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El penúltimo raulista vivo

El propietario de la curva número veinte

"¿No ganó aquí también Indurain?"... Cuando anoche le comenté en El Tirachinas a Carlos Sastre que acababa de convertirse, tras Echave en el 87 y Mayo en 2003, en el tercer español desde el año 1952 en coronar en primera posición la mítica montaña de los Alpes franceses, le vino inevitablemente a la cabeza el nombre de uno de los mejores ciclistas de toda la historia. La pregunta de Sastre me obligó a confirmar nuevamente mis datos porque, efectivamente, parecía imposible que el gran Miguel Indurain no hubiera vencido allí porque en Alpe d'Huez sólo ganan los más grandes: Coppi en 1952, Zoetemelk en 1976 y 1979, Kuiper en 1977 y 1978, Hinault en 1986, Bugno en 1990 y 1991, Pantani en 1995 y 1997, Armstrong en 2001 y 2004... Pedro Delgado salió de Alpe d´Huez vestido de amarillo en los Tours de 1987 y 1988, ganando éste último, mientras que Indurain lo hizo en cuatro ocasiones: 1991, 92, 94 y 95, ganando siempre en París.

Veinte privilegiados ganadores, algunos de ellos incluso en dos ocasiones, contando por supuesto a nuestro Sastre, y veintiuna serpenteantes y clarificadoras, puesto que suelen poner a cada uno en su sitio, curvas de herradura, numeradas en sentido decreciente desde que arrancan en el pueblo de Bourg-d'Oisans y en cuyos carteles plastificados, objeto de culto que algunos aficionados tratan en vano de agenciarse por la vía rápida e ilegal del tirón, pueden leerse, en órden cronológico, los nombres de todos y cada uno de los ganadores que hasta la fecha han sido. Ya sólo queda libre una curva. Arriba, en las tiendas de souvenirs, encuentras al parecer réplicas exactas con el nombre de tu ciclista favorito a seis euros cada una, y dicen que las que más se venden son precisamente las del italiano Pantani, doble vencedor, protagonista de las tres ascensiones más rápidas de la historia y ciclista de raza adoptado por los franceses tras su repentina muerte a la espera de que algún día surja entre ellos su nuevo Hinault.

Sastre, que ya le ha puesto su nombre a una de las veintiuna curvas de la montaña de los holandeses, no ha ganado por supuesto el Tour y además Cadel Evans amenaza con arrebatárselo el sábado en la contrarreloj, pero llegar el primero a Alpe d'Huez y hacerlo, además, como lo hizo ayer don Carlos, debe provocar una sensación muy parecida a la de tumbar sobre un ring a Ali o ponerle un tapón a Jordan: Romay, que nunca ganó el anillo de la NBA, sigue presumiendo de aquel día en que le indicó por las malas a Air por dónde no se iba a la canasta contraria. Algo tendrá El Barraco, además de la Ermita de la Piedad, La Cebrera y la Romería de San Marcos, cuando le bendicen de ese modo; de ahí salieron, entre otros, Arroyo, Mancebo y el Chava Jiménez, y hoy ya saben hasta en La Ribot que de ahí salió también Carlos Sastre, el propietario de la curva número veinte. Y ya sólo queda una.

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