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Trayectos cortos

Lo que se oye cuando no quieres oír. Al fondo del vagón, un colgado grita: "Nosotros inventamos el submarino".

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En el Metro, una adolescente lee las primeras páginas de
En las cimas de la desesperación . Encerrada, excluyente, rabiosa. ¡Y lo que le queda!
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Cuido de ti sólo para ganarme el derecho al reproche. La descarga brutal de la culpa será el momento de acabar contigo.
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Un inventario minucioso, obsesivo, a lo Robert Walser , de las pequeñas humillaciones cotidianas. Todo lo que le recuerda su condición, a la que se ha resignado. Lo que tiene que aguantar.

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Señor, prometo no olvidar este rencor por el conductor de la línea circular, por la celadora, por el oficial que me entregó con guantes de látex la citación, por la operadora que sale al pulsar la tecla 8, por los modelos de los anuncios de malos tratos, por el que sella la tarjeta del paro, por la bailarina que ahorra agua, por el extranjero flamenco y la castiza solidaria, por la voz que avisa que vayan abandonando la biblioteca... Prometo volver y ahogarlos a todos en el vómito tibio de este bienestar.

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Tarea: un largo poema épico sobre las pequeñas humillaciones cotidianas a las que nos somete el Estado. Una épica de la vida sin heroicidad.

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Para destruir el Estado, hay que destruir a los otros. El Estado son los otros.

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Glen Close . Glen, Glen, puntapié. Pordiosero. Da igual cómo te vistas. Decrépito. Seboso. Maloliente y húmedo penacho de pelos. Cuánto te odio. Ni rastro del amor. Estornudos. Vuelve a dormir la mona. Cabronazo.

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Cuando te quieras dar cuenta, todo esto se hundirá y tú lo contemplarás desde tu confortable burbuja de papel estraza, escuchando tan ricamente Daddy's gone de Glasvegas .

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Un mes de huelga de recogida de basura. La gente sigue a lo suyo, como si tal cosa. Sube y baja de los trenes. Lee. Busca con la rueda del iPod. Podemos regresar a la barbarie con facilidad. Dicen que el progreso es acumulativo. No lo creo. Asombra descubrir la facilidad con la que podemos recordar nuestra vida entre la inmundicia.

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"Despertar es el momento más peligroso del día" ( Kafka ).

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Un mendigo sin brazos. Sostiene con la mandíbula un vaso de plástico que agita rítmicamente por todo el vagón, para hacer sonar las monedas y pedir nuevas limosnas. Su discurso son las mandíbulas apretando el vaso. Deben de ser fuertes, como las de un animal salvaje y hambriento. Este detalle debería cumplir algún rol en la trama. Tarea: escribir un cuento sobre sus mandíbulas. Deberían desencadenar una trama de violencia. Una violencia más allá del límite que representan los dos muñones. Una violencia más cruel y brutal, cuanto más metida en sus límites.

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Henry Thorton, Paper credit of Great Britain (1802), citado por F. A. Hayek en Precios y producción.
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Hombres de 40 o más que visten como veinteañeros de hace veinte años. Prendas superpuestas, camisetas, jeans caídos, zapatillas vintage, réplicas de los modelos de los años 80. Progresistas por regresión. Grotesca generación de perros lanudos.
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¿Por qué te gusta tanto el latín? Creo que, en parte, tiene que ver con la versatilidad de las palabras para cambiar de género. Lex Hortensia de Provocatione. Lex Valeria de Bello Indicendo. Lex Plautia Papiria.
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Fotocopias del manual, anotadas por ella. Interpolaciones de su puño y letra. "Eficacia de la Norma". "El Derecho habla del derecho". El libro está cosido a notas a bolígrafo. Positivismo: Kelsen y Hart. Dicen que son unas fotocopias legendarias. Toda una generación estudió con ellas. Uno llegó a Fiscal General del Estado. Otro, a presidente del Gobierno.
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Una forma de violencia es la que puede brotar por añoranza de la verdad. Nos decimos: el ser humano no puede ser tan previsible, tan primario. Tiene que haber algo más. ¿Quieres algo más? ¡Toma mentiras! ¡Toma mitos! Añorar la verdad es un juego muy peligroso en las sociedades cínicas del siglo XXI. Puedes salir trasquilado. No hay más cera que la que arde. No hay verdad debajo de la superficie ansiosa de la lucha por el poder y el lujo. El sofisticado teatro de apariencias en el que se mueve Theo Van Gogh es lo opuesto a la mentalidad islámica. En cierto modo, la reacción de su asesino es comprensible desde la lógica de una mentalidad arcaica, o simple, o primitiva, que añora el sentido de las cosas. (Al salir del cine, de ver Interview, del sr. Steve Buscemi, escrita por Theo Van Gogh)
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En Roma, se dan la mayor corrupción del cuerpo y la mayor inteligencia política; las pasiones más degeneradas y la modernidad más asombrosa del Estado. Su vida privada era un asco, pero la pública estaba presidida por constituciones de un racionalismo y una objetividad deslumbrantes. Tácito describe ambos planos en sus Anales. El extraño (a nuestros ojos) valor moral de la violencia. Lo violento es delicado.

Poesía de la violencia en Tácito.

La muerte de Agripina (Anales, XIV)

"Tenía Agripina creída y menospreciada muchos años antes la muerte de que acabó; porque consultando con los caldeos sobre la fortuna que había de tener Nerón, le respondieron que sería emperador y que mataría a su madre. Y ella respondió: "Mate, con tal de que reine".

La muerte de Mesalina (Anales, XI)

"Conoció a este punto ella el estado de sus cosas, y tomando el puñal, mientras se toca levemente con él la garganta y el pecho, sin ánimo ni fuerzas para resistirse, la atraviesa el tribuno de una estocada. Hecho esto, se concedió el cuerpo a su madre. Estaba todavía en la mesa Claudio, cuando fue avisado de que Mesalina era muerta, sin declarar si había sido por su mano propia o por ajena; ni él cuidó de preguntarlo; antes pidió de beber y pasó adelante con la solemnidad del banquete. Ni en los días siguientes dio señal ninguna de odio, de alegría, de ira o de tristeza, ni de algún otro afecto humano (...) Ayudando también el senado a este sobrado olvido, con decretar que se quitasen de los lugares públicos y particulares el nombre y las estatuas de Mesalina".

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La vibración de la butaca. El pájaro carpintero del pico en el ojo.
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"Cambian los tiempos, cambian los señores;
Lo que no cambia nunca son los siervos"

( Aquilino Duque , citado por A. Maestre )
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Sí, también tú te has ganado el derecho a un dulce exterminio.
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El señor Mario Vargas Llosa, en su reciente ensayo sobre el señor Juan Carlos Onetti, habla de "un mundo que no es fantástico ni realista, sino una alianza de ambas cosas (...), en el que constantemente estamos pasando a uno y otro lado de esa frontera que, en la vida real, separa la vida vivida de la vida soñada." (...) "Un mundo de fragmentos, inconcluso e incierto". Las últimas gotas de cocacola regurgitan entre el hielo menguante, se oye cómo chocan contra los desfallecientes filos buscando refugio frente a la aspersión distraída y terca que rebaña el vaso. El Chicken Supreme sigue ahí, ocre y mustio, prácticamente intacto. Las mesas de alrededor rebosan de hamburguesas heridas de ketchup. Dunas de patatas se desplazan por la superficie de bandejas, empujadas por una tormenta de violentos apetitos adolescentes. Chicos y chicas abren en canal, arrastran, secan o levantan este mar ardiente y salado, como si el contacto de las manos con la comida les restituyese una fuerza inconsciente, anterior a las normas. Se abren voraces bocas tachonadas de piercings, se tocan unos a otros a través de la comida; se gritan, conjuran o cortejan en medio del ritual depredador. Más que engullirla, desbrozan la carne como exploradores. Se abren paso a machetazos de manos, como si fuera el único sendero.

¿No es así, hosco e incierto, el paso al santuario de las historias?

Dice el señor Vargas, en el mismo libro, que la mejor definición del subdesarrollo es "la elección de la irrealidad" por los políticos. La señora Soraya Sáenz de Santamaría en la portada de El Mundo, vestida de actriz de folletín televisivo o modelo de una escala moral tercermundista, me parece un ejemplo pertinente. A los de abajo, sin embargo, nos dejan cada vez menos opciones de encajar en la irrealidad de los poderosos. Como máximo, en ese universo paralelo, llegamos a espectadores de su grosero narcisismo. Quizá haya que empezar a pensar en cruzar la calle por el camino más largo, como la protagonista de My blueberry nights, la última película del señor Won Kar Wai. Trazar una elipsis a través de experiencias del hambre, el fracaso, la soledad, el paro, la miseria, el aborto, la falta de libertad, para llegar a entrever lo que hay en el puzle. Dar un gran rodeo para acabar encontrándonos en los demás. Como ensanchar los zapatos de un hermano muerto o comer con rabia. Nosotros inventamos el submarino y aún lo ignoramos casi todo. Suelo entrar a ese lugar apartado por un MacDonald, porque es donde las mesas permanecen más tiempo sin recoger.

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