En octubre de 1971 un joven músico inglés se coló dos noches en un estudio de grabación en Londres, aprovechando las horas en las que no estaba alquilado. Allí, con la única ayuda de un ingeniero de sonido y productor, grabó en dos tandas un disco de un poco menos de media hora de duración, con canciones sencillas en las que sólo sonaban su voz y una guitarra acústica, además de un piano sólo en alguna de ellas.
El músico se llamaba Nick Drake y el álbum era Pink Moon, uno de los más influyentes de la historia de la música popular. Lanzado en abril del año siguiente, pasó totalmente desapercibido por lo que se refiere a las ventas y sin demasiada gloria en cuanto a las críticas de la abundante prensa especializada de la época.
Tres años después, el 25 de noviembre de 1974 –este lunes se cumplen cinco décadas–, su familia encontró a Nick Drake muerto en la cama. La razón de la muerte fue una sobredosis del antidepresivo que tomaba. No se sabe si fue un suicidio o un accidente, pero lo cierto es que Drake llevaba mucho tiempo lidiando con una depresión muy dura que al parecer se había hecho más y más profunda por el escaso éxito comercial de sus discos. Un éxito al que, al mismo tiempo, su carácter esquivo y depresivo contribuyó, ya que se negaba a hacer conciertos promocionales e incluso a conceder entrevistas: sólo hay constancia de una publicada.
La música de Drake refleja, desde luego, ese espíritu sombrío: tranquila, lenta e intimista, transmite casi cualquier cosa menos alegría. Es también atrevida en muchos sentidos, primero porque de alguna forma el oyente siente que el autor se ha abierto en canal a la hora de escribir y de interpretar, pero también desde el punto de vista formal: las melodías no son fáciles, la forma de tocar la guitarra es muy personal y en muchos momentos incluye disonancias que no suelen escucharse en la música popular y ni siquiera en lo que podríamos llamar música culta, al menos hasta la irrupción de las vanguardias del siglo XX.
Su voz, por el contrario, es sencillamente hermosa: aterciopelada, no se mueve en un registro amplio, pero acaricia los oídos y tiene un don del que muy pocos cantantes pueden presumir y del que podríamos citar a Billie Holiday como el mayor ejemplo de la historia: transmite de una forma extraordinariamente poderosa sinceridad y verdad. Así, cuando Billie canta que caminaría entre las llamas si su amor se lo pidiese no te cabe ninguna duda de que lo haría, cuando Drake nos dice que podemos ver el sol brillando si realmente lo queremos sabemos que es así, que no podría no serlo.
Y lentamente, el éxito
Drake tenía sólo 26 años y tres discos grabados cuando murió: el ya comentado Pink Moon, sin duda alguna su obra cumbre; el, desde cierto punto de vista más ambicioso Bryter Layter, que cuenta con orquestaciones bastante complejas; y Five Leaves Left, su debut, que grabó con sólo 20 años.
Como decía, los tres se quedaron a mil millas de ser éxitos de ventas… en vida del propio Drake, después de muerto su nombre empezó a escucharse en círculos musicales y muchos artistas empezaron a citarle como una de sus influencias. Un par de búsquedas sencillas en Google revelan una nómina impresionante: David Sylvian, que tiene canciones que podrían estar en Pink Moon, Paul Weller, Robert Smith de The Cure, Kate Bush, The Black Crowes, Norah Jones, miembros de REM o Radiohead, Elton John o Paul Weller han reconocido lo que le deben a este chico tímido inglés.
Y al final, ya en 1999 llegó el éxito, pero lo hizo de una forma muy poco ortodoxa: Volkswagen usó la canción "Pink moon" para un maravilloso anuncio de su Golf cabrio y de repente todo el mundo empezó a preguntarse quién era ese chico de voz de terciopelo y melodías de una belleza casi insoportable. Un cuarto de siglo después, Nick era famoso.
Uno de los personajes de la excelente serie Gilmore Girls que era fan de Drake –por cierto, un dato que realmente define a un personaje en una serie, esos detalles de Amy Sherman-Palladino– decía que usar esa canción en un anuncio era "un sacrilegio". Podemos entender su punto de vista, pero gracias a esa herejía esa maravillosa voz y esa forma única de tocar la guitarra acústica llegaron a un gran público, el que sin duda merecía.
En julio 1974 Nick Drake volvió a entrar en el estudio y, en unas por lo visto tormentosas sesiones, grabó cuatro canciones más, alguna de las cuales se puede escuchar en YouTube, pero no hubo tiempo para más: ese cuarto disco no se completó nunca.
Así, la suerte y la vida quisieron que la última canción de su último disco fuese "From the morning", una pequeña maravilla de una belleza abrumadora y con una de las letras y las melodías más optimistas de todo su repertorio. Dos de cuyos versos, por cierto, son la única inscripción que puede leerse, a su modo profética, en su tumba: "Y ahora nos alzamos, y estamos en todas partes". Quizá, de alguna forma y sólo en ese momento Drake sintió que al final, aunque tuviese que esperar mucho, el éxito que tanto ansiaba iba a llegar. Por desgracia. él no pudo o no supo esperar.