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Los chicos del Barça están bien

Cuadragésimo quinto artículo de Historias de Fútbol, recordando las concentraciones de verano de jóvenes promesas culés en la década de los 60.

Cuadragésimo quinto artículo de Historias de Fútbol, recordando las concentraciones de verano de jóvenes promesas culés en la década de los 60.
Jugadores en la órbita culé, haciendo sus concentraciones de pretemporada en la sierra del Montseny lejos del mundanal ruido. | CIHEFE

A mediados de la década de los años 60 del pasado siglo, el Real Madrid comenzó a enviar a varias de sus promesas a pasar unos días en la localidad gallega de Cedeira, en plena época estival, con el propósito de que se alimentasen bien y respiraran aire puro y límpido, lejos del mundanal ruido y la galopante contaminación urbana. En aquellos momentos el nivel de vida del país, aunque se encontraba inmerso en un proceso de acelerado crecimiento —son los años clave de los Planes de Desarrollo— todavía presentaba carencias importantes, que podían lastrar la formación física de unos futbolistas canteranos en cuyo futuro estaban depositadas muchas esperanzas, y ese suplemento podía venirles de perlas antes de iniciar una exigente temporada en las categorías inferiores del club de Chamartin, y quién sabe si dar también el anhelado salto al primer equipo…

‘Mamá’ Barça mima a sus cachorros

Pues bien. No fue sólo el Real Madrid —a la sazón el indiscutible club puntero de nuestro fútbol— el único que se preocupó de proporcionarles a sus futuros ases un entorno grato y saludable. En el verano de 1965 (y luego algunos años más) varios jugadores en la órbita blaugrana van a disfrutar de una días en plena naturaleza, oxigenándose y alimentándose con una generosidad que tal vez no se gastaba entonces en todos los hogares.

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La revista Barça, especie de órgano oficioso del club catalán, informa de ello en su número 506, correspondiente al 29 de julio de 1965. ‘Comida + descanso = Recuperación física’ era el título del reportaje, que en dos páginas e ilustrado con varias fotografías, nos mostraba a la alegre muchachada, informándonos de cómo transcurría el día a día de su bucólica y reparadora estancia en un pueblecito de la sierra del Montseny llamado Monistrol de Calders, perteneciente a la comarca barcelonesa del Moianés, no lejos de Manresa, situado en un paraje de gran belleza natural, con profusión de pinares, sierras y manantiales, y que contaba en ese momento con una población en torno a los 700 habitantes.

Charly Rexach... y los demás

Diez muchachos componían aquel improvisado campamento de verano. La mayoría de sus nombres no les dirán nada, salvo si son viejos aficionados, pero algunos sí que llegaron lejos en el azaroso negocio del fútbol: Albert, Ortí, Feliu y Gonzalo pertenecían al CD Condal, el filial barcelonista que acababa de ascender a la Segunda División; Suades y Martínez Haba jugaban en el equipo amateur del Barça, mientras que Paredes, Rexach, Pujol y Puig (hijo de Curta, defensa internacional blaugrana de los años 40) se hallaban aun en edad juvenil.

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Los benjamines del grupo tenían 18 años, y el más veterano era Albert, que con sus 21 primaveras se encontraba cumpliendo ya el servicio militar. Y por allí se dejó caer algún día, a hacerles una visita, Martí Filosía (cuya robusta constitución física no parecía necesitar de suplementos), quien junto con Rexach y Pujol se integraría también en las filas condalistas en la inminente temporada 65-66. Su cuartel general —alojamiento, comida y descanso— se encontraba en la Fonda Rubell, un lugar que tiene un hueco en la historia barcelonista, puesto que allí fue donde se recuperó Ladislao Kubala de un grave proceso tuberculoso, a caballo entre 1952 y 1953, enfermedad que pudo haberle costado su carrera deportiva en plena juventud, o tal vez algo peor…

Tranquilidad y buenos alimentos

La jornada comenzaba para ellos a las 10 de la mañana, cuando se levantaban —no eran demasiado madrugadores—. Tras ingerir un copioso desayuno, donde no faltaba el inevitable pan con tomate (pa amb tomaquet), acompañado de tortilla francesa y ¡vino!, salían a la naturaleza, a oxigenarse paseando por el monte, o a pescar en algún riachuelo, dande incluso unas patadas a una pelota de goma, hasta la hora del almuerzo, a las 2, con menús como el siguiente: entremeses —salchichón, jamón, aceitunas…—, macarrones al horno, estofado de ternera con zanahoria frita, postre (helado) y café.

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Todo ello en abundancia, que pagaba el club. Luego descabezaban una reparadora siesta hasta las 5 y media o 6 —que estamos en el Mediterráneo, y el calor a primera hora de la tarde aprieta de lo lindo—, una vueltecita para estirar las piernas, y a cenar. Después leían alguna novela —sospecho que del Oeste o policíaca, nada demasiado profundo—, y hojeaban un poco la prensa, que llegaba allí con mucho retraso, y a eso de las 11 de la noche a la cama (al parecer no había tele, ni por supuesto cascos, consola o móviles, cosas entonces de ciencia-ficción…). Según propia confesión, nadie les pedía autógrafos, y las chicas del pueblo pasaban olímpicamente de ellos.

Esa alegre desbandada...

Como en la canción del célebre grupo inglés The Who, que por aquellas mismas fechas iniciaba su salto a la fama, The Kids Are Alright, los chicos estaban bien, bien alimentados y cuidados. De regreso a Barcelona la mayoría de ellos actuarían los fines de semana en el Club Deportivo Condal, adscrito al Grupo Norte de Segunda. Rexach y Pujol ya habían debutado en partido oficial con el Barcelona, en el reciente torneo de Copa, y más tarde lo harían Martí Filosía y Paredes. Feliú, hermano de Nuria —la conocida cantante catalana—, no llegaría a estrenarse vestido de azul y grana, pero tendría una carrera interesante en la Categoría de Plata, militando primero en el Calvo Sotelo de Puertollano (un equipo patrocinado por la refinería de petróleo existente en dicha localidad machega), y más tarde en el San Andrés, de la barriada homónima barcelonesa.

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El resto iba a seguir trayectorias deportivas más discretas. Pero seguro que todos recordarían luego con cariño y nostalgia aquellos felices y despreocupados días del verano de 1965, con el corazón joven y alegre y la cabeza llena de sueños de gloria, por más que sean breves los días del esplendor en la hierba…

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