
Granada no solo se recorre: se escucha. Y suena a flamenco. En cada rincón de esta ciudad andaluza, hay un latido que recuerda su pasado gitano, su mezcla de culturas, su pasión por el arte. Y dentro de esa identidad sonora y emocional que define a Granada, el flamenco ocupa un lugar esencial. No se trata de un espectáculo añadido, sino de una expresión natural que nace de las entrañas de sus barrios más icónicos. Algunas familias, como los Amaya, son guardianas de esa tradición. Ellos no la aprendieron en academias: la vivieron, la cantaron, la bailaron. Fueron pioneros de las zambras del Sacromonte y hoy siguen transmitiendo su legado. Te proponemos recorrer dos lugares imprescindibles donde este arte se respira de verdad: una cueva en el corazón del Sacromonte y un tablao con vistas de vértigo en lo más alto del Albayzín.
La Cueva de los Amayas: flamenco en estado puro
En pleno Sacromonte, barrio gitano por excelencia, se encuentra la Cueva de los Amayas, un lugar donde el flamenco se vive sin filtros ni artificios. Este espacio íntimo, con capacidad limitada y sin escenario ni micrófonos, ofrece una experiencia visceral del flamenco tradicional. Lo que ocurre dentro de sus paredes encaladas es mucho más que un show escénico: es una celebración viva que conecta con la raíz del arte gitano. La cercanía con el público es total: el cante, la guitarra y el zapateado se sienten a escasos metros, creando una atmósfera emocional que atrapa desde el primer compás.
La historia del flamenco en la Cueva de los Amayas es la historia de una familia entera dedicada al flamenco. Todo comenzó con Antonio Torcuato "Cujón", quien dio vida a las primeras zambras gitanas a finales del siglo XIX, evento precursor que dio paso a la emblemática Zambra de los Amayas en el Sacromonte consolidada por Juan Amaya y su mujer Dolores "la Capitana", y más tarde por su hijo Manolo Amaya, guitarrista que llevó la zambra granadina a escenarios internacionales. Manolo actuó junto a grandes figuras del flamenco y fue premiado en la Exposición Internacional de Barcelona en 1929. Hoy, sus nietos José y Manuel han reabierto la cueva familiar, manteniendo intacta la esencia de aquel arte heredado.
Asistir a un espectáculo en la Cueva de los Amayas es sumergirse en una tradición centenaria que mezcla influencias árabes y gitanas. Las zambras que aquí se representan reviven los antiguos cantos prenupciales, llenos de emoción, fuerza y simbolismo. En este espacio, el flamenco no se interpreta, se siente. Y esa autenticidad, difícil de encontrar en otros formatos, convierte cada noche en un recuerdo inolvidable, una forma de escuchar, con el corazón más que con los oídos, lo que verdaderamente suena a Granada.
Tablao Albayzín, el más antiguo de Granada
Pero la Cueva de Los Amayas no es el único sitio donde esta familia ofrece las bondades del flamenco a la ciudad. En pleno corazón del Albayzín alto, justo al lado del Mirador de San Cristóbal, se alza uno de esos lugares que ya forman parte del alma cultural de Granada: el Tablao Flamenco Albayzín. Fundado en 1971 bajo el nombre de Tablao Reina Mora, este espacio ha sido, desde entonces, una referencia imprescindible para quienes buscan flamenco auténtico en Granada. El artífice de todo fue "El Parranda", un apasionado del arte jondo que logró reunir a grandes figuras como Fosforito y Juanito Valderrama para dar forma a una propuesta artística sólida y emocionante. En 2001, el tablao se renovó y tomó su nombre actual con una reinauguración a lo grande, encabezada por el bailaor Juan de Juan. Desde entonces, bajo la dirección de la familia Amaya (los mismos que dieron vida a las zambras del Sacromonte), el espectáculo flamenco en Tablao Albayzín sigue haciendo vibrar a cientos de personas cada noche con flamenco puro y sincero.
Flamenco puro con raíces en la zambra gitana
El espectáculo que se vive aquí cada noche no es una simple sucesión de bailes. "Flamenco Puro" es una experiencia cargada de simbolismo y emoción. Se inspira directamente en las zambras gitanas, esas celebraciones ancestrales que acompañaban las bodas en el Sacromonte y el Albayzín. La palabra "zambra" viene del árabe y hace referencia a los cantos prenupciales que mezclaban influencias moriscas y gitanas. Y esa fusión es la que da forma a este espectáculo vibrante, donde los tangos del Sacromonte se mezclan con evocadores movimientos de danza árabe. Sobre el escenario, artistas con una trayectoria impecable —algunos ya consagrados, otros emergentes— se entregan con pasión a cada cuadro. Cantaores, bailaores, guitarristas y percusionistas te conducen por una montaña rusa de emociones, desde el canto a la novia hasta el perdón ritual, en un viaje sonoro que remueve por dentro.
Un trampolín para nuevas figuras del flamenco
Lo que hace especial al Tablao Flamenco Albayzín no es solo su historia o su ubicación privilegiada. Es también su compromiso con el presente y el futuro del flamenco. A lo largo de los años, ha sido una auténtica cantera de talento. Por aquí han pasado artistas como Fuensanta La Moneta, Patricia Guerrero, David Carmona, Alfredo Tejada o Ismael El Bola, que hoy brillan con luz propia en los escenarios más importantes del país. Este espacio no se conforma con repetir fórmulas: busca, renueva, se mantiene en constante movimiento. Cada noche puede ser distinta, porque cada cuadro tiene su propia energía, su duende particular. Y eso es lo que engancha.
En el Tablao Flamenco Albayzín se respeta cada elemento del arte flamenco. Desde el cante profundo hasta la guitarra afilada, pasando por el compás de las palmas o la fuerza expresiva del baile. Aquí no se escatima en nada: el cuerpo entero se convierte en instrumento, cada movimiento tiene sentido, cada mirada cuenta una historia. El flamenco se construye a base de palos, de ritmos que se heredan y se reinventan, y en este tablao puedes sentir esa variedad en vivo. Alegrías, soleás, seguiriyas… cada noche es una clase magistral donde se mezcla la técnica con algo aún más difícil de explicar: el alma. Y eso no se aprende, se transmite. Se vive. Y se escucha.
