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"Últimos días en Trípoli" de Mario Garcés o la supervivencia en la escritura

Una obra fascinante sobre los umbrales morales que tuvo que sobrepasar una mujer a principios del siglo XIX en un sociedad decadente y opresiva.

Una obra fascinante sobre los umbrales morales que tuvo que sobrepasar una mujer a principios del siglo XIX en un sociedad decadente y opresiva.
Portada del libro de Garcés | Pinolia

Mario Garcés es una persona que no deja indiferente, probablemente porque en él abundan las diferencias donde sólo hay lugares comunes. Como político, ha marcado siempre un estilo propio muy alejado del común proceder del resto de los políticos. Basta con observar cómo se desenvuelve en la tribuna del Congreso de los Diputados oficiando la liturgia del parlamentarismo sin ningún papel en la mano, como un torero que recibe en la plaza a porta gayola. No pasa desapercibida su sinceridad que, en política, es un metal que tiende al envilecimiento de los demás.

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Mario Garcés

"Recientemente en un viaje a Tánger, en la aduana, me preguntaron qué profesión tenía, y no supe qué responder". Porque, en efecto, el que fuera Inspector de Finanzas del Estado con 23 años, amplió con el tiempo sus expectativas y se convirtió en jurista, académico, político, actor, coproductor de cine y, ante todo, escritor. "Se da la paradoja del político-escritor. Por un lado, hay quien piensa que puedo ser uno de esos políticos narcisistas con necesidad de autosatisfacer mi autoestima a través de un subproducto narrativo. En ese caso, existe un prejuicio originario que estigmatiza la obra sin haberla siquiera leído", comenta a Libertad Digital.

Basta con empezar a leer cualquiera de sus obras para comprobar que hay un auténtico escritor, quizá un gran escritor, de esos que las páginas de la crítica literaria rechazará por su origen político. "Recuerdo el día en el que, con ocasión de la publicación de mi obra Episodios extraordinarios de la historia de España, el crítico literario de la revista Tiempo, al que no conocía de nada, dijo que era la mejor prosa en español que había leído en el último medio siglo". Mario Garcés recuerda aquel momento con indisimulado rubor, aunque no en vano su prosa ha sido comparada con la de Mario Vargas Llosa o con la de Benito Perez Galdós.

"Para mí, la literatura tiene un efecto terapéutico, es una tabla de salvación. Crea un espejismo allí donde hay escombros políticos". Y nos cuenta que su oficio delirante de funcionario original le ha permitido ser disciplinado, algo así como un orfebre que necesita crear u observar lo creado cada día. "La literatura cabecea. Agoniza. Lo demuestra las firmas de las grandes Ferias del Libro, cuando ves enormes colas en casetas de autores ridículos. Recuerdo un año cuando firmaba con Jorge Edwards en la Feria del Libro de Madrid. Se había organizado una cola inacabable en la caseta que teníamos en frente. Con gracejo chileno me preguntó quién era y qué tipo de libros escribía. Le sonreí y le dije que lo mejor era no saberlo, porque era una subespecie más de la televisión basura con derecho a escribir. La literatura es un negocio obsceno y se trafica con material inmundo. Es así de triste".

Últimos días en Trípoli

Mario Garcés, tras el éxito de su obra anterior, La huella española en la ruta 66 (Pinolia), nos sorprende con un libro portentoso, basado en hechos reales, que se inserta históricamente en Trípoli (Libia), a principios del siglo XIX. Entre las quince mil almas que viven en la ciudad, un grupo de españoles se afanan por sobrevivir, entre la nostalgia de un pasado irrecuperable y un futuro incierto. En ese escenario de abandono, el destino de esos hombres apenas tiene ningún valor, como si sobre ellos se cerniera trágicamente una inclemente maldición. Pero, entre todos, hay una mujer, Irene de Souza, la hija del cónsul español, que se rebela no sólo contra los prejuicios de la sociedad en la que vive, sino contra las convenciones propias de ser mujer. "Irene de Souza construye su propia identidad a partir de una realidad no deseada y de sus sueños de libertad, en un equilibrio imperfecto que inevitablemente le lleva a ir rompiendo traumáticamente con la vida que los demás le quieren imponer. La hija del Cónsul se convierte incluso para los propios españoles en un verdadero problema. La libertad se confunde con la inmoralidad y la conversión de los deseos de la mujer en realidades tiene un coste que ella puede estar dispuesta a pagar, incluso con su propia vida."

El autor despliega, bajo una narrativa apabullante y prodigiosa, una estructura narrativa en la que todos los personajes de la obra, a lo largo de varias décadas, componen un laberinto de sentimientos y perplejidades donde la vida y la muerte discurren azarosamente. "Irene de Souza era un mujer ilustrada, inteligente y culta, que decidió ser coherente con sus convicciones, dejando a su paso cicatrices y huellas irrecuperables, y renunciando, llegado el caso, a su propia familia y entablando una relación sentimental y sexual compleja con dos hombres con los que convivió varios años."

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Las críticas a su obra han sido francamente excelentes. "Quienes opinan son buenos amigos y sólo espero que su generosidad no tenga contraindicaciones". No en vano, José Manuel García-Margallo ha dicho de la obra que es "brillante, turbador, apasionado, un libro que engancha desde el principio y lleva sin aliento hasta el final. Una novela de instintos, religión e intriga, escrita con una prosa ágil y un ritmo trepidante, que no dejará indiferente al lector." O el mismo Juan Carlos Girauta que afirma que es "una novela cautivadora y sin concesiones. Trípoli se abre a nuestros ojos de lector con una fuerza narrativa que no le dejará indiferente." Allí es nada, teniendo en cuenta que no son personas de halago fácil.

¿Y ahora qué? Es la pregunta que queda por formular a Mario Garcés. "Comienzo a desvelarme por la noche en torno a una historia que no revelaré pero que me tiene atrapado. Es cierto que tengo un encargo de una editorial para escribir un thriller sobre un asesinato en el Congreso. Pero no sé hacia dónde me llevarán mis demonios creativos". No deja de sorprender nunca. Y, si no, prueben a ver alguna película como Perdiendo el Este, El secreto de Ibosim o más recientemente La piel del tambor para ver sus interpretaciones como actor de reparto en escenas junto a Leo Harlem, Cayetana Guillén Cuervo, Rodolfo Sancho, Miriam Díaz-Aroca o Alicia Borrachero. "Pues en unos meses me veréis con Julián López y con Alberto San Juan, compartiendo una escena en Matusalén, una comedia que va a ser un éxito asegurado."

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