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Juan Marichal (1922 - 2010)

La noticia de la muerte de Juan Marichal me sorprende leyendo la tercera entrega de la autobiografía del señor Coetzee. Ha ocurrido esta madrugada, en su casa de Cuernavaca (Méjico), según leo en las primeras notas de agencia. Tenía 88 años y seguía escribiendo sobre Juan Negrín, su última pasión de estudioso, después de haber estudiado con pasión a Azaña, Pedro Salinas, Ortega o Unamuno.

Juan Marichal nació en Tenerife en 1922, en el seno de una familia republicana. A los 13 años se fue a vivir a Madrid. Con 15, en 1937 y en plena Guerra, pasó a Valencia, primero, y a Barcelona después. Se exilió en 1938 junto a su familia, y ya no regresaría hasta 1989, aunque visitó en 1968, en Tenerife, a su amigo y corresponsal Domingo Pérez Minik, uno de los fundadores de Gaceta de Arte, introductor del Surrealismo pictórico en España.

Su formación universitaria transcurrió en París y, sobre todo, en la UNAM de Méjico, donde fue discípulo de José Gaos y Edmundo O’Gorman, entre otros. Perfeccionó sus estudios hispánicos en Princenton bajo la tutoría de Américo Castro, quien dirigió su tesis sobre Feijoo. Se especializó en la crítica del ensayismo y en la historia de las ideas políticas en España. Fue titular de la cátedra de Estudios Hispánicos de la Universidad de Harvard durante cuarenta años, entre 1948 y 1988. Se casó con Solita Salinas, hija del poeta Pedro Salinas. Su esposa falleció hace tres años en Cuernavaca, la ciudad en la que residían desde principios de la década de los 90.

Sus obras más relevantes son La vocación de Manuel Azaña (1968), Tres voces de Pedro Salinas (1976) y El intelectual y la política en España (1990). En 2002 publicó su último libro conocido, El designio de Unamuno.

Ha muerto un hombre discreto y un escritor de la izquierda orgullosa de ser española, quizá uno de los últimos exponentes de esa tradición casi extinguida de socialistas y republicanos patriotas. Voces mucho más autorizadas que la de este colaborador de LD Libros sabrán señalar en qué se equivocó el señor Marichal al escribir de Azaña o Negrín.

(Me parece indiscutible, sea cual sea el juicio, su contribución al rescate de la obra del primero).

Lo que destaco es que Juan Marichal no dejó de pensar y escribir sobre España y sus asuntos con la mirada de un ilustrado y un liberal de izquierdas que vio en la Nación una continuidad milenaria y también una continuidad europea. Su sueño fue el de muchos liberales: una España fuerte, ilustrada, moderna y europea. Fue el sueño (a menudo traicionado, con frecuencia engendrador de monstruos, como ha mostrado el señor José María Marco en su excelente La libertad traicionada. Siete ensayos españoles) de Unamuno, Azaña, Joaquín Costa, Ortega, María Zambrano, Claudio Sánchez-Albornoz y tantos otros escritores, poetas y filósofos, en cuya tradición se inscribe.

No faltarán en las próximas horas y días los homenajes y apropiaciones desde los medios e instituciones de la cultura oficial. Pero el legado literario del señor Marichal está en el polo opuesto al del socialismo postnacional y postmoderno del señor Zapatero. Sospecho que ciertos homenajes no le harían hoy ninguna gracia y, de hecho, se fue de España definitivamente a principios de los 90, a pesar de lo mucho que le tiraba la idea de volver a su patria.

Es curioso que haya conocido esta triste noticia mientras leo las memorias noveladas de J.M. Coetzee. El tercer volumen se titula Verano. En un momento dado, escribe: "De la misma manera que el destino de ciertas generaciones es que la guerra las destruya, así el de la generación actual es, según parece, que la política las avasalle". Y en esas estamos.

Descanse en paz Don Juan Marichal

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