Viendo el comportamiento seguido por Bosnia, pertrechada atrás con indudable descaro, persiguiendo un rato a los jugadores españoles y otro rato al balón, y pegándole a todo lo que se movía (y a fe mía que Capel se movió mucho, quizá el que más, y por lo tanto recibió también más que el resto), uno se puede ir haciendo más o menos a una idea aproximada de lo que le espera al equipo de Vicente del Bosque en su camino clasificatorio hacia el Mundial del año 2010. España ganó la Eurocopa con un estilo bien definido, el mismo que lógicamente tiene que repeler a Javier Clemente, de toque, desmarque y, en líneas generales, eso que solemos conocer como "buen fútbol", un juego vistoso y agradable para el público y que, si además sale bien, resulta letal para el rival de turno. Todos, bosnios por supuesto incluidos, pudieron contemplar cómo jugaba de bien en Austria el equipo nacional español y, por lo presenciado ayer, nuestra fama ha cruzado fronteras a la velocidad del rayo.
Es lógico llegar a la conclusión de que a un equipo que desenfunda tan rápido como el nuestro no vayan a jugarle de tú a tú en un futuro inmediato sino exactamente como hicieron ayer los bosnios, amurallando su portería y fiándolo todo a un contragolpe afortunado. Antes de la Eurocopa, la fama de favorita indiscutible con la que siempre partía en todos los campeonatos la selección española era bastante inmerecida, una filfa con la que nuestros rivales pretendían debilitarnos y que incluso les servía de burla, o al menos así lo interpreté yo en más de una ocasión. España era favorita pero el título lo ganaba Italia. España era favorita pero Francia ganaba el campeonato. España aparecía como favorita en todas las quinielas pero Grecia, sin jugar un pimiento, ganaba el campeonato. Ahora la cosa ha cambiado y nuestra fama está acreditada con el título europeo de selecciones y tiene un por qué: España, poseedora al fin de un estilo propio, suele juegar muy bien al fútbol.