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Molowny: el Real Madrid en avión y el Barça en barco

Quincuagésimo séptimo artículo de Historias de Fútbol, recordando cómo el Madrid fichó al Mangas ganándole la partida al Barça, que también lo quería.

Quincuagésimo séptimo artículo de Historias de Fútbol, recordando cómo el Madrid fichó al Mangas ganándole la partida al Barça, que también lo quería.
Luis Molowny, en su época de jugador. | CIHEFE

En los años 40 del pasado siglo la rivalidad entre Real Madrid y Barça no era, ni muchísimo menos, tan grande y fuerte como lo es hoy. De hecho, digan lo que digan algunos, prácticamente no existía, mayormente porque el Madrid de entonces, presidido ya por Santiago Bernabéu y embarcado en la construcción de un nuevo campo que sustituyese al pequeño y obsoleto Chamartín, no constituía un auténtico enemigo para los azulgranas, pues no ganaba la Liga desde 1933, antes del estallido de nuestra Guerra Civil, y los que cortaban el bacalao en el difícil período que siguió a la contienda fratricida eran, junto a los azulgranas, Valencia, Atletico de Madrid —bajo la denominación de ‘Atletico Aviación’—, Athletic Club de Bilbao y, en menor medida, Sevilla.

Una perla canaria

Seguramente por eso, y ante la perspectiva de mudarse pronto a un terreno de juego con mucho mayor aforo, y al que habría que atraer a los aficionados con el señuelo de la presencia quincenal de futbolistas destacados, Bernabéu estaba ojo avizor, a la caza y captura de figuras que pudiesen dar espectáculo y cubrir tanto cemento. Y al parecer uno de esos artistas despuntaba en un conjunto de las Islas Canarias, cuyos equipos, al no existir todavía comunicaciones regulares con la Península o ser estas muy precarias, no podían competir en categorías nacionales, viéndose sus mejores talentos en la obligación de emigrar a clubes de la España continental si querían codearse con la élite de nuestro fútbol. Uno de esos jóvenes prometedores respondía al nombre de Luis Molowny Arbelo, y había nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1925, aunque militaba en un cuadro grancanario, el Marino de Las Palmas. Evidentemente la gran clase de Molowny no les había pasado desapercibida a las principales entidades peninsulares, y concretamente el FC Barcelona se había propuesto contratarle para reforzar su plantilla.

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La hábil maniobra de Bernabéu

Lo que sigue es una historia un tanto rocambolesca, digna de ser llevada al cine en una película que recree el clima de aquella dura época de nuestra Posguerra. La protagoniza el propio Santiago Bernabéu, que a la sazón viajaba en tren hacia la Ciudad Condal. El convoy ferroviario efectuó una parada en la estación tarraconense de Reus, y el presidente madridista bajó para estirar un poco las piernas. En el andén compró el periódico, un ejemplar de La Vanguardia (entonces denominado La Vanguardia Española), y en la sección de Deportes leyó que el Barcelona había enviado un emisario por vía marítima rumbo a Las Palmas, con el propósito de fichar al codiciado Molowny.

Bernabéu era un tipo resuelto, muy echao p´alante, y ni corto ni perezoso se precipitó sobre el teléfono más cercano, y pidió una conferencia con la Capital, con las oficinas de su club —ignoro si lo hizo durante la parada, que seguramente sería larga, o una vez llegado ya a Barcelona—. El caso es que habló con el entrenador del Real Madrid, Jacinto Quincoces, el que fuera famoso defensa internacional en la década de los 30, y le ordenó que tomase el primer avión para Las Palmas, y fichase ipso facto a Molowny. Quincoces le hizo caso —¡bueno era don Santiago—, y se dirigió a Canarias por vía aérea.

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Y mientras el comisionado del Barça realizaba su larga travesía surcando primero el Mediterráneo y después el Atlántico, el delegado madridista tuvo incluso tiempo de ver en acción a Molowny en un partido donde precisamente no se lució demasiado. Se apresuró a contárselo a Bernabéu también por teléfono, pero este le atajó, conminándole a realizar de inmediato la operación:

¡Déjate de hostias y fíchalo!. Ya hablaremos…

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Rentable como futbolista... y como técnico

Así lo hizo, y a cambio de 250.000 pesetas de la época, Molowny pasó a formar parte de la plantilla madridista, con un salario mensual de 3.000 pelas. Y cuando por fin llegó a las Islas Afortunadas el emisario barcelonista, tan sólo pudo leer la noticia del fichaje en la prensa local. El Real Madrid se les había adelantado al utilizar un medio de transporte moderno y muchísimo mas rápido. Molowny debutaría con el conjunto merengue en los albores de la temporada 46-47, precisamente frente al propio Barça y marcando el gol de la victoria en un encuentro disputado en el estadio Metropolitano, cedido por el Atlético de Madrid al eterno rival ciudadano mientras se culminaban las obras de su nuevo terreno de juego, que sería inaugurado finalmente en diciembre de 1947. Su rendimiento sólo puede calificarse de excelente. Permaneció por espacio de 11 temporadas en la casa blanca, disputando más de 200 partidos y marcando un centenar de goles. En su palmarés reunió tres Campeonatos de Liga, dos Copas de Europa y otras tantas ediciones la Copa Latina. Formó en siete ocasiones con la Selección Española, anotando un tanto, y fue mundialista en Brasil’50.

Esta es la pequeña historia del fichaje de quien muy pronto sería conocido como El Mangas, pues era tan friolero que se agarraba los extremos de dichas partes de la camiseta con los puños, para de ese modo preservar mínimamente sus manos de las bajas temperaturas invernales de Madrid y otras localidades de la Península. Ya existían los guantes, por descontado, pero en aquella época ni siquiera la mayoría de los guardametas los calzaban, atajando aquellos durísimos y ásperos balones con las manos desnudas. Mucho más tarde, en los años 70, saltaría a la fama el magnífico jugador portugués de la Union Deportiva Salamanca Joao Alves, que los usaba incluso en pleno verano.

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Y si como futbolista Luis Molowny le ofreció un gran rendimiento al Real Madrid, qué decir de su faceta como técnico apagafuegos… Tras su exitosa etapa al frente de la mejor Unión Deportiva Las Palmas de la historia -un subcampeonato de Liga y un tercer puesto en el bienio 1967-69-, y desde que en enero de 1974 reemplazase al sempiterno Miguel Muñoz, tantos años compañero suyo en el terreno de juego, tuvo que tomar las riendas del equipo blanco hasta en cuatro ocasiones, con un bagaje de triunfos sencillamente impresionante: tres Ligas (1978, 1979 y 1986), dos Copas (1974 y 1982) y dos Copas de la UEFA (1985 y 1986). Y pensar que todo comenzó un lejano día de junio de 1946, cuando Santiago Bernabéu, aquel patriarca manchego, se dio cuenta de que a Canarias se llegaba primero en avión que en barco, aunque éste hubiese zarpado varios días antes…

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