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El penúltimo raulista vivo

Blanco y en botella, José Mourinho

Blanco y en botella, José Mourinho. A pesar de su temporadón con el Inter de Milán, que podría redondearse perfectamente el sábado que viene con la consecución de la Champions League que Guardiola dijo anoche deberle a los suyos, el portugués no se siente suficientemente deseado en Italia y, aunque tiene contrato en vigor, Moratti tampoco está en condiciones de asegurar que se vaya a quedar y deja entrever la posibilidad de que lo suyo con el Real Madrid pueda ser cierto. Aunque todas las miguitas de pan que va dejando por el camino Pulgarcito Valdano nos conducen hacia la más que segura contratación de Mou, a nadie escapa que su fichaje supondría un nuevo volantazo en la dirección técnica del club merengue. El chico lo tiene todo: díscolo, egoísta, protagonista, polémico, estrellita, vanidoso, pagado de sí mismo... pero también competitivo al máximo y, sobre todas las cosas, campeón.

Seguro que a Florentino no le gusta demasiado la personalidad del técnico del Inter, puede que aceptara de mejor grado un perfil un poquitín más bajo pero a lo mejor resulta que está dispuesto a tragarse el sapo luso a cambio de una mínima garantía de éxito. Porque, a todo esto, no conviene olvidar que el presidente del Madrid está obligado a acertar de una vez por todas con el nombre de su próximo entrenador si no quiere que la gente empiece a abrirse paso hacia el palco. Gastada la bala de la primera temporada, a Pérez le quedan tres años en la presidencia y no tiene tiempo para tonterías. Pellegrini nunca le convenció del todo y únicamente la insistencia de Valdano, que también sale tocado, y el hecho de que Wenger, Ancelotti y Benítez no quisieran o no pudieran, dependiendo del caso, venir a España, le hizo reparar en la figura del chileno como mal menor. Si en el Real Madrid fueran realmente valientes apostarían por Míchel, pero en la dirección deportiva todavía no le ven suficientemente hecho. F.P. quiere a un entrenador del top five mundial y acabará trayéndolo.

En cuanto al Barcelona, nada que objetar a su victoria en la Liga. La temporada del Real Madrid, que empezó con las expectativas disparadas en la bolsa del fútbol, acaba de nuevo con un sabor amargo a final de ciclo, como cuando éramos chicos y se iban agotando en el calendario las vacaciones de verano. En el Barcelona no sucede lo mismo: tienen un buen entrenador y una plantilla competitiva que, si nadie lo remedia, será reforzada en breve con David Villa; tienen muchas cosas buenas y, para más inri, en breve se desprenderán de una de las pocas malas puesto que Joan Laporta abandona, a rastras eso sí, la presidencia del club que ha estado utilizando como plataforma independentista durante los últimos cinco años. Pellegrini, que no ha dado la talla, será sacrificado al dios Moloch, aunque él no haya sido en absoluto el único responsable de la frustración madridista puesto que arriba han fallado estrepitosamente Valdano y Pardeza mientras que abajo han decepcionado profundamente tanto Kaká como Benzema. Y a todos los trajo el mismo.

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