Cruzada de los Niños, pero también se adentra en ese intento del imperio almohade por derrotar a los reyes cristianos de la península. Es el año de la batalla de las Navas de Tolosa y el momento en el que consiguió frenarse lo peor del extremismo islámico que había entrado con fuerza en la península. En el fondo es uno de los tantos momentos de la historia de la humanidad en el que el hombre ha demostrado que puede sobreponerse a cualquier época oscura… De ahí lo de "Tiempos de esperanza".

P: ¿Y cómo ves la situación histórica actual?

R: Pues es curioso, porque mirando la historia comparada es indudable que vivimos el mejor momento histórico de la humanidad. Es el momento con menos conflictos bélicos, con menores enfermedades mortales, en el que se han alcanzado las mayores cotas tecnológicas… Lo que pasa es que somos un poco masoquistas. Y en España sobre todo. La historia de España no es ni más ni menos desagradable que la de cualquier otro país europeo. Está hecha de luces y de sombras. Y creo que la percepción negativa que tenemos tiene que ver con que no tenemos un relato cinematográfico potente en el que todos nos sintamos reflejados. Pero a la mínima que sale algo decente nos encanta. No hay más que ver el éxito que tuvo la serie Isabel

En cuanto al tiempo actual, creo que las cosas no son excesivamente diferentes a otros momentos. En España, por la orografía que tenemos siempre hemos sido muy localistas. Todos somos muy de nuestra patria chica. Pero a diferencia de lo que piensan algunos, yo también veo que aquí existe una enorme voluntad de convivencia. A veces podemos tener la sensación contraria porque vivimos en una sociedad muy enrarecida por la tecnología, en la que nos comunicamos sobre todo por las redes sociales. Y las redes sociales tergiversan mucho la realidad. Fuera de ellas, en el mundo exterior, te das cuenta de que la gente no es tan vehemente ni belicista, y que en el fondo todos estamos más dispuestos a entendernos de lo que parece. Por eso estoy convencido de que todo va a ir bien. Y en eso creo que un personaje crucial va a ser el rey Felipe VI.

P: ¿Tú crees? Ten en cuenta que no es una figura que goce de las simpatías de todos los españoles...

R: Bueno, la figura del rey lleva tiempo siendo cuestionada. Pero precisamente Felipe VI ha sido un gran personaje histórico para España. Su discurso condenando el secesionismo catalán fue algo que ayudó a los españoles a encontrar el rumbo nuevamente hacia la esperanza en el futuro, en un momento en el que nadie entendía muy bien qué estaba pasando. Creo que va a seguir siendo importante en los tiempos que vienen.

P: Para terminar. ¿Qué enseñanza te gustaría que la gente sacase de Tiempos de esperanza?

R: Que la libertad hay que ganársela constantemente. Que nada es gratuito y que cada nueva generación debe seguir conquistando sus derechos y libertades a sangre y fuego, porque nada está asegurado.

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