Colabora

Emilio Lara: "Es imposible establecer ningún cortafuegos contra el tonto"

LD entrevista al novelista jienense con motivo de la publicación de su última novela, Venus en el espejo (Edhasa, 2023).

Emilio Lara, posando en la Plaza de Santa Bárbara de Madrid. | C.Jordá

Emilio Lara (Jaén, 1968) se zambulle en la Italia hermosa, dura y cuasi española del siglo XVII en su última novela, Venus en el espejo (Edhasa, 2023). Olimpia Maidalchini, la cuñada de Inocencio X, es la médula espinal del libro. Los lectores habituales de este doctor en Antropología comprobarán que es el personaje mejor tallado, el mejor acabado de toda su bibliografía. En torno a este Sol femenino, cálido e hirviente, orbitan, entre otros planetas, el citado pontífice o el propio Velázquez; en torno al pintor español, la modelo y pintora Flaminia Triunfi. En realidad, el propósito innegociable del escritor pasaba por narrar la aventura del genio sevillano con la joven italiana. Y lo hace en una obra de madurez, solidísima, contenida, libre de farfollas, tan amable como dura. Contradiciendo a los presentistas, ergo hablando del presente utilizando elementos del pasado. LD le entrevista en una terraza de Alonso Martínez, mientras nos acecha una señora emperifollada que amenaza con vendernos una exclusiva sobre Emiliano Revilla.

P: Sé que no soy el primero que se lo dice, pero la evidencia es salvaje: esta es una novela de madurez.

R: Sí. Se necesitan años para escribir la novela que he querido escribir en el sentido de tener cierta experiencia, de haber escrito varios libros, de haber conocido a muchas personas, de haber viajado, de haber reflexionado y de haber probado la miel y la hiel de la vida.

Entrevistador y entrevistado, reflejados en un metal | C.Jordá

P: La inspiración prende cuando, digamos, reaparece el retrato de Olimpia Maidalchini, un cuadro desaparecido durante tres siglos.

R: Más que la inspiración, el detonante. Cuando leo en los suplementos culturales de los periódicos la noticia sobre este cuadro, me quedo absolutamente flipado. No sabía nada de este personaje, le voy siguiendo, durante varios días, la trazabilidad al cuadro y, cuando veo que se subasta y se vende a un comprador anónimo, ahí se terminó la historia del cuadro, pero empezaba para mí.

P: Olimpia Maidalchini, protagonista cuasi absoluta de Venus en el espejo.

R: Es una novela de mujeres, no para mujeres. Es una novela de mujeres porque las protagonistas son Olimpia, la Papisa, la mujer que gobernó el mundo desde Roma, muy ambiciosa desde el punto de vista político, económico y artístico, porque gran parte de la belleza de la Roma del XVII la encarga ella, y luego, la otra protagonista es la modelo del cuadro de Velázquez Venus del espejo, una mujer muy joven, de veinte años, inteligente, pintora, muy bella, que es el amor de la vida de Velázquez. La novela no es feminista, tal y como se entiende hoy en día el feminismo; sí es una novela de defensa de la mujer desfavorecida o desprotegida.

P: Olimpia, "una cirujana de almas", le dice a su cuñado, Inocencio X: "Tú pondrás el intelecto, y yo, el empuje".

R: El Papa, su cuñado, era muy inteligente, pero tenía una personalidad débil. Era un hombre muy retraído, no tenía valor para afrontar las cosas de la vida. Ella era muy inteligente, tenía una personalidad poderosísima y tenía una visión de futuro, de cómo ver las palancas del poder, espectacular. Ella es el GPS para que él sea Papa.

Un ejemplar de 'Venus en el espejo', sobre la mesa | C.Jordá

P: Olimpia desarrolló una ingente labor para evitar que ciertas mujeres, "por el hecho de nacer pobres", fueran condenadas "a ser putas o monjas".

R: Una mujer sola no tenía otra cosa que hacer. Muchas de las viudas, cabe recordar que entonces no existían las pensiones de viudedad, si no había patrimonio personal de por medio, tenían como destino meterse a putas o a monjas. Era la forma que tenían de garantizarse un techo y, al menos, una comida caliente al día. A Olimpia, siendo adolescente, su padre la mete en un convento contra su voluntad. Ella se las apaña para, meses después, escaparse del convento. Entonces, no quiso que una mujer sin posibilidades económicas tuviera el mismo destino que ella. Por eso, construye un pueblo, hospitales, orfanatos, centros de beneficencia… sólo para mujeres: viudas, antiguas prostitutas, niñas huérfanas… Se les prestaba servicios sanitarios, se les enseñaba un oficio e, incluso, se les aportaba la dote si alguna se quería casar.

P: En un diálogo con Inocencio X, dice Olimpia: "En el mundo abundan las personas simples y necias. Al menos, no exteriorices tu desdén hacia ellas cuando te veas obligado a recibirlas. Muchos carecerán de inteligencia, pero pueden ser muy útiles en otros aspectos. Ah, solamente, y si es posible, rehúye a los resentidos". "¿Por qué?", le pregunta el Papa. Respuesta: "Porque el fracaso se les sube a la cabeza. Son peligrosos". ¿Qué es más peligroso: un resentido o un tonto?

R: Un tonto, sin lugar a dudas. Mira, un famoso historiador italiano, Carlo Maria Cipolla, escribió un ensayo, con sentido del humor, para sus alumnos. Tuvo mucho éxito en la facultad, los alumnos lo fotocopiaban, pasó de mano en mano y, finalmente, se editó como libro. Establecía la teoría de que el fin del Imperio Romano se produjo por la proliferación de los tontos. Para reírse del uso abusivo de la estadística por parte de los historiadores, establecía una estadística según la cual los estúpidos eran muy peligrosos, porque hacen el mal sin tener un plan premeditado. Entonces, es imposible establecer ningún cortafuegos contra el tonto. Y lo del resentido es porque en la magnífica biografía de Gregorio Marañón Tiberio o el resentimiento, en el prólogo establece Marañón que lo que le sucedía a Tiberio es que era un resentido. Entonces, establece una teoría psicológica sobre el resentido que me parece de una enorme brillantez. Él decía que la única forma que había para evitar a un resentido era no tratar con él. Y que cuando alguien le hace un favor al resentido, al rencoroso, es como echar gasolina sobre ese rencor.

P: Si yo le digo "Masianello", usted me dice…

R: Un populista de manual.

P: ¿Ve herederos suyos en la política contemporánea?

R: No te quepa la menor duda. El populismo siempre ha existido, es muy viejo. Los antiguos griegos los llamaban "demagogos": eran la degeneración de la democracia. Gente que, con la oratoria inflamada, atizaban los bajos instintos y las emociones negativas de la gente. Sucede que el siglo XX fue un semillero de populistas y, hoy día, hay un reverdecimiento del populismo. Bien es cierto que nunca en la Historia tantos populistas, bien en Europa, bien en América, habían alcanzado el poder.

P: ¿Por qué se hablaba tanto español en la Roma del siglo XVII?

R: Porque Italia era, prácticamente, un barrio de España. La mitad de Italia pertenecía a la Corona española. ¡Sicilia y Nápoles pertenecían a la Corona de Aragón desde el siglo XIV! Entonces, Roma, en particular, era casi un barrio de los españoles. Mira, la Roma que más me gusta es la del entorno de la plaza de España, que se sigue llamando el barrio de los Pasos Españoles. En Roma, los españoles eran envidiados, temidos y admirados por parte de los italianos. Los españoles se sentían en Italia como en su casa. Por eso, creo que los españoles de hoy nos sentimos en Italia como en nuestra casa. No es que los italianos sean primos hermanos: es que son nuestros hermanos.

Lara, pensando una respuesta | C.Jordá

P: Escribe: "La liberalidad italiana contrastaba con la opresiva moral española. En un país existía una intensa alegría por vivir; en el otro, lo que no vigilaban los inquisidores lo espiaban los vecinos tras los postigos de las ventanas o los quicios de las puertas". ¿Esto se mantiene?

R: Por supuesto. La vieja’l visillo, el personaje de José Mota, ¿por qué es uno de sus arquetipos? La omnipresencia de la Inquisición que había en España no existía en Italia. Tampoco la obsesión por los judíos, por los conversos. Los propios cardenales, en El Vaticano, se reían de esta manía española…

P: Le van a atizar los defensores de la Leyenda Rosa por estas declaraciones.

R: ¿Por qué? Esto es absolutamente cierto.

P: Pues, precisamente por eso: porque defienden no la Historia, sino una Leyenda Rosa.

R: Mira, los Tercios de Flandes decían: "España, mi natura; Italia, mi ventura; Flandes, mi sepultura". Jesús: la España de hoy, desde el punto de vista del paisaje agrario, es mucho más esplendorosa que la de entonces. Entonces, España, prácticamente, era un secarral. La única agricultura de regadío era la de las vegas de los ríos y la de algunas zonas costeras. Imagínate lo que era, para un español, cuando iba allí y veía el paisaje italiano, el verdor, la dulzura del clima, contrastando con el secarral, con el clima tan duro, tan extremo, del interior peninsular. Luego, súmale la comida italiana, el vino italiano, las mujeres italianas… Además, en Italia se manejaba mucho dinero desde la Baja Edad Media, había una mentalidad más abierta y era la cuna del arte y de la intelectualidad de todo el mundo. Entonces, los españoles, bien por la pura sensualidad, o por interés intelectual, en Italia se sentían como en el Paraíso.

Emilio Lara, posando para LD | C.Jordá

P: Y a esa Italia llega Velázquez. ¿Cómo es su Velázquez?

R: Cuando quiero abordar mi Velázquez, me encuentro con un personaje que es un misterio dentro de la niebla. Yo quiero dotarlo de carnalidad. Es un genio, un tipo con un mundo interior muy rico, un hombre ensimismado, que ama con pasión su oficio y, a la vez, un hombre que, cuando llega a Italia, encuentra el amor de su vida: tiene cincuenta y tantos años, está en el apogeo de su carrera, pero encuentra un amor carnal y físico, además de una identificación actual con una mujer muy intelectual, pintora, como él, y muy joven. Entonces, se suelta la melena, encuentra un enorme compañerismo con los artistas de Italia, es admitido en las dos mejores academias que había en Roma… Él se encuentra libre y saca su verdadera personalidad.

P: El cuadro de Olimpia prendió la mecha de la escritura, pero ¿es el objetivo de la novela escribir sobre el romance del pintor con Flaminia Triunfi?

R: Ni más ni menos. Quería escribir esa historia de amor. Velázquez se siente en una encrucijada: "¿Qué hago? ¿Me quedo en Italia, me vuelvo a España?". ¡Estuvo dos años en Italia! Felipe IV no hacía más que mandarle cartas al embajador para que apremiase a Velázquez a regresar, y Velázquez, por supuesto, quería quedarse en Italia. Al final, sin embargo, volvió a España.

Un momento de la entrevista | C.Jordá

P: Vamos terminando, señor Lara: se cumplen 400 años del nombramiento de Velázquez como pintor de cámara de Felipe IV, y El Prado no está ni se le espera.

R: Sí, señor. Es una cosa muy hispánica. Parece que el centenario de Picasso lo ha colmado todo. Es una lástima que no se haya hecho ni una exposición sobre Velázquez, o un ciclo de conferencias, o programado actividades para conmemorar los 400 años del nombramiento de este sevillano como pintor de cámara del Rey Planeta. Pero bueno, lo que no ha hecho El Prado, lo hace la novela histórica.

P: Y, para acabar, escribe: "Cuanto más clásicos absorbo más moderna creo que se transforma mi escritura". ¿Qué clásicos le han acompañado mientras escribía Venus en el espejo?

R: Me han acompañado clásicos por tierra, mar y aire, o sea, en cine, música y literatura. En cine, John Ford y Clint Eastwood; en música, Bach, Mozart, Brahms, bandas sonoras…; en libros, cada vez leo más literatura anglosajona. Británica y, sobre todo, anglosajona.

Emilio Lara y Jesús F. Úbeda, justo al acabar la entrevista | C.Jordá

P: Creía que me hablaría de El Quijote.

R: ¡Hombre, por supuesto! ¡Es la novela de novelas! No hay novela que se pueda asemejar a El Quijote en nada. El Quijote cambia cada vez que lo lees: conforme nosotros cambiamos, cada relectura de El Quijote te da una versión diferente. Cervantes escribió una obra que lo superó.

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario