
La vasta historia de Córdoba presenta momentos que podrían ocupar toda una colección de novelas narrando episodios dignos de una gran saga literaria. La Córdoba de finales del siglo XIX y principios del XX y todas transformaciones sociales que se vivieron durante esas décadas había pasado desapercibida por la literatura hasta ahora. El historiador, traductor y profesor de Historia de España de la Universidad de Córdoba y de francés en un colegio cordobés Antonio Ceballos (Montilla, Córdoba, 1970) ha debutado en la novela con La casa del francés (Almuzara, 2024). Se trata de una "obra costumbrista tranquila" que narra las vivencias de dos familias de distintos estratos sociales con el vino de Montilla como eje.
Libertad Digital se cita con Antonio Ceballos en la Taberna San Basilio, un establecimiento histórico sito en uno de los barrios más conocidos de la ciudad de los Califas, tanto del toreo como los otros, donde transcurre gran parte de La casa del francés y donde están los patios más famosos de la ciudad. Entre medios de fino de Montilla y tapas de pinchitos morunos discurre la conversación entre un profesor devenido en escritor novel y su antiguo alumno.
Libertad Digital: ¿Qué motivación tuvo para escribir La casa del francés, su primera novela?
Antonio Ceballos: Es fantástica la pregunta porque la motivación, si te soy muy sincero, no la sé. Es cierto que tenía recogido y he escrito cosas por mi trabajo en la Universidad muchas veces con una intencionalidad laboral como cualquier profesor, pero tenía en mi cabeza la posibilidad de crear una historia a partir de personajes reales. Tenía apuntes metidos en archivos del ordenador y fue realmente, y así lo he explicado siempre, en el confinamiento que perdí el sueño y esperaba que se acostara mis niñas y mi mujer. Entonces me quedaba sólo he hice de la necesidad, virtud. Abría el ordenador y empezaba a darle forma a esos personajes que antes ya había creado, pero sin conexión entre ellos. Esta novela es fruto realmente del confinamiento. Luego le di tres años y medio de vida más, porque he trabajado muchísimo en ella. Fue hacer de la necesidad, virtud y sacar algo en una época tan fea y tan mala que, al menos para mí, lo fue.
LD: En las novela sí que aparecen personajes reales, pero los de la familia no lo son.

AC: ¿Absolutamente ficticios? Sí. Soy historiador de formación, aparte de que, luego, soy traductor, pero no podía fallar en la perspectiva histórica. Siempre he dicho que todo acontecimiento histórico que aparezca en la novela, desde una riada que cito en Córdoba hasta una batalla en una trinchera en el norte de Francia, todo eso es 1.000 por 100 cierto. No podía fallar en eso. Por tanto, creo un marco histórico, veraz, verdadero, pero me invento que una familia de origen francés se viene a Córdoba en 1876. Eso es inventado completamente. Y, ahora, esa es la capacidad del creador, ¿no? Cuento una historia y la desarrollo como me da la gana, siempre salpicándola de hechos verdaderos, incluso de personajes verdaderos. Porque cito al Conde de Torres Cabrera, quien tuvo una presencia muy potente en la sociedad y en la política de Córdoba de finales del XIX y principios XX. O la familia Alvear en Montilla. Sabina de Alvear existió y fue una mujer interesantísima como su sobrino Francisco de Alvear. Todos esos son personajes que me tomo la licencia de utilizarlos. Son muy importantes en el desarrollo, pero no son los protagonistas. Porque tampoco hay protagonistas. Es una obra coral donde no hay un claro protagonista. Todos, tienen su momento de gloria en algún momento.
LD: Sin embargo, tiene alguno más favorito.
AC: Todos un poco, pero tengo un par de favoritos. Sí, tengo un par de favoritos. ¿Alphonse, no? (risas). Hay gente que me ha escrito diciendo que se han enamorado de Alphonse. Es un personaje con el que me identifico mucho porque, además, hay mucho de mí en él. Hay de mí en todos, pero sí hay mucho en un hombre con una vitalidad y con una capacidad que viaja mucho en una época donde era más complicado viajar. Tenía los medios y tenía la excusa para viajar. Es un persojane muy abierto a ideas nuevas que están apareciendo en una época muy interesante de la que escribir, finales del XIX y principios del XX.
LD: ¿La formación como historiador le ha servido para dotar de realismos a la historia?
AC: Claro. Había dos cosas: una, no quería que fuera demasiado descriptiva porque pienso que eso aburre al lector. Aún así, tenía que describir bien la sociedad y me he empapado de documentación de la época. Por un lado, toda la que conozco por mi preparación, por otro, la del hermano de mi madre que es el catedrático de la Universidad de Córdoba de Historia Contemporánea, Antonio Barragán, un especialista en esa época de historia de Córdoba. Ya me había leído, pero he releído a obras suyas. Y, luego, he trabajado mucho los periódicos de la época. Muchísimos, muchísimos. Y es información fantástica para darle detallitos al día a día de los personajes, tanto en Córdoba como en Montilla y en Francia. Cuando me llevo a los personajes a Francia hago lo propio. Leo periódicos de allí para ver un poco qué se cocía. Y, claro, eso le daba realismo a la historia. Estoy muy orgulloso de esa capacidad que he tenido aunque me ha llevado mucho trabajo de recopilación de información. Pero eso le da veracidad a la historia.
LD: ¿Le llevó más tiempo la redacción de la novela o la parte de la investigación y la recopilación de información?
AC: Sí, el de la recopilación. La redacción para mí ha sido bastante natural. He empezado a escribir sobre personajes. En la novela son básicamente dos familias con madre, padre e hijos que se van mezclando y van teniendo sus vidas. Me salían solas. Los personajes han ido creciendo a lo largo de la novela. Unos se han quedado por el camino, otros han seguido sus vidas, se han entrelazado o se han conocido. Eso me ha resultado fácil. Me ha resultado más complicado el situarnos correctamente en el sitio que los tenía en ese momento. Claro, no me ha importado porque he estudiado mucho siempre y me ha gustado la historia. Entonces, era un trabajo muy arduo, pero bonito. Al fin y al cabo no me disgustaba. Había muchos días que no escribía una sola letra, pero me había aprendido cómo se podía vivir en una casa de vecinos de aquí de este barrio en el que estamos de San Basilio, el Alcázar Viejo. Para eso también he hablado con mucha gente, hay una recopilación de historia oral, en lo que todo lo que se refiere al barrio del Alcázar Viejo, potentísima. Estamos en esta bodega San Basilio y algunos personajes que hay aquí como Pepito que me ha informado de 1.000 cosas que pasaron aquí y cómo pasaban aquí. No estaba en esa época, pero es que esto ha cambiado muy poco. Eso es muy bonito. Para mí eso es precioso.
LD: Pero al ser una una primera obra de ficción entiendo que haya una complejidad para una persona no habituada a escribir ficción.

AC: Quizá está feo que diga que me ha salido natural, pero es que me ha salido natural. Te voy a contar un detalle que conté en el Círculo de la Amistad cuando presenté la novela. Como he dicho antes, he escrito mucho sobre historia y mi mujer lo ha leído. Cuando en el confinamiento por las noches me ponía a escribir no dije nada a nadie. Lo que iban a ser dos, tres semanas se convirtieron en tres meses y un día, cuando habrá pasado un mes y pico de confinamiento, le dije a mi mujer un sábado: léete esto que he escrito. La veía de lejos disfrutar de la lectura y cuando alza los ojos, había unas treinta o cuarenta páginas, me dijo: ¡esto está genial, esto es fantástico! He cambiado mi registro y no sé cómo. He sido capaz de escribir de una manera a la que no estaba acostumbrado. Que había escrito una cosita como te he dicho antes, sí, pero no profesionalmente y nunca seriamente. Me ha salido así. He tenido quizás suerte o he tenido la capacidad. No sé, pero me ha salido muy natural de verdad.
LD: Como historiador y ya ahora autor de novela histórica o costumbrista ¿qué nos puede enseñar la historia para entender el presente?
AC: Pues mira, podría decir la típica frase: aprendemos de la historia que si no estamos condenados a repetirla y todo eso. Pero no voy a decir esa, voy a decir otra que me parece más afín con lo que pienso y es que la historia nos presenta lugares comunes. El hecho de que dos compañeros o amigos se sienten a hablar como estamos haciendo tú y yo ahora ha pasado siempre. El hecho de que las familias se busquen el porvenir de la manera que encuentren o puedan ha pasado siempre. El hecho de que se repita generación tras generación, que en un lugar como el que estamos, que lleva más de 100 años poniendo medios de vino y comida a los cordobeses, aquí ha habido todo tipo de relaciones sociales. Eso ha pasado siempre y es un lugar común y esta Córdoba tan maravillosa tiene ejemplos de que la gente se ha mezclado entre sí. La gente ha buscado el pan de la manera que ha podido o ha sabido. Que se han provocado problemas, pero para ellos, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos y, seguramente, nuestros hijos repetimos actos y lo repetimos en los mismos sitios.
LD: Y encuentran una solución a esos problemas
AC: Cada uno la que podía y en la novela unos encontraban una más digna y otros menos digna, pero es la que entendían que podía ser la correcta.
LD: Hay personaje que vienen de una estirpe muy alta, de clase alta, y luego gente de clase más baja y, sin embargo, se acaban mezclando. ¿Era era común en la Córdoba de esa época tanta movilidad social o estaban realmente tan separados los estamentos?
AC: Siempre he dicho que quería que esta novela tuviera dos ideas muy claras: una, que fuera creíble. Por eso hice ese trabajo de información y de recopilación tan potente y, otro, que hubiera contraste. Por eso cito a dos familias tan diferentes. Pero me doy cuenta de algo cuando estudio y es que he visto varios ejemplos de familias. Ya desde el punto de vista histórico, no literario, me di cuenta que las familias se mezclaban. Claro que se mezclaban porque era muy normal que alguien de este barrio, el barrio del Alcázar Viejo, que era un barrio de derribo, en el que venía la gente buscando oportunidades a Córdoba con condiciones insalubres e irregulares…
LD: ¿Era casi chabolista, no?
AC: Sí, sí. Lo era. Era un barrio muy reivindicativo. Hubo un episodio aquí en el año 1914 en el que ellos no querían que les construyeran casas prefabricadas, ellos querían casas como las del centro. Era un barrio con una cierta enjundia. Era muy normal que a esta gente si le abrían la puerta de una gran familia para trabajar en una bodega del centro, por supuesto dijeran que sí, o que trabajaran como sirvientas. Por supuesto que sí. Eso ocurrió sin ninguna duda. Lo que cuento es mentira, pero eso ocurrió. Ahora bien, eso ocurre y luego ya me invento las relaciones entre ellos. Pero sí ocurrió, claro que sí que había mezclas sociales. Y creo, además, que esa es la vida. ¿Si no esto sería muy aburrido, no?
LD: Está muy presente en la novela su ciudad natal, Montilla, y sus vinos. ¿Cree que la novela podría ayudar de alguna manera para que estos vinos tan desconocidos para el gran público consigan darse a conocer?
AC: Ojalá, porque considero que el vino que nos estamos tomando es el mejor del mundo. Piensa que para mí el vino es el hilo conductor de la novela. Un poco de fondo, pero siempre pasa algo alrededor del vino. La familia francesa se instala en Córdoba por el vino; van a Montilla para contactar con familias bodegueras y se van a Francia también porque allí tienen vinos y tienen negocio de vino. Entonces el vino es una excusa para mí fantástica para unir las tres ciudades de mi vida: nací en Montilla, me he criado en Poitiers y he acabado en Córdoba. Entonces, cito las tres ciudades que a mí me han marcado en la vida en esta novela. ¿Qué mejor que el vino que está presente en las tres? El vino me ha ayudado por ahí. El vino de Montilla es un vino maravilloso. Es un vino que gana premios constantemente, pero que es un vino muy complicado de beber para el neófito y eso lo sabemos los que lo bebemos. Pero ojalá, ojalá. Se están haciendo unos vinos magníficos en mi ciudad y cada vez más. Quizá no los estamos sabiendo vender. Pero bueno, la novela en Montilla me la han reconocido mucho. Me la presentó el alcalde en su momento hace unos meses y les encanta que el vino aparezca constantemente. Claro que sí.

LD: ¿Qué acogida ha tenido La casa del francés?
AC: Te digo, es mi primera novela. Soy completamente nuevo en este mundo. Y es muy feo autorreconocerse y muchas veces no se dice lo malo, sólo lo bueno. No he recibido una sola palabra fea del libro. Me ha contratado gente de toda España por redes sociales. Me ha contactado gente de Vigo, de Cataluña, de Madrid un montón, diciendo que por fin han encontrado lo que estaban buscando, una obra costumbrista tranquila.
LD: ¿Una obra costumbrista tranquila?
AC: Sí, eso me dicen. Suave, que se pueda leer sin grandes aspavientos. Pasan muchas cosas, pero pasan de una manera muy normal, digo yo, muy natural. Parece que le está gustando mucho a la gente. Sé que se está vendiendo bien, muy bien y sé que hay proyectos muy chulos. Pero Almuzara es una editorial muy potente que que ha apostado fuerte por ella, eso sí. Pero poco más te puedo decir.
LD: ¿Proyectos en qué sentido?
AC: La obra es… (se queda pensativo).
LD: Es una primera parte.
AC: Es una primera parte, sí. Ya me han dicho que siga con ella y es lo que estoy haciendo. Lo que estoy escribiendo y quizás hay que esperar otros tres años porque no soy capaz de crear rápido, y no quiero crear rápido, va por ahí. Los personajes continúan.
LD: Piense que este vino no es rápido, este vino es de una crianza pausada.
AC: Pues mira, ¿te lo puedo copiar? Te lo copio, ¿eh? (risas). Este vino necesita mucho tiempo de reposo en esas botas con la flor. La palabra flor… también hablo mucho de flores en el libro. Que eso es muy de este barrio, muy del Alcázar Viejo. Es famoso por los patios y las abuelitas del barrio me han dicho cómo se cuidan. Soy malísimo para las flores. Nunca me he atrevido a meterles mano. Pero me han contado cómo se hace y cojo su información y la pongo aquí. Eso es transmisión oral, ¿eh? Eso es lo que también estaba buscando dar voz también de esta gente tan maravillosa de Córdoba.
LD: ¿Ha disfrutado paseando por esa Córdoba de finales del XIX y principios del XX?
AC: Me ha encantado. Me hice con un mapa de Córdoba de los años 30 en Berlín. En su momento Hitler pidió a su servicio de información que hiciera mapas de las ciudades españolas más grandes para ver qué pasaba. Entre ellas hizo un mapa de Córdoba y lo encontré en facsímil, lógicamente en un mercadillo de Berlín. Me ha servido muchísimo. Era muy diferente a lo que vemos hoy. Luego, tengo digitalizados varios mapas más de Córdoba para ver por dónde pueden ir mis personajes. Quería que esto fuera veraz y el nombre de las calles es el que había en esa época. Es muy chula la Córdoba de esos años. Una Córdoba que digo en algún momento que había sido muy bella, pero que estaba un poco descuidada en su belleza. Porque Córdoba es una ciudad preciosa, pero ha estado muy olvidada mucho tiempo. También es cierto.
LD: ¿Qué escritores o que tipo de novela te han servido de modelo para escribir La casa del francés?
AC: Quien me conoce sabe que he sido un lector voraz. Desde pequeño he leído a lo largo de mi vida todo tipo de literatura. Le he metido mano a todos los géneros literarios. Tengo una serie de autores favoritos como García Márquez que para mí es brutal, pero no se parece mi novela a García Márquez. No lo pretendo tampoco. Me lo he pasado pipa con Ken Follett porque cuenta muy bien. Para mí, el mejor autor contemporáneo español es Carlos Ruiz Zafón, que también cuenta muy bien las cosas. Reconozco que esos tres me marcan mucho. Me marcan porque los he disfrutado mucho. Simplemente porque me los he comido y bebido y he leído todos estos dos de estos tres. La estructura del libro con con capítulos cortos eso es cosa mía porque como lector me gusta una historia ágil y que no importe parar en un momento que vas a coger rápidamente el hilo a la siguiente. Porque son muchos personajes y eso es muy también de Ken Follett. Son básicamente los tres que más, pero es decir esto es olvidar a muchos que he adorado y adoro. Es muy difícil elegir a uno como mi autor favorito. Si fuera música diría Bruce Springsteen, pero como no lo es te digo estos (risas).