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El Real Madrid sale vivo del Camp Nou gracias a un penalti tonto

Quincuagésimo artículo de Historias de Fútbol, recordando el Clásico liguero del Camp Nou disputado el 9 de marzo de 1969.

Quincuagésimo artículo de Historias de Fútbol, recordando el Clásico liguero del Camp Nou disputado el 9 de marzo de 1969.
Los jugadores del Real Madrid, tras el empate contra el Barcelona en el Camp Nou. | CIHEFE

No fue el penalti más famoso que le pitaron al Barça en su feudo ante el Real Madrid —honor que le correspondería al señalado el año siguiente por el famoso y desaparecido árbitro guipuzcoano José Emilio Guruceta Muro en partido de Copa—, pero sí que supuso una gran frustración entre la hinchada barcelonista, a pesar de ser justo. Justo... pero estúpido por lo innecesario. Ocurrió a pocos minutos para el final del encuentro cumbre de la jornada número 24 de aquella Liga 1968-69 que comandaba con absoluta autoridad, y hasta el momento imbatido, el conjunto merengue, venciendo los azulgranas por 1-0.

De terminar con dicho resultado el choque allí se hubiese acabado la fantástica racha de los blancos, que no habían perdido uno solo de sus compromisos en la 23 jornadas precedentes. Habría sido un indudable motivo de alegría para la sufrida aficion culé, que transitaba por la Liga con más pena que gloria, incluso con el habitual subcampeonato en peligro, y a la espera de poder desquitarse en la Recopa, donde ya eran semifinalistas, y en la socorrida Copa del Generalísimo.

Ser los primeros en derrotar al Madrid: orgasmo culé

El encuentro va a disputarse el domingo 9 de marzo de 1969 y será televisado en directo para toda España. Los blancos tenían ya prácticamente el titulo liguero en el bolsillo, pues se presentaban en el coliseo barcelonista con 8 puntos más que el segundo de la tabla, la gran Union Deportiva Las Palmas dirigida por Luís Molowny, el Mangas, y donde brillaba una constelación de estrellas irrepetibles, con los Tonono, Martin Marrero, Paco Castellano, Juanito Guedes, los dos Gilbertos y el maestro Germán Devora. Los canarios estaban empatados con los azulgranas, a los que superaban por mejor goal average particular. Faltaban por disputarse únicamente 14 puntos: aunque el Real Madrid tenía que visitar a sus dos perseguidores, el resto del calendario le era favorable.

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A las órdenes del colegiado internacional vizcaíno José María Ortiz de Mendívil, ambos equipos formaron de la siguiente manera: por el Barcelona lo hicieron Sadurní; Torres, Gallego, Eladio; Zabalza, Fusté; Pellicer, Zaldúa, Martí Filosía, Pereda y Rifé. Por el Real Madrid, Betancort; Calpe, De Felipe, Sanchís; José Luis, Zoco; Miguel Pérez, Amancio, Grosso, Velázquez y Gento, actuando como capitanes el navarro José Antonio Zaldúa y el cántabro Paco Gento, respectivamente.

El mejor escribano echó un borrón... ¡pero qué borrón!

La primera parte transcurrió sin que se alterase el cero a cero inicial. No hubo grandes ocasiones, pero el Madrid fue algo mejor, dentro de una tónica de juego bastante anodina. Pero en la reanudación ambos equipos mostraron más entusiasmo, aunque la iniciativa correspondió a los locales. Y así, en el minuto 25 de esa segunda mitad, y a la salida de un córner, Zaldúa recibió el balón, se lo preparó y a espaldas de la portería madridista empalmó un disparo que batió a Betancort. Los merengues protestaron la validez del tanto, alegando que había existido un fuera de juego posicional, pero el árbitro no lo consideró así y el tanto subió al marcador.

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Fueron pasando los minutos y la posibilidad de que el Madrid perdiese por fin su larguísima imbatibilidad fue cobrando cuerpo, hasta que en el 86’, a sólo cuatro para la conclusión del choque, Gallego —el gran baluarte defensivo de aquel Barça, el central indiscutible de la selección española— interceptó con ambas manos y dentro del área un centro sobre su portería sin demasiado peligro, para sorpresa de todos. Ortiz de Mendívil no tuvo más remedio que pitar penalti, que instantes después convertiría el especialista Gento en el gol del empate, estableciendo así el resultado que ya sería definitivo para tristeza de todo el barcelonismo.

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La revista RB hablaría la semana siguiente de "devolución de regalo", estableciendo un cierto paralelismo con lo sucedido en la final de Copa del año anterior —la que ha pasado a la historia como la de ‘las botellas’, con el polémico arbitraje del balear Rigo Sureda—, cuando un tanto en propia puerta del central madridista Zunzunegui supondría a la postre el triunfo azulgrana, aunque con la salvedad de que ese autogol se había producido en los primeros compases del encuentro, con muchísimo tiempo aún por delante para la remontada, mientras que el clamoroso error de Gallego había tenido lugar faltando escasos minutos, dejando a su equipo en algo muy parecido a un "estado de shock".

¿Qué le pasó por la cabeza al bravo zaguero de Puerto Real en aquel instante fatídico? Tal vez se le cruzaron los cables, creyendo ver un peligro inminente para su meta donde no lo había y pensando que se hallaba fuera del área grande. Fue un acto reflejo, algo instintivo, pero que costó muy caro a su equipo, malogrando una victoria que ya se mascaba, un triunfo que podía servir de lenitivo para una alicaída hinchada que ya acumulaba demasiadas decepciones.

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Los merengues, rumbo al título

La consecuencia fue que el Real Madrid salió vivo de su difícil visita al Camp Nou, aventajando a la Unión Deportiva Las Palmas en 7 puntos y al Barça en 8, cuando únicamente restaban 12 por disputarse; es decir, que ya podía considerársele como virtual campeón de Liga. El sueño del Barça se había esfumado, y en la competición ya únicamente le quedaba la posibilidad de alcanzar un nuevo e inútil subcampeonato, tal como había ocurrido en las dos temporadas anteriores. A la postre tampoco lo logró y los amarillos consiguieron su mejor clasificación histórica, culminando un estupendo bienio, y ello utilizando únicamente a 14 jugadores en 30 jornadas, un registro que hoy en día se nos antoja increible. Y siendo casi todos —a excepción del meta Oregui, de origen vasco— procedentes de la cantera insular.

El Barça tan sólo ganó uno de los seis últimos encuentros, goleando en el Camp Nou al Deportivo de La Coruña, cosechando sendos empates en sus visitas a los otros dos conjuntos catalanes, Espanyol y Sabadell, cayendo en el campo del ya descendido Córdoba —al que entrenaba nada menos que Ladislao Kubala, que muy pronto sería nombrado nuevo seleccionador nacional— y siendo derrotado en su propio feudo por el Athletic de Bilbao, para cerrar una Liga sencillamente para olvidar, a la vez que cumplía su partido número 1.000 en Primera División con otra igualada, en esta ocasión frente al Valencia en su grandioso recinto de la Travesera de Les Corts.

Y mientras tanto, ¿qué fue del Real Madrid? Pues que al finalizar la jornada número 27 se proclamó campeón de Liga por decimotercera vez, tras derrotar en el Bernabéu al Real Zaragoza por 2-0. En la segunda ronda ya había vivido de las rentas acumuladas durante la primera mitad de la competición, en la que habían despachado un rendimiento excepcional: 28 puntos de 30 posibles. Pero estaba escrito que no acabaría aquel torneo sin doblar la rodilla. Y esto sucedería en la siguiente jornada, en Altabix, donde los franjiverdes del Elche —que aquella temporada llegaría hasta la mismísima final de Copa, cayendo ante el Athletic de Bilbao merced a un solitario gol de Antón Arieta—, le infringirían su única derrota, por obra de un tanto marcado por Curro.

¿Salvaría el Barça la temporada?

Al Barça todavía le quedaban un par de balas en la recámara, las dos competiciones por eliminatorias. En la Recopa se enfrentaría a un rival temible, el Colonia alemán, cuya gran estrella era el internacional germano Wolfgang Overath, mientras que en la Copa del Generalísimo el bombo les había emparejado con un adversario más modesto y asequible, la Real Sociedad de San Sebastián.

En los dos casos disputaría el encuentro de ida en campo contrario, por lo que tenía bastantes opciones de superar ambos compromisos. Sobre todo el de los donostiarras, pese a que éstos contaban con un buen aliado en el viejo Atocha, la manguera, y además ya sabían lo que era salir últimamente del Camp Nou sin encajar un gol. Pero el relato de ambos enfrentamientos lo dejamos para otra ocasión…

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