
El Fútbol Club Barcelona es, tomando prestadas las primeras frases del himno del Real Sporting de Gijón, "un equipo famoso, de rancia solera y brillante historial", que en sus ya casi 123 años de trayectoria deportiva atesora multitud de anécdotas. Y una de las más chispeantes —y burbujeantes— tuvo lugar en la primavera del año 1973, en la habitación de un hotel sevillano, después de que el Barça jugase —y perdiese— un partido de Copa. Pero antes de entrar en detalles, analicemos un poco el contexto en el que se produjo el suceso la noche de autos...
Está finalizando la temporada futbolística 1972/73, que para el Barça bien podría denominarse ‘Decimotercer Año No Triunfal’. Y es que ya hace nada menos que trece años que el club azulgrana no conquista el Campeonato Nacional de Liga, el torneo de la regularidad, el que corona al que ha sido, objetivamente, el mejor equipo de la campaña, y además con el premio añadido de darle derecho a disputar la Copa de Europa, sin duda la más prestigiosa y dura de las competiciones internacionales que tienen lugar en el Viejo Continente. Y el Barça, otro año más, ha vuelto a defraudar a su nutrida legión de socios y seguidores. No había exhibido un juego precisamente muy brillante, pero había estado al frente de la clasificación durante muchas jornadas, y parecía que este año sí —aquest any si— al fin podría romper el maleficio y llevarse el gato al agua, algo que no conseguía desde la ya lejana temporada 1959/60, cuando el inquilino de su turbulento banquillo era nada menos que el celebérrimo e ínclito Helenio Herrera, a cuyas órdenes se alineaban fenómenos como Ramallets, Segarra, Kubala, Evaristo, Kocsis o Luis Suárez, ganador aquel mismo curso del Balón de Oro.
Pero el Barça, como tantas otras veces, había vuelto a pifiarla al final, con derrotas inesperadas e inoportunas, como por ejemplo la severa goleada que le infligió el Castellón en la capital de La Plana (4-0), y la Liga se había ido hacia su destino habitual, Madrid, aunque en esta ocasión su estación terminal estaba situada en la Ribera del Manzanares. De modo que, como de costumbre, la única tabla de salvación de la temporada residía en la Copa, entonces denominada oficialmente ‘de Su Excelencia el Generalísimo’ (aunque el Régimen de Franco daba ya sus últimas boqueadas, y dentelladas). Así había ocurrido en 1963, derrotando en la final del Camp Nou a un todavía bisoño Real Zaragoza, en 1968 —la llamada ‘Final de las Botellas’—, cuando el Barça se impuso en la mismísima boca del lobo, el Estadio Santiago Bernabéu, al entonces intratable Real Madrid, merced a un autogol del zaguero merengue Zunzunegui, y por ultimo en 1971, en idéntico escenario, superando en un maravilloso partido pleno de emoción y alternativas (4-3) a un Valencia que acababa de proclamarse Campeón de Liga.
La Copa del curso 1972/73
De manera que todavía quedaba en la recámara ese último cartucho, y un FC Barcelona entrenado por el severo técnico neerlandés, Rinus Michels (un sargento de hierro conocido popularmente como Mister Mármol, que había llevado al Ajax de Ámsterdam a la conquista de su primera Copa de Europa en 1971, inventando de paso el fútbol total), se aprestó a dispararlo, por si sonaba la flauta. El primer rival, el Recreativo, no era en absoluto temible, pese a su condición de Decano del fútbol español, y a la sazón militaba en Tercera División, pero los azulgranas van a eliminarle con más pena que gloria (0-0 en Huelva y 2-0 en el Camp Nou). Y el siguiente adversario tampoco parecía un coco, pues se trataba de un Sevilla en horas bajas, que malvivía en Segunda División y no había conseguido siquiera ascender. Pero en la capital hispalense va a saltar la sorpresa. Desagradable, por supuesto...
En un partido mediocre, y sin desplegar un juego brillante, los sevillistas —dirigidos por un antiguo técnico barcelonista, el catalán Salvador Artigas— van a imponerse por 3-1, un resultado que podría plantear muchos problemas de cara al partido de vuelta, porque el Barça de aquella temporada no se distinguía precisamente por su poderío realizador (41 goles en 34 partidos de Liga), y tendría que marcar al menos dos tantos para superar la eliminatoria, y eso contando con que los andaluces no volvieran a mojar... éste fue el once que sacó Michels en el Sánchez Pizjuán: Reina; Rifé, Torres, De la Cruz; Juan Carlos, Costas; Juanito, Martí Filosía, Marcial (Alfonseda), Zabalza y Pérez, que fue el autor del único gol catalán. La derrota, lógicamente, sentó muy mal a la afición blaugrana, y por supuesto también al palco y al banquillo. Aunque algunos jugadores decidieron no tomárselo a la tremenda, y pasar el rato y el mal trago con una animada partida de cartas, puesto que la expedición barcelonista no regresaba a la Ciudad Condal hasta el día siguiente.
La noche de autos
Es la noche del jueves 31 de mayo de 1973 —o ya más bien la madrugada del siguiente día—, una fecha que seguramente no se escribirá con letras de oro en la historia culé, pero si que entrará a formar parte de su anecdotario, en la vertiente más chusca. Al parecer los protagonistas fueron siete futbolistas, aunque las diversas fuentes consultadas no se ponen de acuerdo en la identidad de todos ellos. Antonio Closa en Croniques del Barça (1899-1991) no da nombres, cosa que si hacen Josep María Casanovas en las páginas de Mundo Deportivo (recogido por Jaume Sobrequés i Calicó en Historia del FC Barcelona. El Barça: un club, una ciudad, un país, obra en seis tomos publicada en 1993) y Carles Rexach en Ara parlo jo (2008). Los dos primeros autores citan la presencia de Reina, Marcial, Martí Filosía y el propio Rexach, mientras que para los tres restantes, Casanovas menciona a Sadurní, Pérez y Juan Carlos, mientras que Charly Rexach habla de Rifé, Torres y Alfonseda.
Sea como fuere, parece que los hechos sucedieron de la siguiente manera: llegados al hotel después de la vergonzosa derrota, el grupo de siete jugadores se reunieron en la habitación 704 para jugar a las cartas, cosa que hacían bastante a menudo en los desplazamientos. Y dado que a pesar de lo avanzado de la hora hacía mucho calor, van a llamar al servicio de habitaciones, para que les subiesen algún refresco. Pero les respondieron que en aquel momento no disponían de nada, ni siquiera un triste botellín de agua mineral, a no ser champán (entonces nadie lo llamaba todavía ‘cava’), y los futbolistas tenían tanta sed que dijeron que adelante. Michels aun estaba levantado, y rondaba por el hotel con un celo similar al de un riguroso profesor vigilando a sus traviesos alumnos en un viaje de estudios, y dio la casualidad que se topó con el camarero que portaba un par de botellas y siete copas rumbo a la habitación de los futbolistas. Le preguntó al empleado que a dónde llevaba aquello, y el pobre hombre se acoquinó y cantó de plano, confesando que se dirigía a la 704. Entonces Mister Mármol, ni corto ni perezoso, se apoderó de la bandeja con todo su contenido, y subió.
Una vez arriba llamó a la puerta y desde dentro le invitaron a pasar. Y los jugadores se quedaron de piedra cuando le vieron irrumpir en la habitación de esa guisa. Michels les pregunto retóricamente si "habían pedido aquello", y acto seguido lanzó la bandeja, las botellas y las copas contra la pared, llenando la habitación de cristales rotos, uno de los cuales al parecer hirió al guardameta Reina en un pie, mientras despotricaba contra la falta de profesionalidad de los futbolistas españoles. Milagrosamente, según cuenta Rexach, una de las dos botellas resultó ilesa, y se la bebieron más tarde, tranquilamente, al alimón entre el y su gran amigo Sisu, Narcís Martí Filosía, compañero suyo desde los viejos tiempos del Condal, así como también socio comercial en una tienda de deportes.
El suceso, lógicamente, va a traer cola. Y por ejemplo, así se referirá a la situación del club el veterano diario Mundo Deportivo:
"¿Desean irse de veraneo ya, ahora que un delicioso junio dora las playas, los jugadores azulgrana? (...) Hay muy poca profesionalidad y amor propio en ciertos jugadores clave, que ni ponen lo que hay que poner en el campo, ni se comportan fuera de él como personas de responsabilidad (...) Ya sé que todo esto tiene un nombre desagradable. Mano dura. Pero no hay más remedio que llegar a ella, cuando los hechos y los resultados han demostrado desde hace varias temporadas y hasta la más irritante saciedad; que con mimos, golpes en la espalda, trato a cuerpo de rey, unos jugadores de fútbol que, salvo algunas excepciones, en todas las mentes, uno duda que sean profesionales más que en el momento de ir a cobrar, no hacen más que tomar el pelo".
Tres días más tarde, el domingo 3 de junio, se disputa en el Camp Nou y con Televisión Española en directo, el partido de vuelta frente al Sevilla, y el Barça será incapaz de salvar la eliminatoria, pues vence a los hispalenses por un insuficiente 1-0 en un partido para olvidar, y en el que Michels no tuvo más remedio que alinear a varios de los señalados, haciendo debutar a un joven delantero mallorquín apellidado Más, que procedía del filial Barcelona Atlético, y que nunca más va a gozar de otra oportunidad. Este fue el equipo: Sadurní; De la Cruz, Torres, Laredo; Juan Carlos, Zabalza; Rexach, Martí Filosía —autor del único tanto, en un error garrafal de la zaga visitante—, Cos (Más), Marcial y Pérez.
La sanción del club
Al día siguiente, 4 de junio, el Consejo Directivo del FC Barcelona va a decidir sancionar con 50.000 pesetas de multa a cada uno de los jugadores que habían tomado parte en el encuentro del Sánchez Pizjuán por su falta de rendimiento, y con otras 50.000 de propina a los participantes en la fiesta de la habitación 704 (entre ellos menciona a Sadurni, Juan Carlos y Pérez, por lo cual habrá que quedarse con esta versión, mas allá de los difusos recuerdos de Charly). Dinero aparte, el suceso va a tener perdedores y ganadores. Entre los primeros, el más damnificado será el portero Miguel Reina, que acababa de ganar el Trofeo Zamora y es fulminantemente traspasado al Atlético de Madrid. El club va a querer desprenderse también de Marcial, un jugador que no era del agrado de Michels, e incluso le propondrá al Valencia un trueque con el internacional hispano-argentino Valdez, una operación que finalmente no va a llevarse a cabo.
Rexach, la gran referencia catalana del equipo, que tampoco era santo de la devoción del preparador neerlandés, será no obstante respetado (no había jugado en Sevilla, pero algunos le acusaban de ser el organizador de la fiestuqui...). Por el contrario, la posición del propio Michels saldrá reforzada ante la junta directiva que presidía Agustí Montal, siendo refrendado al frente de la plantilla.
Pero los rectores del club catalán, conscientes de la imperiosa necesidad de reforzar a un equipo demasiado acomodado, van a maniobrar con rapidez, y aprovecharán la repentina apertura de fronteras —cerradas a la importación de jugadores extranjeros desde 1962— para contratar los servicios de uno de los mejores delanteros sudamericanos del momento, el peruano Hugo Cholo Sotil, así como fichando también al joven y fornido defensa central del Cádiz Migueli. Y todo eso, a la espera de poder echarle la red al que era su más ferviente objeto de deseo desde hacía varios años, el neerlandés del Ajax Johan Cruyff, tres veces ganador de la Copa de Europa y vigente Balón de Oro.
Y va a salirles bien la jugada, pese a algunos titubeos iniciales, puesto que en la siguiente temporada (1973/74), en vísperas ya de celebrar el 75 aniversario de la entidad, el Barça conquistará por fin la ansiada Liga, con victorias tan significativas como el histórico 0-5 del Bernabéu. Parecía que había vuelto el Barça triomfant, reforzado aun más si cabe con otro excelente jugador procedente de los Países Bajos, Johan Neeskens, antiguo compañero y escudero de Cruyff. Ya sólo faltaba el asalto a la Copa de Europa, para poner broche de oro a los brillantes fastos de las Bodas de Platino. Pero eso, como diría Kipling, ya es otra historia...
* Fernando Cuesta Fernández es licenciado en Historia y miembro del Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español (CIHEFE). Ha escrito varios libros sobre fútbol: La Pelota Ye-yé. Modernidad y rebeldía en el fútbol español. 1965-1973; El Barça de los Sesenta. La Travesía del Desierto; y Los Héroes del Domingo. Los ases del fútbol español en blanco y negro
