El fútbol fue uno de los pocos refugios que hallaron los prisioneros de Auschwitz -y de otros campos de concentración-. Aquí hemos recordado las historias sobre aquellos partidillos que disputaban quienes penaban en aquellos centros de exterminio, maltrato y tortura. El fútbol, como la música, evadía en aquel paisaje de alambres de espino.
El caso de nuestro protagonista también vinculado al deporte rey no era jugador sino el árbitro de aquellos encuentros.
¿Cómo se dio aquella situación?
Leo Goldstein era un judío nacido en Polonia. Se desconoce con exactitud la fecha, pero en torno a 1910. Sí se sabe con certeza que en 1944 sería deportado a Auschwitz. A los pocos días es condenado a la cámara de gas, como tantos y tantos compañeros.
Goldstein se halla en la larga de fila de judíos, gitanos… cuyo final era la cámara de gas, ‘la ducha’. Pasaban uno a uno, recibiendo indicaciones sobre por dónde debían entrar a la cámara. "¡A la izquierda!, ¡a la izquierda". Pero cuando llega el turno de Goldstein, le apartan. "A la derecha", le gritan. No entiende qué sucede, pero de repente se ve fuera de aquel camino a la muerte.
Al girarse, descubre que quién le ha dado la orden es un guardia con quien Leo había tenido unas palabras unas semanas atrás, en los barracones. "¿Alguien sabe de reglas de fútbol?", había preguntado ese guardia en voz alta. "En una ocasión leí el libro de reglamento", había respondido Goldstein.Jamás pensó que aquella conversación, prácticamente absurda, le salvaría la vida.
El guardia en cuestión necesitaba de alguien que arbitrara en los partidos que él mismo organizaba entre guardias, soldados y, eventualmente, algún prisionero.
Le hicieron volver a los barracones, y a partir de ese día Goldstein arbitró siempre en aquella suerte de partidillos que se organizaban en Auschwitz, o en algún campo cercano. Aquello le permite seguir con vida no sólo cuando estaba a unos metros de la muerte, sino el resto de la estancia. Incluso con algún pequeño privilegio, como un trocito de pan adicional, o algún que otro brevísimo descanso.
Leo Goldstein sobrevivió arbitrando en Auschwitz.
De Auschwitz al Mundial de fútbol
Al concluir la guerra y ser liberado, Leo emigra primero a Israel, y finalmente se instala en Nueva York. Allí trabaja como taxista, y también arbitra partidos de fútbol de niños y adolescentes. Poco a poco va ascendiendo en un fútbol en aquellos años precario en el país, y llega a ser árbitro de la American Soccer League.
No sólo eso. En 1959 es nombrado árbitro internacional de la FIFA y designado para dirigir encuentros de los Juegos Panamericanos de 1959, así como eliminatorias en el continente para el Mundial de Chile de 1962. Un Mundial para el que, curiosamente, no sería convocado entre los árbitros elegidos. Pero igualmente anuncia a la FIFA que durante la disputa del torneo se encontrará en Chile, de vacaciones, por si en algún momento requieren de sus servicios. Pocos días antes de arrancar el campeonato se ponen en contacto con él para solicitarle si puede acudir como árbitro asistente al duelo entre Hungría e Inglaterra de primera fase (2-1 para los magiares). Él lo hace encantado.
A los dos días, vuelve a ser citado. En esta ocasión para el enfrentamiento entre Italia y la anfitriona, Chile. Un partido que ha quedado para el recuerdo como el más violento de la historia del fútbol. Patadas, codazos, puñetazos, escupitazos… se sucedieron durante todo el encuentro, batalla campal incluida, que venía cargada de duros enfrentamientos previos más allá del terreno de juego. Los goles de Jaime Ramírez y de Jorge Toro (2-0 para Chile) no opacaron el bochornoso episodio de violencia.
Qué más da todo aquello, pensaría él. Leo Goldstein estaba en un Mundial, en un espectáculo mayúsculo menos de dos décadas después de estar dirigiendo partidos en uno de los lugares más terroríficos y mortíferos de la historia del ser humano.
Leo Goldstein sería incluido en el Salón de la Fama del Fútbol Internacional. Probablemente, el árbitro más agradecido de ejercer esa labor en la historia del deporte.
Y por eso este 27 de enero, Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto, recuperamos esta historia. De cómo el fútbol y una conversación sin importancia en un barracón le salvaron la vida. A diferencia de los seis millones de judíos aniquilados en el Holocausto que siempre están en nuestro recuerdo.


