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Nii Lamptey, el niño que pudo ser Pelé

Nii Lamptey iba camino de ser una superestrella del fútbol. Pelé le designó su sucesor. Pero terminó viviendo una carrera de explotación y suplicios.

Nii Lamptey iba camino de ser una superestrella del fútbol. Pelé le designó su sucesor. Pero terminó viviendo una carrera de explotación y suplicios.
Nii Lamptey, tras proclamarse campeón del mundo y Balón de Oro en el Mundial sub17 de 1991 | Archivo

El 31 de agosto de 1991 la selección de fútbol de Ghana se proclamaba campeona del Mundial Sub17. Había dejado por el camino rivales poderosos como Uruguay, Brasil o España, este último en la final. Un nombre sobresalía por encima de los demás en el combinado africano: Nii Lamptey. Sería declarado mejor jugador del campeonato. Por aquel entonces militaba en el Anderlecht belga. Y un brillante horizonte se presentaba ante él.

No era la primera ocasión en que su nombre acaparaba titulares. Ya en el Mundial Sub16 disputado en Escocia en 1989 había llamado la atención. Y no de cualquiera. "Nii Lamptey es mi sucesor natural", declararía sobre él Edson Orantes do Nascimente Pelé. Casi nada. Una sentencia, una comparación, que le acompañaría de por vida. Y no siempre para bien.

La infancia del futbolista ghanés había sido complicada. Muy complicada. Nacido en Accra, capital de Ghana, el 10 de diciembre de 1974, tuvo que soportar el maltrato continuo que le infligía un padre alcohólico, con palizas constantes y quemaduras en la piel mediante cigarrillos que le dejarían marcas para siempre. Poco después, tras el divorcio de sus padres, el pequeño Nii era expulsado de casa. Abandonado.

Hallaría su refugio en el fútbol. En un equipo musulmán que le ofrecía cobijo a cambio de convertirse a su religión. Y para el chaval aquello era maravilloso.

Lo que seguramente no imaginaban, ni él ni el club, es que iba a ser tan bueno. Desde el primer momento llamó la atención de todos. La manera en que jugaba, la inteligencia sobre el campo impropia para un futbolista de su edad, el descaro...

Pronto es reclutado por la selección nacional. Aquel niño maltratado, analfabeto y que había pasado la mitad de su vida en la calle, va a disputar un campeonato del mundo. En Europa. En Escocia más concretamente. Y maravillará a todos. Ya en el primer encuentro, y a pesar del empate a cero ante la anfitriona, su figura se agiganta. Todos quedan sorprendidos por el talento de aquel futbolista. Incluido el propio Pelé, entonces embajador de la FIFA, que no duda en calificarlo como la futura estrella del mundo del fútbol, su sucesor.

Ghana no pasa de la fase de grupos. Pero Nii Lamptey enamora a todos. Conscientes de ello, la Federación ghanesa de fútbol confisca sus documentos al regresar a casa. Saben que son varios los clubes interesados en llevárselo, y no lo van a permitir. Incluso un dirigente del Anderlecht belga viaja a Ghana para tratar de cerrar su fichaje… y termina a punto de entrar en la cárcel.

Pero Lamptey no se va a conformar con lo que deciden por él. Nunca lo ha hecho, y menos lo hará ante la que ve como la oportunidad de su vida. Así que escondido en el maletero de un taxi cruza la frontera hasta llegar a Nigeria. Ahí le espera el agente del futbolista nigeriano Stephen Keshi, entonces en el Anderlecht, para huir hacia Bélgica.

Y en el Anderlecht todo se precipitará. Con 15 años ya entrena con el primer equipo, convenciendo a todos de que la edad no frena al talento. Debuta al año siguiente, obligando a la federación belga a cambiar su normativa para que pudiera hacerlo tan joven. Los elogios se suceden. Su entrenador, Aad de Mos, dirá de él que es el mayor talento joven que ha dirigido jamás. Palabras mayores teniendo en cuenta que había entrenado a Marco Van Basten a su misma edad.

Sensaciones que se multiplicarán durante el referido campeonato del mundo sub17 de Italia. Ahí Ghana es la gran sensación. Y Lamptey su estrella. Lleva a cabo una primera fase brillante, pese a quedar encuadrado en un grupo complicado con España y Uruguay. En cuartos de final toca Brasil. Hasta aquí llega el camino, piensan todos. Pero no. Supera a la canarinha por 2-1, con gol de Lamptey. En semifinales toca la sorprendente Qatar, de la que se deshace en la tanda de penaltis. Y en la final, España. La España de Dani García Lara, Pepe Gálvez o Robaina . Una España que tres meses atrás se había proclamado campeona de Europa de la categoría, y que había superado a Alemania en cuartos y Argentina en semifinales.

El resultado de la final: 1-0 a favor de Ghana. La selección africana es campeona del mundo. Lamptey, que concluye el campeonato con cuatro goles, es designado mejor futbolista del Mundial, por delante de nombres como Alessandro del Piero, Marcelo Gallardo o Juan Sebastián Verón.

No era flor de un día. Varios de los integrantes del combinado representarían a su país en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, logrando la medalla de bronce (sólo caerían ante España en semis). Y en el Mundial sub20 de 1993 sucumbirían en la final ante Brasil. Siempre con un denominador común: Nii Lamptey era la estrella. Una estrella mundial.

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Nii Lamptey, en su etapa en el PSV Eindhoven, junto a Edgar Davids, en el Ajax

Su carrera a nivel de clubes también lo refrenda. Tras brillar en el Anderlecht, en el verano de 1993 ficha por el PSV Eindhoven. Es el elegido para sustituir a Romario, que acaba de marcharse al Barcelona. Marcará 10 goles en 22 partidos. Aún tiene 18 años. Parece, de verdad, la nueva perla negra.

Una caída en picado

Pero a partir de aquí todo marchará cuesta abajo. Tremendamente cuesta abajo. Para un recién mayor de edad que no sabe leer ni escribir, la figura del agente Antonio Caliendo –el mismo que Maradona o Roberto Baggio- se le presenta como un ángel. Pero nada más lejos de la realidad. Le hace firmar un contrato por el que el italiano era el propietario del futbolista. Es decir, todo el dinero de cada traspaso era para el agente, no para el club que lo tenía en propiedad. Dicho de otro modo: lo único que le interesa a Caliendo era mover al jugador, cuantas más veces mejor, y sacar la mayor tajada posible de cada traspaso. Sin importar si es bueno o no para la carrera del futbolista.

Y sucede que con solo 22 años Nii Lamptey es prácticamente un exfutbolista, que chupa banquillo en el Venezia de la Segunda División italiana. Entre medias, pasos breves y sin ningún protagonismo por el Aston Villa y el Coventry ingleses.

En 1997 aparece una exótica oportunidad para un futbolista ghanés que no termina de encontrar su lugar en Europa: Boca Juniors. Ficharía por el club argentino, pero no llega a debutar. Es cedido de inmediato al Club Atlético Unión de Santa Fe.

Ahí el problema no será el fútbol. Será la vida. En un futbolista que ya había perdido toda ilusión se añade un suceso que derrumbaría a cualquiera en cualquier situación: fallece su hijo. De nombre, por cierto, Diego Armando. Las autoridades ghanesas, que ya habían repudiado al futbolista, nunca le permitirán su enterramiento en casa. Y Lamptey cae en una profunda depresión. Abandona Argentina, para fichar por el Ankaragücü turco. Después vendrán el União Leiria portugués, y -ya con un nuevo agente- el Greuther Fürth alemán.

Parece que en la segunda división alemana Lamptey encuentra por fin la paz. Pero entonces la tragedia le sacude nuevamente: su hija fallece por la misma enfermedad que había padecido Diego.

Toca probar aún más lejos. En realidad lo que desea Lamptey es abandonar el fútbol. Pero no puede. Es la única forma en la que puede ganar algo de dinero. Comienza un periplo por todo el planeta, en busca de cuatro duros, que le lleva por las ligas de China, Arabia Saudí (en el Al Nassr de Cristiano Ronaldo, aunque nada tenía que ver entonces), Ghana y Sudáfrica.

En 2007, con 33 años, se retira de manera definitiva. Habían sido 14 clubes en 16 años de carrera.

Cuando uno ve que con 19 años era ya campeón del mundo y Balón de Oro sub17, medallista olímpico, subcampéon del mundo sub20 y sustituto de garantías de Romario en el PSV, que se trataba del mayor talento joven del planeta, y comprueba su posterior carrera, tiende a pensar en el trágico malgasto de potencial.

Sin embargo, Nii Lamptey no fue un juguete roto. Nii Lamptey fue un inocente gran futbolista con una infancia horrible del que se aprovecharon todos los que pudieron, todos en los que él confió en algún momento. "Me considero un sobreviviente", dice.

Ahora, desde hace unos años, dirige una academia de fútbol para niños desfavorecidos, y ha construido una escuela en Accra. "La educación es fundamental. Lo que yo he sufrido de pequeño, no poder ir a la escuela, no poder leer aquello que debí haber leído, me marcó. No quiero que mis hijos, ni ningún niño, tenga que pasar por lo mismo que pasé yo".

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