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Santiago Navajas

Daniel Kahneman, el psicólogo que ganó un Nobel de Economía

Hay dos tipos de hombres, aquellos que dan una gran importancia a su pasado para definir su presente, como Antonio Machado, y los que consideran que su pasado influía poco en su visión del mundo, por ejemplo Kahneman, un científico revolucionario.

Hay dos tipos de hombres, aquellos que dan una gran importancia a su pasado para definir su presente, como Antonio Machado, y los que consideran que su pasado influía poco en su visión del mundo, por ejemplo Kahneman, un científico revolucionario.
Kahneman recibiendo la medalla de la libertad | Cordon Press

Daniel Kahneman sobrevivió a los nazis en el París asaltado por las tropas de Hitler. Su padre no tuvo tanta suerte y, tras pasar por un campo de concentración, falleció en la huida. Tratando de asimilarse al francés típico, sus padres le advirtieron de que tuviera cuidado de no decir mucho ni parecer demasiado listo. "Tenían miedo de que me identificaran como judío", explicaba años después. Ante su falta de destreza gimnástica sus compañeros lo llamaban "el muerto viviente". A pesar de que sus padres se habían desplazado desde Lituania a Francia por la pérdida de fe religiosa, el pequeño Kahneman le rezaba a Dios: "Sé que estás muy ocupado y que estos son tiempos duros y todo eso. No quiero pedirte mucho, solo quiero pedirte un día más"".

Dios le concedió mucho más de un día más y no fue hasta el pasado 27 de marzo que falleció a los 90 años. Después de la experiencia con los nazis, vivir en Israel en los tiempos del ataque de diversas naciones árabes fue para él como coser y cantar. Sin embargo, no se involucró con la identidad judía del nuevo Estado hebreo. Él mismo se veía a sí mismo como un cerebro sin cuerpo, alguien conectado a problemas abstractos y universales, miembro de una comunidad global de pensadores "descastados". Hay dos tipos de hombres, aquellos que dan una gran importancia a su pasado para definir su presente, como Antonio Machado, y los que consideran que su pasado influía poco en su visión del mundo, por ejemplo Kahneman.

¿Por qué la gente cree en Dios?

El que llegó a ser el gran psicólogo israelí-estadounidense se dio cuenta de que le interesaba la psicología cuando comprendió que el problema de la existencia de Dios no le interesaba absolutamente nada, pero que sí le parecía fascinante la cuestión de por qué la gente creía en Dios. La mente humana le parecía fascinante, pero no porque fuera racional, como pretendía la definición biológica de Homo sapiens y los modelos de la economía basada en el Homo economicus, sino precisamente por todo lo contrario: los sesgos, prejuicios y modos de razonar del ser humano de carne y hueso es lo que hacía que fuese una especialidad tan vibrante. Pretendía estudiar la racionalidad que se escondía tras tanta aparente irracionalidad. En especial le gustaba estudiar la mente de otros psicólogos, ¿alguien más delirante que los que se dedicaban a analizar los presuntos delirios de los demás, como psicoanalistas, conductistas, gestaltistas y demás gente así?

Era conocido por ser un profesor fantástico, aunque él ponía en duda todo, empezando por sí mismo y especialmente su capacidad docente. Su principal característica pedagógica consistía en convertir todo en un problema. En la Universidad Hebrea encontró a su alma gemela pero en distinta longitud de onda. Era Amos Tversky, otro genio de la psicología pero radicalmente diferente a él. Si Kahneman era pesimista, Tversky era el colmo del optimismo. Si Kahneman era un "muerto en vida", Tversky era un paracaidista del ejército y un héroe nacional de las dos guerras en las que había luchado. Si Kahneman era un psicólogo aplicado volcado a los experimentos, Tversky era un psicólogo teórico pegado a las matemáticas. Pronto formarían una de las parejas científicas más extraordinarias de todos los tiempos, algo así como Platón y Aristóteles en versión judía. Tversky se había dedicado a la psicología en lugar de la filosofía porque, decía, Platón había resuelto casi todos los problemas filosóficos, y los que quedaban eran irresolubles. Lamentablemente, Tversky murió de cáncer en 1996 y no pudo compartir el Nobel de Economía que ganó Kahneman en 2002

Por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre.

¿Nobel de Economía para un psicólogo?

La economía se había caracterizado por hacer modelos muy sencillos aplicados sobre un idealizado ser humano llamado homo economicus, cuyas características distan mucho de parecerse al ser humano que interviene en la economía real terráquea. Más bien el Homo economicus describe a los vulcanianos de Star Trek, seres de una racionalidad perfecta. Por ejemplo, gente que si prefiere A a B y B a C, lógicamente preferirá A a C. Pero los humanos tenemos modos de pensar que se apartan del modelo simplista usado por la economía clásica. Ahí es donde entraron Kahneman y Tversky como dos elefantes en una cristalería, haciendo saltar por los aires con sus descubrimientos empíricos todos los presupuestos apriorísticos dados por seguros por la ciencia económica tradicional. A Keynes y su forma de hacer economía basándose en los animal spirits de los seres humanos le habría gustado la forma de plantear los problemas en la economía conductual de Kahneman y Tversky.

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Ya en solitario, Kahneman escribió un libro de divulgación que es uno de los más influyentes en todo el resto de especialidades: Pensar rápido, pensar despacio. Y de los más vendidos. En él, Kahneman plantea que en el ser humano conviven dos modos de pensamiento entrelazados, el sistema rápido, instintivo y emocional frente al sistema 2, lento, deliberativo y lógico. En sociedades avanzadas, en las que impera la tecnología y los grandes agregados de individuos, es fundamental desarrollar el sistema 2 sin por ello reprimir y anular de todo el sistema 1. El reconocimiento de la existencia de este doble modo de pensamiento, así como su ensamblaje dentro de contextos culturales diversos, cambió profundamente la ciencia económica, de ahí el Nobel, así como multitud de otras ciencias, empezando, claro, por la propia psicología que dio grandes pasos para dejar de ser una combinación de humanidades y astrología (véase el psicoanálisis) o una mezcla de veterinaria y circo de pulgas (véase conductismo) para pasar a ser una ciencia propiamente dicha.

Si la ciencia se divide en períodos normales y revolucionarios, no cabe duda de que con Kahneman nos encontramos ante un científico revolucionario. Un economista colaborador de Kahneman, Richard Thaler, recibió otro Nobel en 2017. Escribíamos entonces,

El último Premio Nobel de Economía al economista de Chicago Richard Thaler viene a subrayar, tras el Nobel en 2002 al psicólogo Daniel Kahneman, el cambio de paradigma que se está produciendo en la ciencia económica desde una perspectiva lógico-matemática a otra más bien psicológica-experimental (lo que no es a su vez sino una vuelta a sus orígenes escoceses con Adam Smith y David Hume).

Si podemos ver más lejos es porque nos subimos a hombres de gigantes. Y uno de los más grandes gigantes a caballo entre el XX y el XXI fue sin duda Daniel Kahneman.

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