
España no participó en el primer Campeonato del Mundo de Fútbol celebrado en Uruguay, conmemorando los primeros 100 años de existencia del pequeño país charrúa. Sí lo hizo en el segundo, que tuvo su sede en la Italia de Mussolini, donde fuimos eliminados por los anfitriones, una Squadra Azzurra que desplegó un sinfín de triquiñuelas para derrotarnos y seguir adelante. Por razones obvias no comparecimos en Francia’38, pero si en Brasil, en 1950, cuando se reanudó la gran cita internacional tras el obligado paréntesis de la Segunda Guerra Mundial, y donde nuestro combinado nacional alcanzaría un meritorio cuarto puesto, la mejor clasificación hasta Sudáfrica’2010.
Verdaderos fracasos sin paliativos fueron nuestras ausencias en Suiza’54, por obra y gracia de un bambino que sacó la papeleta de una Turquía a la que fuimos incapaces de ganar en el desempate del Olímpico de Roma, y Suecia’58, penalizados por un inesperado empate ante la débil Suiza en Madrid. En 1962, en tierras chilenas, no pasamos de la fase de grupos, aunque nos tocó vernos las caras con los dos finalistas, Checoslovaquia y Brasil, que nos vencieron por la mínima, mientras que en Inglaterra’66 también caímos a las primeras de cambio, pero superados por dos potencias como Argentina y la RFA, que sería también finalista en dicho torneo. Grandes fiascos fueron asimismo nuestro revés en la fase de clasificación para México’70, a donde llegaría Bélgica, y en la de 1974, sucumbiendo en otro desempate ante Yugoslavia, que fue la que consiguió finamente el codiciado billete para tierras germanoccidentales.
La batalla de Belgrado
Para el Mundial de 1978, que iba a celebrarse en la hermana República Argentina, nuestros rivales en la fase previa fueron dos viejos conocidos, Rumanía y Yugoslavia, a los que de un tiempo a aquella parte nos encontrábamos hasta en la sopa. En el primer partido, octubre del 76, se vence a los balcánicos en el Sánchez Pizjuán merced a un solitario gol de Pirri a cinco minutos del final, al transformar un penalti cometido sobre Juanito. En Bucarest, ya en abril de 1977, perdemos ante los rumanos también por 1 a 0, y en octubre les derrotamos en Madrid por 2-0 (Leal y Rubén Cano).
Quedaba lo más duro: viajar a Belgrado para enfrentarnos a la Plavi, a cara de perro. España se clasificaba ganando, empatando e incluso perdiendo por un tanto de diferencia, pero los yugoslavos no iban a ponérnoslo fácil, pues también querían volar a Argentina. El encuentro se jugó en día laborable, el 30 de noviembre de 1977, pero el Camarada Tito, que aún vivía y mandaba mucho, dio fiesta al personal. El ambiente fue infernal ya desde el calentamiento, y el choque resultó una auténtica batalla -lesión de Pirri, cazado alevosamente, el famoso botellazo a Juanito y un cúmulo de brusquedades por parte de los locales-. Hasta que en el minuto 71 el debutante Cardeñosa acertó a centrar una pelota que se marchaba fuera por la línea de fondo, y el oriundo Rubén Cano, con toda su fama de torpón a cuestas, la remató a la red con la espinilla, pasaportándonos así a su país natal con un equipo muy de Comisiones, donde figuraban Marcelino y Camacho…
Alojamiento manifiestamente mejorable
El seleccionador nacional Ladislao Kubala convocó para la cita mundialista a los siguientes 22 jugadores: Arconada (Real Sociedad), De La Cruz (Barcelona), Uría (Sporting de Gijón), Asensi (Barcelona), Migueli (Barcelona), Biosca (Betis), Dani (Athletic de Bilbao), Juanito (Real Madrid), Quini (Sporting de Gijón), Santillana (Real Madrid), Cardeñosa (Betis), Guzmán (Rayo Vallecano, la gran sorpresa de la lista), Miguel Ángel (Real Madrid), Leal (Atlético de Madrid), Marañón (Español), Olmo (Barcelona), Marcelino (Atlético de Madrid), Pirri (Real Madrid), Rexach (Barcelona), Rubén Cano (Atlético de Madrid), San José (Real Madrid) y Urruticoechea (Español). Los grandes ausentes eran los madridistas José Antonio Camacho, con una gravísima lesión que hacía incluso peligrar su carrera, y Vicente Del Bosque.
La Martona era un club de campo situado en Cañuelas, en las cercanías de Buenos Aires. Inaugurado en 1975, estaba aún a medio construir, pero se había elegido por su bajo precio (10 habitaciones dobles y 11 simples, a 50 dólares por persona y día, alojamiento y manutención, mientras que otras selecciones pagaban más del doble). Eran tiempos de austeridad y ahorro, con una galopante crisis económica y estando aun muy recientes los ‘Pactos de La Moncloa’, en aquella España que acababa de recuperar la democracia después de un largo periodo de dictadura, y elaboraba una Constitución que pudiese garantizar de una vez por todas nuestra convivencia.
Sin embargo, el lugar escogido va a reunir no pocos inconvenientes e incomodidades. Se había buscado un sitio aislado y tranquilo, pero los jugadores se van a aburrir mortalmente, aunque no les dejaron ir a la vecina capital, federal, donde si se solazaban otros combinados. Las habitaciones eran razonablemente espaciosas y confortables, distribuidas en dos plantas y bautizadas en un curioso spanglish como dormis-houses, pero la baja temperatura ambiente -Argentina se aproximaba ya al invierno austral - apenas era mitigada con un deficiente sistema de calefacción a base de estufas eléctricas y chimeneas de leña. Y tampoco la alimentación era la mejor posible, pues la persona encargada de dicha labor apenas sabía cocinar, y preparaba siempre menús rutinarios, a base de asados y pasta (espaguetis).
Y para colmo, el lugar, a decir de muchos jugadores, parecía más un campo de concentración, custodiado por un gran número de militares armados hasta los dientes, que no en balde Argentina vivía entonces en plena dictadura -’Proceso de Reorganización Nacional’ lo llamaban-, con el siniestro general Videla al frente. El frío reinante y el viento no eran los idóneos para pasear, de modo que debían matar el tiempo jugando a las cartas y viendo la televisión. Para entrenar tenían que desplazarse hasta el campo del Gremio de Mecánicos (SMATA), pues el de La Martona carecía de las medidas reglamentarias.
Nuevo fracaso en el terreno de juego
Y si las condiciones de alojamiento no eran las óptimas -y según cuentan, tampoco el ambiente entre los seleccionados…-, esos problemas van a trasladarse al césped. España debuta en el campeonato el 3 de junio, en el estadio José Amalfitani de Buenos Aires, feudo del Vélez Sarsfield, frente a un adversario teóricamente no demasiado temible, Austria, pero van a pintar bastos desde el primer momento. Marcó muy pronto Schachner, mas no tardó en igualar Dani. Sin embargo, a 15 minutos del final Hansi Krankl, Bota de Oro europeo y próximo fichaje del Barça, les dio el triunfo a los centroeuropeos.
No se podía fallar ante Brasil, cuatro días después en Mar del Plata, y aunque la Canarinha no era ya la que deslumbrase en México-70 -los Pelé, Jairzinho, Gerson, Tostao, Rivelino y compañía ya eran gloriosa historia-, no pudimos pasar del inicial empate a cero, y el encuentro quedaría ya marcado para siempre por el celebérrimo gol marrado por el bético Cardeñosa, una jugada que ha perseguido sañudamente desde entonces al buen centrocampista pucelano.
El triunfo ante Suecia por la mínima, con gol de Asensi, de nuevo en el José Amalfitani (11 de junio), ya fue del todo inútil, y la expedición se volvió para España con un regusto amargo, dejando decepcionados a millones de españoles y a los muchos miles de compatriotas residentes en la Argentina, y echando pestes de una pésima organización que les había encerrado durante un par de semanas, mal alimentados y pasando frío. Por esos mismos días fallecía Santiago Bernabéu, una figura clave en la historia de nuestro deporte. Malos tiempos para la lírica… futbolística.
