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Historias de Fútbol

1989. Romerito, de El Prat al Camp Nou: un debut con jet lag

Trigésimo artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando la figura de Romerito, exjugador paraguayo del Barça.

Trigésimo artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando la figura de Romerito, exjugador paraguayo del Barça.
Romerito, fichaje del FC Barcelona a finales de la década de los 80. | CIHEFE

Sucedió en la primera temporada de Johan Cruyff como entrenador del Fútbol Club Barcelona, la 1988-89. El verano anterior el presidente Josep Lluís Núñez había realizado una auténtica limpieza étnica entre la plantilla azulgrana, fulminando a buena parte de los rebeldes del llamado Motín del Hesperia, por el nombre del hotel barcelonés donde habían pedido públicamente la dimisión del máximo mandatario del club a causa de un grave problema relacionado con la fiscalidad de los futbolistas. De paso, Núñez prescindió también del técnico Luis Aragonés, pese a que acababa de ganar la Copa del Rey.

El promotor inmobiliario, muy criticado cuando entraba ya en su segunda década como presidente culé, decidió huir hacia adelante y agenciarse un paraguas para aguantar el chaparrón, y no se le ocurrió nada mejor que entregar las riendas del equipo a una leyenda viviente, Johan Cruyff, cuya sola presencia encendía la ilusión de la grada. Tirando de talonario le compró prácticamente un equipo nuevo, fichando a lo mejorcito del mercado nacional: Bakero, Txiki Begisitáin, López Rekarte, Julio Salinas, Eusebio, Valverde, Soler, Jon Andoni Goikoetxea, Unzué, Serna y Manolo Hierro, más el brasileño Aloísio y la incorporación de los canteranos Milla y Amor.

Las cosas no marcharon mal y el Barça le peleó la Liga al Madrid de la Quinta del Buitre. El choque entre ambos en el Camp Nou, en la jornada número 27, podía ser crucial para el desenlace del título (los blancos llegaban con cuatro puntos de ventaja, y entonces se pagaba a dos la victoria). Y es ahí donde va a entrar en danza Romerito, aunque él no se enterará de la fiesta hasta casi el último momento… José Mari Bakero andaba renqueante y tendría que pasar por el quirófano, y para sustituirle en ese tramo final de la temporada se barajaron, entre otros, los nombres del uruguayo Enzo Francescoli y el danés Michael Laudrup, pero el elegido fue Romerito, un futbolista paraguayo absolutamente desconocido en España, aunque no en Sudamérica, donde brillaba con luz propia.

Un crack en Sudamérica

Julio César Romero Insfrán, cariñosamente conocido como Romerito, nace el 28 de agosto de 1960 en Luque, hoy la tercera ciudad del país, con una población de 312.000 habitantes, pero que entonces no llegaba a los 40.000 (también son originarios de allí otros destacados futbolistas como Parodi, Jose Luís Chilavert o Roque Santacruz). Se ha dicho que nuestro hombre pudo haber venido al mundo algunos años antes, concretamente en 1957, sospechándose de manipulaciones en las fichas, para colar a chicos con los 20 ya cumplidos como juveniles en las competiciones internacionales. Sea como fuere, parece haber sido un talento precoz, y oficialmente con 17 años debuta ya en el club de su localidad, el Sportivo Luqueño. Formará parte del combinado paraguayo en el Mundial Juvenil de Japón de 1979, donde se le consideró el jugador más destacado después de Maradona. Y ese mismo año se alineará también con los mayores de la Tricolor, que ganará la Copa América ante Chile, tras haber superado a la mismísima Brasil en Maracaná con dos goles suyos. El Cosmos, con Pelé de director deportivo, se lo va a llevar para Nueva York a cambio de un millón de dólares. Allí compartirá vestuario con monstruos como Beckenbauer, Carlos Alberto o Chinaglia, y en 1984 firmará por el Fluminense, de la mano de su compañero en el soccer Carlos Alberto.

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Romerito, durante su etapa en el Fluminense. | CIHEFE

Técnicamente hablando, Romerito era un mediapunta rápido, habilidoso y con bastante gol. No muy alto y delgadito —intuyo que en su período formativo no se alimentó demasiado bien, pues cuando ganaban les daban como premio una gaseosa y un plato de tallarines—, acostumbraba a salir con el número 7 a la espalda. Internacional indiscutible con la selección de Paraguay (incluso compusieron una canción en su honor), tuvo una notable participación en el Mundial mexicano de 1986, donde los guaraníes serían finalmente eliminados por la Inglaterra de Gary Lineker, máximo artillero de aquel torneo y con quien volvería a cruzarse a la vuelta de unos pocos años.

Breve aventura azulgrana

En el Fluminense, uno de los grandes clásicos del fútbol carioca, se convertirá en un auténtico ídolo de la torcida, pero tras cinco excelentes temporadas (211 partidos y 59 goles), sorprendentemente el club va a traspasarle, tal vez a causa de problemas económicos o de sus elevadas pretensiones, aunque él no quería irse. El caso es que un día de finales de marzo de 1989 va a sonar su teléfono en plena noche. Sobresaltado lógicamente, se pondrá al aparato, y le emplazan para presentarse de inmediato en la sede del club, donde le comunican su traspaso al Barça, uno de los principales cuadros europeos, a cambio de 40 millones de pesetas.

Romerito llegó al aeropuerto de Barcelona el miércoles 29 de marzo, firmó un contrato por tres meses, entrenó por vez primera con sus nuevos compañeros al día siguiente, y quedó concentrado el viernes, con vistas al trascendental partido del sábado 1 de abril contra el Real Madrid. Y Cruyff tomó la sorprendente decisión de hacerle debutar ya, en lugar de Lineker. Llegar y besar el santo.

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Romerito ante Schuster en un Real Madrid-Barcelona. | CIHEFE

A las órdenes del colegiado salmantino Joaquín Ramos Marcos, estas fueron las alineaciones que presentaron los dos equipos: por el Barça jugaron Zubizarreta, Aloísio, Alexanko, Milla, Serna, Bakero, Romerito, Eusebio; Julio Salinas, Roberto y Txiki Begistáin. Por el Real Madrid lo hicieron Buyo, Chendo, Esteban, Michel, Sanchís, Gordillo, Butragueño, Schuster, Hugo Sánchez, Gallego y Martín Vázquez. Romerito perdió su primer balón ante Martín Vázquez, y poco después, en una dura entrada, va a lesionar a a Sanchís, que tendrá que retirarse minutos más tarde. Estuvo muy participativo, moviéndose preferentemente por la banda izquierda del ataque y combinando bien con sus nuevos compañeros, y va a gozar de varias ocasiones claras en la primera mitad, que no logrará materializar. En la segunda parte su rendimiento bajó ostensiblemente, y a falta de 10 minutos, ya muy cansado, va a ser sustituido por Julio Alberto. El partido terminará con 0-0, y el Madrid se llevará al final su cuarta Liga consecutiva. El pobre balance barcelonista de Romerito se resumirá en siete partidos, con 470 minutos de juego y un único gol marcado, al Málaga en el Camp Nou, la tarde de su despedida como azulgrana.

Romerito después del fútbol

Probará fortuna en el fútbol mexicano (Puebla), y luego retornará a su país para jugar en su Sportivo Luqueño, más adelante en el Olimpia y el Cerro Corá, para actuar de nuevo en el conjunto de su localidad natal y retirarse en 1998. Una vez colgadas las botas, tampoco perderá el tiempo. Fue concejal por el Partido Colorado, una de las formaciones políticas tradicionales del país guaraní, y como buen aficionado a la música hizo sus pinitos con una banda de rock y como cantante, actuando en televisión. Tampoco se alejó del todo del fútbol, pues practicaría esa especialidad playera del volley fútbol, tan querida por Romario, con quien coincidiría sobre la arena. Fue uno de los jugadores paraguayos más importantes de las últimas décadas, con una más que destacable trayectoria internacional, y puede enorgullecerse de haber pertenecido, siquiera brevísimamente, a uno de los grandes clubes del fútbol europeo.

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