Menú

La cultura tiene sexo

Tenemos que dejar de impregnar de ideología la cultura o nuestro increíble bagaje cultural acabará reducido a escombros.

Tenemos que dejar de impregnar de ideología la cultura o nuestro increíble bagaje cultural acabará reducido a escombros.
Miguel de Cervantes y Juan de Mariana | Wikipedia / Libertad Digital

Escribo en mi refugio del Barrio de las Letras. Unos gritos en la calle me despiertan del naufragio entre las musas, la espuma de cerveza y un piano viejo. Un guía turístico destaca allí afuera, ante una nube de atentos boquiabiertos, las bondades de nuestra literatura y el significado que tienen estas casas en muchos de nuestros más ilustres hombres de letras: desde Cervantes hasta Lope. Se detiene ante los medallones con rostros de grandes escritores de una fachada de la esquina de Manuel Fernández y González, y por un instante he pensado que iba a aprovechar para vociferar algún poema por el megáfono o exaltar la prosa, el verso o el teatro de varios de ellos. No. Para mi sorpresa y la de los turistas, el tipo exclama: "¿Nada les llama la atención? Claro que sí. Lo más llamativo de estos viejos medallones es que no hay escritoras. Sí, señores, no hay escritoras. ¡Así como lo están viendo! Todos son hombres. ¡Ahora nos parece increíble que se oculte así el talento de las mujeres! Ya se sabe, aquella España…", ha dicho, escupiendo una suerte de disculpa histórica en nombre de los españoles –a mí no me incluyas— y conquistando al instante el célebre galardón de Tonto del Año.

Imagino que después, dos calles más allá, frente a las Trinitarias, el tipo habrá pedido perdón por el terrible hecho histórico de que Cervantes sea Don Miguel y no Doña Miguela. Quizá hasta queme en un infiernillo nuestra obra más universal, jaleado por los turistas, para mostrar su rechazo a la aterradora circunstancia de que las majestuosas aventuras las haya protagonizado un tal Quijote y no una buena Quijota de armas tomar como la posmodernidad analfabeta manda.

Habrá quien me reproche que es un tanto injusto el calentón con un hombre anónimo que intenta hacer su trabajo, a menudo ingrato. Lo cierto es que no es contra él, pobre, qué mirada tan triste hacia lo nuestro, sino contra la horrible enfermedad cultural que se detecta en el síntoma que exhibe. Tenemos que parar esto. Tenemos que dejar de impregnar de ideología la cultura o nuestro increíble bagaje cultural acabará reducido a escombros, gozando de un prestigio similar al que atesora el cine español, que comete a diario el mismo pecado desde tiempo inmemorial.

Si impusieron paridad frente a mérito en las empresas, si reescribieron manuales enteros y obligaron a los colegios a moldear la historia al gusto de la mente progresista del 2022, si se dejan en cada presupuesto millones en campañas para tutelar y manipular a la mujer, tratándolas como si fueran seres incapaces e inferiores, parece razonable que alguien termine pensando que lo más destacable del Barrio de las Letras de Madrid es que en una fachada histórica está estampado el rostro de varios célebres escritores y no hay autoras. Qué ocasión perdida por el señor del megáfono, también, para mencionar los honores que la historia de nuestras letras rinde a Emilia Pardo Bazán, a Concha Espina, a Rosalía, a Carmen de Icaza, María Moliner o qué sé yo. Pero se trataba de torpedear lo nuestro, de enfangarlo con bobadas de este tiempo, de mezclar churras con merinas en definitiva. Que no deja de asombrar que, tras los esfuerzos de los progresistas para desterrar el sexo y la biología, ahora resulta que lo de nuestros antepasados era sexo, y un sexo super biológico y condicionante, en opinión de nuestros ideólogos sin ideas.

A veces pensamos que las idioteces de nuestros políticos se detienen en la puerta del Congreso. Que toda esa charlatanería de reinterpretación cultural e histórica solo sirve para que los diputados con menos luces brillen durante unos minutos, y que algunos columnistas escribamos por enésima vez un artículo titulado "¡Qué barbaridad!". Pero no es así. Por supuesto que el discurso simplista que brota de la tribuna de oradores se filtra por todos los poros, por otras administraciones, por los consejos de administración de las grandes corporaciones, que no pierden una sola ocasión de hacer el ridículo pensando que están haciendo RSC, y por los medios, las escuelas, los bares, y las calles. Y acabamos teniendo a un tipo frente a toda la maldita historia de la literatura del Siglo de Oro, diciéndole a un pelotón de extranjeros que lo más llamativo de todo eso es que no han pasado suficientes escritoras a la posteridad porque antaño éramos un país muy atrasado y embrutecido, no como ahora que somos sanchistas, adelantados, sostenibles, y completamente gilipollas.

No me había repuesto del enfado, cuando una señora que sale por la tele vomita un discurso en Pasapalabra, tan disparatado como condescendiente, para afear a los Hombres G la letra de Sufre mamón, instantes después de cantarla y bailarla como una loca. Por lo visto, es machista, utiliza a la mujer como mercancía, y es homófoba porque llama "marica" al idiota del protagonista. David Summers le ha respondido en Twitter con una paciencia y educación encomiable: "Si tanto os ofende, ¿por qué la ponéis en vuestro programa?". A veces una inocente pregunta repleta de sentido común es lo más eficaz para dinamitar el debilísimo caparazón ideológico del progre contemporáneo. La respuesta la sabemos: porque es mentira, no ofende a nadie, no hay ni una persona en el mundo ofendida por Sufre mamón, con excepción del niño pijo del Ford Fiesta blanco.

Admito, en fin, que no dejan de asombrarme las ramificaciones inesperadas de la pandemia de estupidez que nos ha tocado vivir.

En Cultura

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal