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Williams y Morricone, duelo final en los Oscar

Los dos maestros se enfrentarán por quinta vez el 28 de febrero. ¿Habrá por fin un vencedor?

Mejor Banda Sonora es una categoría maltratada en los Oscar. Sujeta a modas, invisible en los últimos años durante la gala -a diferencia de las canciones- y usada a menudo como premio de consolación, las más de las veces se amontona con el resto de premios técnicos. Los musicales de Disney y fenómenos como Titanic la han salvado puntualmente del ostracismo para los no aficionados. Este año, un acontecimiento le otorga una emoción especial: John Williams y Ennio Morricone, los dos grandes maestros vivos del género, competirán por llevarse el premio a casa. Cuatro veces han coincidido anteriormente, y ninguna victoriosa para uno de los dos.

Sobran las presentaciones: ambos son leyendas en su campo. Morricone es el silbido del western, la sensibilidad del cine europeo, la majestuosidad de La Misión y la emoción de Cinema Paradiso. Williams es el rey de la fanfarria, el redescubridor del sinfonismo, la batuta de la magia y la aventura y el aliado de Spielberg. Este año, la Academia podría por fin decantarse por uno de ellos. Ambos son ya octogenarios, y sin ánimo de hacer predicciones macabras, podría ser su último enfrentamiento. Como un combate de boxeo, repasamos lo ocurrido en estos cuatro rounds, uno por década (para escuchar la música aquí descrita, pinchad en la imagen superior).

1979, primer asalto: los días surcando el cielo

Los ahora conocidos mundialmente compositores se encontraban en una situación diferente en las postrimerías de los años 70. Hacía tiempo que Williams había comenzado su dulce relación con la Academia: ya tenía los correspondientes Oscar por la adaptación de El violinista en el tejado y las creaciones originales de Tiburón y La Guerra de las Galaxias, su consagración, con la que había ganado el año anterior. Morricone, en cambio, había trabajado en decenas de títulos de escasa calidad -cine del Oeste pero también de terror o pseudoerótico-. Entre sus colaboradores, eso sí, figuraban Pasolini, Argento y Bertolucci. Su presencia en el cine americano se reducía a títulos puntuales como Dos mulas y una mujer o El exorcista II. Ese año aterrizó con un título de prestigio, Días del cielo, mientras Williams presentaba al mundo su Superman.

Morricone brilló con una partitura densa y fatalista, pero también delicada y bucólica, que aprovechó las espectaculares escenas sin diálogo de Terrence Malick para su lucimiento. Por su parte, Superman nos brindó el inolvidable tema central y momentos cargados de adrenalina y romanticismo, como el vuelo con Lois en brazos. Recordaba en ocasiones, quizá inevitablemente, a La Guerra de las Galaxias.

Si en los 60 el pop ligero había invadido los premios, en los 70 fue la música electrónica. Estos dos trabajos de calidad se vieron sobrepasados por el éxito de Giorgio Moroder y su facilón e impersonal El expreso de medianoche, el triunfador aquella noche. La canción ganadora fue "Last dance", interpretada por Donna Summer en una olvidable película protagonizada por los Village People. Así estaban los tiempos. Al menos el compatriota Néstor Almendros tuvo suerte con el film de Malick en Mejor Fotografía.

1987, 2º asalto: Shanghai, la magia y Al Capone

En los nueve años transcurridos la Academia había premiado a Williams por ese popular viaje a la infancia que fue E.T. y le había concedido otras tantas nominaciones, mientras obviaban una obra maestra de Morricone, Érase una vez en América -según cuenta la leyenda, porque la distribuidora olvidó mandar la solicitud a la Academia-, y nominaba infructuosamente La misión, quizá la más incomprensible justicia en la historia de esta categoría (máxime cuando la ganadora fue Alrededor de la medianoche, cuya música jazzística se basaba en gran medida en temas ya existentes).

Williams competía en 1988 por partida doble: con la canallesca y divertida Las brujas de Eastwick y con El imperio del sol, uno de los films menos estimulantes de Spielberg, cuya música sin embargo era sobresaliente, con cánticos en latín y galés de enorme belleza. Con Spielberg se gana todo o se pierde, y aquel año su ambicioso proyecto se tuvo que conformar con seis nominaciones y ningún triunfo. Podría haber sido el año de Morricone: la Academia le debía una, y su partitura de aquel año, Los intocables de Elliot Ness, era un notable recital de temas dramáticos, épicos y de acción -la escena del carrito de bebé en las escaleras no habría sido lo mismo sin esa música-. Pero el efecto arrastre de El último emperador frustró cualquier intento de ecuanimidad: entre sus nueve Oscar figuró también el de banda sonora, compuesta por David Byrne, Cong Su y Ryuichi Sakamoto (quien con los años, al igual que Morricone, acabaría colaborando con Pedro Almodóvar, con discretos resultados).

1992, tercer asalto: la mafia frente a la justicia

El retorno de la Disney como arrolladora productora de musicales animados de éxito tuvo como gran artífice a Alan Menken: nada menos que ocho Oscar reunió en pocos años, algunos merecidísimos (La Sirenita), otros no tanto (Pocahontas). Competía aquel año con La Bella y la Bestia -que también tenía tres canciones nominadas-. Su inspirado trabajo, de los mejores en su género, dejó sin opciones a Bugsy, de Morricone, sofisticada y deliciosa partitura para la película sobre el fundador de Las Vegas, y a JFK, que salvo su solemne y patriótica obertura ofrecía poco lucimiento a Williams en un film con abundantes escenas de juicios, sin música. No obstante, el americano se resarció dos años después con La lista de Schindler, su último Oscar hasta el momento y su mejor trabajo no galáctico.

2001, cuarto asalto: curvas y banderas

Con el cambio de siglo, estos dos talentosos hombres brindaron al mundo sendas obras de madurez. Morricone mostró un sabor puramente mediterráneo en Malena, con registros pícaros y dramáticos que, aunque recordaban a Cinema Paradiso, confirmaban también su buen hacer. Supuso su única nominación con un largometraje italiano. Williams aportó su habitual poderío con El patriota, con toques folk y expansivos momentos sinfónicos. Dos títulos con pocas posibilidades frente al relevo generacional de los más frescos y comerciales Hans Zimmer (Gladiator) y Rachel Portman (Chocolat) -cada uno ya con su Oscar en propiedad-. Finalmente se impuso Tan Dun y su exótica Tigre y Dragón.

2015, ¿Williams, K.O.?

Hagamos balance: John Williams tiene cinco Oscar, cuatro de ellos por sus mejores trabajos. Ennio Morricone, cuya negativa a trasladarse a Hollywood le ha restado oportunidades en estos premios, ha visto frustradas sus seis nominaciones anteriores y tiene uno honorífico de 2007 -otorgado por segunda vez a un compositor- que él aceptó con agrado y resignación. Al menos no reaccionó como Peter O'Toole en 2003, quien alegó indignado que aún podía ganarlo en justa competición.

Estos dos genios, incansables, están lejos de su mejor momento. Morricone llevaba ya años sin obtener resonancia en alguno de sus trabajos. Williams sigue con su solvencia habitual, pero lejos de su última obra cumbre, Munich (2005). El primero ha cumplido el sueño de Tarantino al musicalizar su más reciente proyecto, Los odiosos ocho, con un sonido agreste y bronco cercano a los western que le hicieron legendario. El segundo tiene su baza en Star Wars: el despertar de la fuerza, superior a lo compuesto para las precuelas pero sin alcanzar la grandeza de aquellos primeros temas de la saga -la Marcha Imperial, el tema de los Jedi no agotan su magia ni escuchados mil veces-.

¿Merece Williams un sexto Oscar? Cinco es una cifra más que respetable -junto a su récord de nominaciones, 45-. Pero ni todos los premios del mundo harían justicia a su talento, que ha engrandecido el mundo, no solo el del cine. Por otro lado, la Academia está a tiempo de ese Oscar-propina para Morricone, después del agridulce honorífico. Compositores como Elmer Bernstein y Bernard Herrmann también fueron reconocidos por trabajos menores. De momento ya cuenta con el Globo de Oro y parte como favorito. El 28 de febrero se disiparán las dudas. Los melómanos podemos ser más astutos que la Academia, y quedarnos con los dos.

Actualización: Morricone ganó el Oscar por Los odiosos ocho. Su primera reacción fue abrazar a la persona que tenía sentada a su derecha: John Williams.

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