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El penúltimo raulista vivo

Madridismo blandiblub

Acerca de la fragilidad de carácter de un sector de la afición madridista ya hemos hablado en innumerables ocasiones. No es que tenga el mentón de cristal, no, es que se tira a la lona antes incluso de que su oponente salte al ring. Y, paradójicamente, el Real Madrid es el principal "culpable" de dicha fragilidad. Como al niño mimado al que todo se le regala, ese sector de la afición madridista que me muestro incompetente para contabilizar con exactitud, sólo está acostumbrado a la opulencia, al éxito, al triunfo, y sucede que en cuanto vienen mal dadas simplemente no sabe cómo reaccionar. Habría que organizar una sesión de terapia colectiva en el estadio Santiago Bernabéu e ir distribuyendo a psicólogos por el campo tratando esos miedos que algunos seguidores merengues tienen... ¿exactamente a qué? ¿A que su equipo pierda alguna vez? ¿A que juegue mal? ¿A que no gane siempre?...

El miedo del madridismo no tiene justificación lógica, pero lo cierto y verdad es que reaparece, tenaz y estable, monocorde y cansino, cada vez que una hormiguita se cruza en la trayectoria del elefante. Como el niñito rico y mimado, la afición merengue vive en una burbuja, aislada del mundanal ruido y al margen del resto de aficiones, la mayoría de las cuales están del lado de sus jugadores aunque los chuzos caigan de punta. Ofendieron mucho unas declaraciones de Pepe en las que decía que él se tuvo que automotivar mientras jugó en el Madrid; más allá de que Pepe sea un traidor consolidado, el magnífico central portugués se limitó a expresar una cruda realidad que sólo cambia de vez en cuando, por ejemplo en partidos a vida o muerte en la Copa de Europa.

Ya he dicho muchas veces que, para el madridismo, el mejor jugador es el que no está y el mejor entrenador es el que está muerto. Mariano pasó desapercibido mientras estuvo aquí, nadie reclamó su titularidad ni exigió un puesto para él en el once, pero ahora que no está se ha convertido de repente en el 9 que necesitaba el equipo sin ninguna duda. Lo mismo pasa con Zidane, que, de ganarlo casi todo, ha pasado a empatar dos partidos en el Bernabéu jugando al fútbol bastante mejor que sus rivales. El equipo viene de ganar las Supercopas pero este madridismo blandiblub carece de memoria. Es curioso porque mientras el equipo lucha hasta el final, la afición cae desmayada a las primeras de cambio. Hoy vuelven a ser necesarios Morata y James como antes lo fueron Özil o Di María. Falta gol. Es necesario otro entrenador con mano dura. Se agotó la flor. Y, en la jornada número 3, se acabó la Liga. ¡Barça campió! ¡Todo el mundo a Canaletas!

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