
Durante los días 21, 22 y 23 de Febrero, el Teatro Nacional de la Zarzuela nos ha asomado al cono sur del continente sudamericano con la presentación en Europa de "Patagonia", ópera de cámara en dos actos con música de Sebastián Errázuriz y libreto de Rodrigo Ossandón, con dramaturgia y dirección de escena de Marcelo Lombardero, estrenada en el Teatro del Lago de Chile el 18 de marzo de 2022 y en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires, el 29 de3 septiembre de 2023. Esta obra lírica "multidisciplinar" había obtenido el Premio Ópera XXI a la mejor producción Latinoamericana 2023.
"Patagonia" forma parte de la loable intención de Isamay Benavente, directora de nuestro Teatro Nacional de la Zarzuela, de acercar las líricas españolas e hispanoamericanas, estas últimas no suficientemente conocidas en nuestras latitudes.
Música, ecología, geografía, antropología, lingüística e historia se unen de forma apasionante en esta "ópera postpandemia", como la definió en la rueda de prensa su creador principal, Sebastián Errázuriz.
La gestación de ¨Patagonia" necesitó ingentes estudios de investigación multidisciplinar; en primer lugar del idioma empleado por los indígenas nativos, la lengua aonikenk, extinguida al igual que la tribu que la hablaba, y que vivió el encuentro con la expedición de Magallanes que trataba de encontrar el paso entre los dos grandes océanos, el Atlántico y el Pacífico.
La música compuesta por Erráruriz es un "poema ecológico" en el que dominan los vientos patagónicos; su autenticidad deriva también de profundos estudios que incluyen hasta la resurrección de viejos instrumentos indígenas, como una curiosísima flauta elaborada con un hueso largo de albatros perforado, que erróneamente se había interpretado como una simple batuta para percutir los tambores.
Verdaderamente, en esta ópera de cámara todo rezuma autenticidad. No estamos ante "ecologismo hippy", sino ante una verdadera epopeya desarrollada en uno de los rincones más inhóspitos y desconocidos de nuestro planeta.
El argumento de la ópera se basa en el salvamento que hacen dos mujeres aonikek del español Juan de Cartagena buscando el punto en que han recalado las naves de Magallanes para intercambiarlo con un nativo que se han llevado los conquistadores para "civilizarlo".
Xorenken, una de ellas, está embarazada del indígena, emprende su ruta desesperada por la pérdida, acompañada por la guía espiritual del grupo, Golenkon, y por el propio Juan de Cartagena, que en vano abriga la esperanza de reencontrarse con los barcos que le han abandonado tras haber protagonizado un motín contra un enloquecido Magallanes.
Como cabía esperar ninguna de ilusiones de los protagonistas se cumplen y el final es tan triste como trágico: muere el indígena al no soportar las penurias del viaje en barco de los conquistadores, y su amante aonikenk y el capitán español no llegan a tiempo tras su agotador viaje para rescatarlo.
Pero no falta un desesperado grito final de supervivencia y orgullo tribal de las mujeres aonihenk, que no renuncian a la supervivencia ante la tragedia vivida.
La música y la escenografía.
Para los autores ha tenido que resultar muy difícil resumir semejante epopeya en una representación de setenta minutos: lo consiguen plenamente con una escenografía minimalista enriquecida con proyecciones muy bellas que reflejan el mar enfurecido, el bosque, la durísima llanura de la puna patagónica y los acantilados del paso entre océanos, que separan en escena a los protagonistas indígenas y a los barcos de los conquistadores, que se adivinan en el lejano horizonte.
No parece exagerado denominar a la composición musical "epopeya del viento". Los vientos devastadores de ese ecosistema del cono sur americano llamado "puna", donde es muy complicado sobrevivir, tanto para animales como para vegetales arbóreos, suenan como fondo y sirven de contrapunto a los múltiples aflautados, adecuados para los cantos indígenas, cuyas vocalizaciones agudas en su idioma nativo nada tienen que ver con el silabeo castellano. Ecología y antropología musicales auténticas.
Musicalmente son setenta minutos de recitativo sobre la preciosa música étnica y naturalista del fondo general. Sólo en algunos momentos se insinúa algo asimilable al aria operística clásica, como en la preciosa oración del capitán español abandonado por Magallanes al que descubren abatido las indígenas que lo salvan.
La primera intención de esta ópera chilena de cámara fue la celebración del 500 aniversario de la Primera Vuelta al Mundo iniciada por el portugués Fernando de Magallanes y culminada por el español Juan Sebastián Elcano tras la muerte de aquel: una epopeya iniciada en Sanlúcar de Barrameda a bordo de tres navíos, de los que solo uno volvió, con los escasos supervivientes al mismo punto de partida situado en la desembocadura gaditana del Guadalquivir,
Los protagonistas principales de Patagonia son las indígenas aonikenk Golenkon, mezzosoprano (Evelyn Ramírez) y Xorenken, soprano, el capitán español Juan de Cartagena, barítono-bajo (Sergio Gallardo), Antonio Pigaffeta, cronista italiano de la expedición, tenor (Nicolás Fontecilla), el joven aonikenk raptado Kentelán, bailarín y actor (Francisco Arrázola).
Realmente ha merecido la pena asistir a esta "Patagonia" cuya elaboración y presentación ha debido de implicar verdaderos esfuerzos y una dedicación encomiable: baste recordar que la excelente mezzo Evelyn Ramírez refirió en la rueda de prensa haber realizado un viaje por los escenarios en que se desarrolla el argumento, la Patagonia chilena, para familiarizarse con los aspectos interpretativos.
También merece especial felicitación Isamay Benavente, primera mujer directora del Teatro Nacional de la Zarzuela, por estar siendo fiel a sus intenciones de acercar la música lírica de los dos continentes, que ya anunció en su presentación y que vamos viendo desarrollar en presentaciones como la brasileña "Domitila" al comienzo de esta temporada, y esta chilena "Patagonia" que acabamos de disfrutar.
