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Se desconoce la causa de la muerte del torero Pepe Luis Vázquez, a los 67 años

El casero de la finca "El Canto" en Carmona encontró el cadáver de Pepe Luis Vázquez Silva, matador de toros ya retirado.

El casero de la finca "El Canto" en Carmona encontró el cadáver de Pepe Luis Vázquez Silva, matador de toros ya retirado.
El diestro Pepe Luis Vázquez | EFE

Era mediodía de este pasado viernes, festividad de Santa Ana, cuando el casero de la finca "El Canto", sita en el término municipal sevillano de Carmona encontró el cadáver de Pepe Luis Vázquez Silva, matador de toros ya retirado. Tenía sesenta y siete años y en el momento de redactar estas líneas se desconocen las causas de su inesperado fallecimiento. Este sábado se le practicará la autopsia.

Ciertamente, el finado atravesaba unos años de quebradiza salud desde que en 2019 sufriera un ictus cerebral, que le dejó secuelas en la parte derecha de su cuerpo. No obstante, cuando se fue recuperando, su vida fue normalizándose. Hacía poco que se le había practicado una intervención quirúrgica, de poca importancia, creyéndose que nada ha tenido que ver con su deceso.

En el mundo taurino la muerte de Pepe Luis Vázquez ha causado conmoción. De todas las reacciones de amigos y compañeros del finado, recogemos la de Morante de la Puebla: "Además de la amistad, le tuve gran admiración". Lacónica expresión desde luego de quien no suele prodigarse en manifestaciones en los medios de comunicación.

Pepe Luis Vázquez Silva era un torero de dinastía. Su padre, Pepe Luis Vázquez Garcés, está en la historia de la fiesta brava como uno de los que en los años 50 y 60 realizó el más puro concepto ante las reses, en los tiempos en los que quien era el número 1 se llamaba Manolete. Éste, como Marcial Lalanda y otros coetáneos, decían que si Pepe Luis Vázquez Garcés hubiera querido, habría acabado con los demás diestros. Pero sin discutirle su majestuoso arte, siempre se le criticó su falta de ambición, y por qué no, abulia, ciertos detalles medrosos. Algunos de sus hijos quisieron seguir la misma profesión: uno de ellos, Ignacio, llegó a vestirse de luces, hasta que tuvo un percance, resultado del cuál perdió la visión de un ojo, y terminó doctorándose farmacéutico.

Pepe Luis Vázquez Silva, hijo del que llamaron el Sócrates de San Bernardo, sí que llegó a ser matador de toros. La afición creyó ver en él un digno continuador en los ruedos de su progenitor. Porque su toreo era también puro, de esencia, de muchos quilates, sobre todo con la capa, sin desestimar su arte muleta en mano. Pero esta clase de diestros ya se sabe: son irregulares, miedosos, no encuentran su toro adecuado y en resumidas cuentas su estadística de festejos toreados suelen tener resultados nefastos: broncas al tres por dos. Ahora bien, en tardes gloriosas, las menos, el perfume, el arte que derraman en pequeñas dosis, alimentan el arrebato de la afición. Y Pepe Luis Vázquez, que admiraba además de su padre a Curro Romero, y éste lo reconocía también como un privilegiado, gozó siquiera en escasas corridas, ese clamor unánime por una manera de interpretar el toreo, al alcance de muy pocos matadores. Fue lo que pudo llamarse, entre los de su generación, "torero de toreros". Majestuoso, excelso. Los cronistas, llegados esos escasos triunfos, agotaban todo el repertorio de elogiosos adjetivos.

Decía que había empezado a torear, ya siendo mayor. Exactamente con veintidós años. Sorprendió incluso a su padre que tomara esa decisión. Lo hizo de novillero en la plaza extremeña de Alburquerque. Debutó en su ciudad natal, donde había nacido el 9 de junio de 1957, el 15 de agosto de 1979. Y dos años más tarde, también en la Maestranza, tomó la alternativa de manos de su tío carnal, Manolo Vázquez, teniendo a Curro Romero de testigo. En Madrid, confirmó la alternativa el 23 en mayo de 1981.

Su carrera tuvo muchos parones, muy irregular. Y en 2012 decidió retirarse en la plaza de Utrera en festejo compartido junto a Morante de la Puebla. Éste, años después, lo convenció para que reapareciera haciendo el paseíllo juntos en la plaza toledana de Illescas. Asintió Pepe Luis, pero volvió a decepcionar al público. Poseído por la "jindama" que dicen los calés. Con poca disposición, dudas, miedo. Sin embargo, ese mismo año, en junio, en las fiestas del Corpus granadino lidió maravillosamente dos toros, aunque no cortó apéndices por su fallo a espadas. "Toreé con el alma", dijo al recordarlo. Contaba entonces sesenta años. Puede decirse que fue su última corrida triunfal. Definitivamente el 12 de octubre de 2028 se cortó la coleta, simbólicamente, en el transcurso de un festival en la Maestranza, dedicándose a dar clase a jóvenes aspirantes a novilleros en la Escuela Taurina de Sevilla.

Siempre fue tímido, introvertido, comúnmente parco en palabras incluso siendo entrevistado, no digamos si tenía que hablar en público. "Puro y delicado", lo ha definido la revista Aplausos. En todos los obituarios aparecidos en estas últimas horas, nada se dice sobre su vida privada, si estaba casado, soltero, si tenía o no hijos. Su discreción era máxima y nadie ha querido escribir nada en ese aspecto.

El pasado 28 de febrero, Día de Andalucía, fue objeto de un homenaje que se había retrasado desde que padeció el ataque cerebro vascular. Fue en el transcurso de un festival taurino celebrado en el Real Club Pineda de Sevilla. Ya se le veía poco, no concurría a eventos de ninguna clase, aunque a veces, llevado por su irrenunciable pasión por los toros, se atrevía a aventurar que podría volver a los ruedos cualquier día. Si en verdad era esa su ilusión, no ha podido ser. Vivía en el campo, donde le ha sorprendido la muerte.

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