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Sánchez Mejías y el Centenario de la Generación del 27

Repitamos lo obvio hasta que se le meta en la mollera a los politicastros: Sánchez Mejías, el torero, fue también un gran hombre de letras.

Repitamos lo obvio hasta que se le meta en la mollera a los politicastros: Sánchez Mejías, el torero, fue también un gran hombre de letras.
Ignacio Sánchez Mejías en el centro de la imagen | LD

Temámonos lo peor sobre el Centenario de la Generación del 27. Desconozco por completo las líneas esenciales del proyecto de los encargados del Ministerio de Cultura para celebrar ese centenario, pero conociendo la calaña sectaria del ministro de la cosa cultural nada bueno cabe esperar. Cuando no sea despreciado, se pasará por alto sobre el asunto de los toros y la poesía del 27; se ocultará la pluralidad de voces poéticas, o sea de razones públicas, de ese grupo de amigos; sabe Dios cuántas artimañas se utilizarán para negar a una comunidad de amigos con un único objetivo: España. Manipularán hasta el hartazgo todo lo que les da vida. No nos dejarán tocar la literatura, la filosofía, el arte y la historia de España. Nos impedirán hasta ver los colores de España. La sucia ideología cubrirá la vitalidad de la poesía y de la creación artística. Un manto de niebla gris nos impedirá ver la España de Sánchez Mejías y José María de Cossío, nos impedirán leer las elegías de Lorca y Alberti a su amigo muerto por asta de toros en 1934, o peor, harán de ellas lugares comunes para olvidar lo importante… España volverá a ser pisoteada. Nadie pedirá, como hizo Jorge Guillén en su portentosa obra Aire Nuestro, "más España".

Tampoco creo que los de las Comunidades Autónomas, o sea los del PP, se tomen en serio los varios siglos de oro contenidos en este grupo de literatos, filósofos y artistas del 27. Todo indica que se pasará de puntillas por el inmenso legado de esta Generación. Pondrán unos retratos de esos autores en cualquier lugar público, como hicieron con Valle Inclán los comunistas en el 37 en el congresos de intelectuales de Valencia, dirán cuatro majaderías para celebrar el centenario, y pasarán página. Fin de la historia. Esa fue la sensación qué saqué no hace mucho de una conversación con uno que lleva lleva la cosa "de la cultura" en una Autonomía pepera. Se conformaba con haber comprado la casa en ruina de un poeta y enseñarla a los turistas. Bochornoso. Además, según me dijo, ya había una comisión que dejaría las cosas en su sitio. Así son los políticos. No hacen nada y culparán a los otros de sus desmanes. El fulano en cuestión, atildado y con arete en la oreja, desconocía quién habitaba la Casona de Tudanca. Nada sabía de Cossío y su casona en la provincia de Santander. Eso, sí, sacaba pecho de que colaboraba con ellos un sabio de la tauromaquia de nuestro tiempo… Tópicos y más tópicos encontrará cualquiera que hable con estos políticos de todo a cien, y a la cultura española que le parta un rayo. Esta gente te suelta el rollo de la batalla cultural, pero a poco que preguntes sólo hallarás miseria intelectual y moral. Desconocen hasta los tópicos de la Generación del 27.

Gerardo Diego, en 1926: "Hay que hacer algo"

No veo forma de detener este desastre. Ni siquiera hallo manera de imitar a los jóvenes poetas del 27, cuando, en 1926, entre burlas y veras, se propusieron reivindicar la figura literaria de Góngora. ¿Podría alguien apelar ahora con éxito, como hicieron los del 27 con el Centenario de Góngora, a un grupo de escritores para que se tomen en serio la molestia de estudiar el significado de esta generación para una nación agónica? Lo dudo. Claro que se puede, pero el fracaso está asegurado.

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Góngora

El retroceso cultural y poético de la España de hoy es de tal envergadura con respecto a esa generación intelectual de la Dictadura de Primo de Rivera que es una quimera, o peor, un desatino creer que hoy surgiría un grupo de poetas y escritores, al margen del Estado y sus mamandurrias, capaz de reivindicar el legado civil, nacional, de esa generación. El "hay que hacer algo", "grito" de protesta recogido por Gerardo Diego, en abril del año 1926, para que no se olvidara el significado de Góngora, en realidad, de la poesía y la cultura de nuestro Siglo de Oro para el mundo entero, no sería escuchado por nadie:

Mes de abril de 1926. Una improvisada y amistosa tertulia pone sobre la mesa de un café el lema Centenario de Góngora. Hay que hacer algo. Y tenemos que hacerlo nosotros. Si esperamos que lo hagan las corporaciones oficiales pasaremos por el bochorno de que España celebre el Centenario de su más grande poeta entre una absoluta indiferencia, con cualquier actillo exterior y falso, algún certamen novelesco y media docena de artículos de enciclopedia, contentos de haber matado el tema nuestro de cada día o semana de colaboración. Actillos, certamenillos, ensayíllos, trabados de cortapisas y reservas miserables, cuando no de hipócritas agravios para la más pura de nuestras glorias poéticas.1

¿Dónde está hoy ese posible grupo que reivindique la G-27? ¿Dónde hallar un torero que exponga sus caudales para que unos cuantos poetas, artistas y escritores, o sea los muertos de hambre de siempre, celebren con dignidad un Centenario del 27? ¿Dónde encontrar un Sánchez Mejías o parecido para "hacer lo que hay que hacer"? Respóndanse ustedes, queridos amigos. Yo no veo aquí y ahora nadie capaz de hacer algo parecido a lo que hicieron los del 27 y menos todavía puedo pensar en una figura del toreo de nuestro tiempo, como hizo Sánchez Mejías, arriesgando su dinero para recuperar a un poeta de nuestro Siglo de Oro.

Pero no nos resignemos. Protestemos. Y, mientras exista un medio que nos lo permita, arriesguemos nuestro parecer. Repitamos lo obvio hasta que se le meta en la mollera a los politicastros: Sánchez Mejías, el torero, fue también un gran hombre de letras. Fue un modelo de excelencia. Creo que Sánchez Mejías fue, junto a Pepín Bello y José María de Cossío, factor clave de cohesión del grupo del 27. No es poco. Escribió obras de teatros, ensayos, una novela inacabada, crónicas taurinas, incluidas las de sus propias corridas, etcétera. Hay cientos de artículos y libros importantes sobre su figura. También hay documentales. Pero eso no es suficiente. Los grandes hombres siempre requieren ser estudiados. Han dejado "huella" en su época y en la nuestra. Son, ya digo, modelos de excelencia para otras generaciones.

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Ignacio Sánchez Mejías

Hemos de seguir estudiando y, sobre todo, exigiéndonos más y más para saber de ellos y sus circunstancias. Si uno descubre que uno de su generación ha dicho que Sinsentido, su principal obra de teatro, es lo mejor que se ha escrito en un siglo, debe divulgarlo y estudiarlo. Es una forma de elevar el nivel de una nación. Analicemos, en efecto, lo que hay de verdad o de exageración en el parecer de José Bergamín: "Sinsentido es la mejor obra de teatro que se había escrito en un siglo."2 No escribamos este tipo de citas sólo para persuadir a un mastuerzo, casi un imposible, sino para ampliar el horizonte cultural. Citemos, sí, el libro de entrevistas de Castillo y Sardá con Bello, o la novela de Petón sobre el mismo personaje, o la tesis doctoral de Susana María Teruel Martínez sobre "Sánchez Mejías: un torero en la literatura"…, citemos y citemos, leamos y estudiemos, a todos los que hayan escrito algo serio sobre la Generación del 27.

Pongamos un poco de serenidad ante tanto ruido. Recordemos que sobre los aspectos taurinos de Sánchez Mejías uno de los mejores trabajos sigue siendo el de su íntimo amigo José María de Cossío. Fue Cossío quien puso en contacto a los poetas con el torero. La narración de ese encuentro, dicho sea de paso, es portentosa en la Arboleda perdida. Es otra gran obra poética de Alberti. Es curioso que Cossío no estuviese en el famoso encuentro de Sevilla. El azar es caprichoso. Sus amigos le escribieron, desde Sevilla, una carta redactada por Gerardo Diego, en realidad era un poema, una quintilla:

Agraviados por tu ausencia,

triunfadores de Sevilla,

siete ´enfants'-¡qué maravilla!-

te gritan ¡qué inconveniencia!

¡¡gandul!! en esta quintilla

Gerardo, Bergamín, Alberti, Dámaso Alonso, Jorge Guillén y José Bello.

Otro día les cuento los motivos de esa ausencia. De momento quede aquí constancia que sin la estrecha relación entre Sánchez Mejías y Cossío por un lado, y por otro los desvelos intelectuales de Cossío con algunos miembros de esa generación, por ejemplo Rafael Alberti, el Grupo del 27 sería otra cosa o quizá no sería.

1Diego, G.: "Crónica del centenario", Lola, 1, 1928, pág. 1.

2CASTILLO, D. Y SARDÁ, M.: Conversaciones con José ´Pepín'Bello. Anagrama, Barcelona, 2006, pág. 101.

En Cultura

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