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La tercera temporada de 'The Bear' no está gustando porque juega en otra liga

The Bear alcanza su tercera temporada consagrada como una de las grandes series de la actualidad. Pero ello supone tomar decisiones arriesgadas.

The Bear alcanza su tercera temporada consagrada como una de las grandes series de la actualidad. Pero ello supone tomar decisiones arriesgadas.
The Bear | Disney

Tras arrasar en los Globos de Oro y en los Emmy, The Bear puede considerarse una serie más que consagrada. Los diez capítulos de su tercera temporada que llegaron hace escasos días a Disney+ demuestran el carácter de la serie, su afán de distinguirse de todo lo demás. En un mundo de series enredadas en la narración, a la simple persecución de una idea, The Bear desafía al espectador con diez episodios dedicados al retrato íntimo de sus personajes, a reflexionar sobre el arte y el oficio y, en definitiva, a la pura y dura introspección.

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La tercera temporada de The Bear ha sufrido el compresible distanciamiento de algunos espectadores, decepcionados por -quizá- la sensación de que tras la idea inicial ya no había nada nuevo que contar. Christopher Storer no hace avanzar el argumento de lo que anteriormente ha sido todo un drama de acción en las trincheras de una cocina, sino que se detiene a mirar la ansiedad, deseos y dudas de su equipo. Ello conlleva parar la trepidante trama y retroceder, en ocasiones dedicar a cada personaje un episodio, o bien simplemente penetrar en la corriente de conciencia de otros mientras retroceden atrás y adelante en su biografía durante una noche de insomnio (caso de Carmy y el primer capítulo de la temporada).

Maniobras todas ellas que sitúan la tercera temporada de The Bear a la altura de televisión genuinamente personal y arriesgada de Twin Peaks o The Leftovers, donde la historia pertenece a los personajes que la habitan y su mirada a los acontecimientos que suceden a su alrededor. Estamos, a la vez, dentro y fuera de sus cabezas, y en su arco argumental se adivina cierta abstracción. En tiempos de saturación argumental, de tramas inanes de puro relleno, The Bear sigue pulsando teclas nuevas, desafiando límites, aunque ello suponga dejar de lado esa pátina de constante acción y reducir la intensidad de las tramas.

¿Una temporada contemplativa de The Bear? Podría ser, pero aún así preñada de momentos conmovedores más convencionales: esa conversación entre el ya fallecido Michael Berzatto (Jon Bernthal) y Tina Marrero (Liza Colón-Zayas) que derivará en la contratación de ella resulta alucinante por su contenido humano.

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The Bear refleja la dignidad del trabajo y a la vez su naturaleza tóxica si tóxicos son los sentimientos que vertemos sobre él. La realización, edición y escritura de la serie siguen desafiando los límites televisivos. A ello habría que añadir la cinefilia sorprendente y avanzada de Storer, como por ejemplo ese homenaje al recientemente desaparecido William Friedkin en el que no se pide ningún permiso o explicación.

Quizá The Bear ha reducido la tensión pero sigue siendo pura fibra. Una temporada más contemplativa con menos trama que se recrea en el día a día, el retrato de un artista turbulento y unos compañeros que trascienden el término de asalariados. Técnicamente, sigue siendo apabullante en su concepción del montaje, su uso del primer plano y la variada selección musical, y un humor tan áspero que, de nuevo comprensiblemente, estresa a los espectadores. Lo dicho, una joya que en esta tercera temporada demuestra, confirma, que está jugando en otra liga.

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