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El Español del oxígeno

Artículo número 62 de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando cómo Scopelli daba oxígeno a los jugadores en los descansos.

Artículo número 62 de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando cómo Scopelli daba oxígeno a los jugadores en los descansos.
Alejandro Scopelli (i) y su método del oxígeno en el Español. | CIHEFE

El Real Club Deportivo Español, últimamente rebautizado como ‘Espanyol’ para no ser acusado de "poco catalán" —empeño por lo demás inútil, pues ya hace mucho que los guardianes de la ortodoxia nacionalista le pusieron la cruz—, fue uno de los 10 clubes fundadores del Campeonato Nacional de Liga, allá por febrero de 1929, pero nunca ha logrado ganarla, y sí, en cambio, ha conocido varias veces las hieles del descenso de categoría, alguna de ellas muy reciente. Sus mejores clasificaciones históricas han sido cuatro terceros puestos, en las temporadas 1932-33, 1966-67, 1972-73 y 1986-87, que ya ha llovido bastante desde entonces. También consiguió un meritorio cuarto lugar en varias ocasiones, entre ellas en la campaña 1952-53, llegando incluso a liderar la tabla durante muchas jornadas, y hoy vamos a recordar precisamente ese brillante curso, en el que además se produjeron unas circunstancias la mar de originales.

Si la gran sensación de la Liga 1951-52 fue la portentosa actuación de Ladislao Kubala en el Barcelona, a la postre campeón en el que sería su quinto título del Torneo de la Regularidad, en la campaña siguiente todas las miradas van a converger desde muy pronto en su rival ciudadano, el Español. Era el nuevo inquilino del banquillo de Sarriá Alejandro Scopelli, apodado el Conejo (La Plata, Buenos Aires, Argentina, 1908 — Ciudad de México, México, 1987), antiguo y destacado jugador de Estudiantes de La Plata y la Selección Albiceleste. Scopelli, un estudioso y teórico del fútbol —poco después publicaría un libro que conoció varias ediciones, convirtiéndose en un clásico: Hola, Mister. El fútbol por dentro—, había dirigido con anterioridad al Deportivo de La Coruña en nuestro país, haciéndole subcampeón de Liga, amén de entrenar también en su Argentina natal, Portugal, Chile y México, y va a introducir en España un método entonces revolucionario, la oxigenoterapia.

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¿Un método milagroso?

Consistía esta, sencillamente, en hacer inhalar a sus jugadores en el vestuario, durante el descanso de los partidos, oxígeno procedente de unas bombonas mediante caretas individuales, con el propósito de que se recuperasen mejor del esfuerzo realizado durante la primera mitad, y salieran como motos en la segunda. El caso es que el Español arrancó aquella Liga 52-53 metiendo la directa. Ganó los siete primeros partidos, con una victoria en el nuevo Chamartín ante el Real Madrid y goleadas a Sevilla y Athletic de Bilbao en Sarriá. Tras la tercera jornada ya se encaramó al liderato, y después de la undécima le sacaba nada menos que cinco puntos de ventaja al segundo clasificado. La alineación titular de esos días felices está grabada con letras de oro en el santoral perico: Domingo; Argilés, Parra, Cata; Bolinches, Artigas; Arcas, Marcet, Mauri, Piquín y Egea. Es en ese momento, imbatido y destacado en cabeza, cuando el calendario va a deparar un duelo en la cumbre en Les Corts entre un Barça donde era baja Kubala, afectado de un serio proceso tuberculoso, y los blanquiazules. Y será mucho más que un derbi, el de ese domingo 14 de diciembre de 1952

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Un Barça-Español muy accidentado

Les Corts estaba a reventar. Literalmente. Hacia el cuarto de hora, tras la anulación de un tanto a Arcas por fuera de juego, Mauri adelantó a los visitantes, y en ese momento, muy alterado el gentío, se va a producir una avalancha en el Gol Sur. Los espectadores de las primeras filas saltaron al campo para escapar del peligro, y entonces la Policía Armada, los famosos ‘grises’, se liaron a dar porrazos a diestro y siniestro. Hasta que bajó del palco el mismísimo gobernador civil de Barcelona, Felipe Acedo Colunga, hizo que la fuerza pública se pusiese firmes, y les ordenó auxiliar a los heridos. Que hubo muchos aquella tarde, y es posible que hasta un par de muertos, ocultados oficialmente. Uno al parecer fue atravesado por una de las barras de hierro que cedieron, pero el otro se contó que había fallecido víctima de una bala perdida disparada por algún policía. Se permitió entonces que el público se sentase en el césped, a escasos centímetros del terreno de juego. El capitán españolista Artigas protestó dicha decisión, alegando que tenía que guardarse una distancia reglamentaria con respecto a los futbolistas, para que estos no se sintieran intimidados, y que así no querían jugar, pero se le respondió por parte de la Autoridad Competente que, o jugaban, o iban detenidos. Y jugaron, claro está. Poco después se reanudaba el encuentro.

Cuando los españolistas entraron en el vestuario para el descanso se encontraron con la desagradable sorpresa de que alguien había quemado las toallas, y en el lugar reinaba una humareda irrespirable, que imposibilitaba también la mágica oxigenación del once periquito. Los blanquiazules declararían que tampoco había agua caliente en las duchas. Todo ello va a producir a la postre una situación de recelo mutuo entre ambos clubes, y durante años tanto Barça como Español se presentarían ya equipados en el campo de su rival, y al terminar el partido cada uno se ducharía y cambiaría en su feudo. Ya en el segundo tiempo, los azulgranas Hanke y Moreno le darían la vuelta al marcador, sellando la primera caída de los pupilos de Scopelli en la competición.

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Pero de todos modos el Español va a finalizar la primera vuelta del torneo como honorífico campeón de Invierno, con unos registros impresionantes: 24 puntos y 8 positivos. Lo cual significaba, en aquellos campeonatos de 16 equipos, que tan sólo se había dejado por el camino 6 puntos, obteniendo once victorias, haciendo tablas en un par de ocasiones, y doblando la rodilla únicamente en dos encuentros, habiendo marcado 37 goles —con Arcas, Marcet y Mauri como máximos realizadores— y encajado nada más que 15.

Floja segunda vuelta

Sin embargo, en la segunda parte del campeonato las cosas van a ser bastante diferentes. El milagro del oxígeno dará muestras de agotamiento, si es que realmente toda aquella parafernalia de las bombonas y las máscaras servía para algo y no era un mero placebo, un ardid psicológico de carácter motivador, para que los jugadores se creyesen poseídos de una fuerza sobrehumana y su rendimiento estuviera por encima de lo normal, comiéndose el césped y al rival. Lo cierto es que la plantilla españolista no tenía un buen fondo de armario, pues aparte de los once habituales, el nivel de la mayoría de los restantes —los guardametas Trías y Soler, y los jugadores de campo Celma, Teruel, Gimeno, Veloy, Tejedor, Colino, Paseiro, Cruellas, Ramírez y Daví—, era insuficiente para afrontar el tramo más duro y complicado de la competición, sustituyendo con garantías a lesionados, enfermos y sancionados.

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De manera que el Español fue aflojando paulatinamente el ritmo, y los malos resultados se hicieron frecuentes. De cualquier forma los de Scopelli pudieron mantener el liderato hasta la jornada 24 —lo habían ostentado en 20 de ellas—, pero con su derrota en Oviedo este pasaría al Valencia, que a su vez sería luego superado por el propio Barça, que acabó proclamándose campeón de Liga por segunda temporada consecutiva, con su gran estrella Ladislao Kubala ya completamente recuperado de su afección pulmonar. El club perico se clasificó finalmente en una muy meritoria cuarta posición, con 36 puntos y 6 positivos, pero en esa última ronda sus números ya dejaron bastante que desear comparados con los de la primera vuelta, pues sólo fueron capaces de vencer en 5 partidos, igualando dos, y cayendo derrotados hasta en ocho ocasiones, con un bagaje de 27 goles a favor y 25 en contra.

Los efectos de aquel maravilloso oxígeno —en el muy hipotético caso de que efectivamente sirviese para algo— no habían podido extenderse más allá de los dos primeros tercios del campeonato, pero fueron la comidilla de la España futbolística durante meses. E incluso algún avispado compositor pergeñó una tonadiilla que gozó de efímera popularidad y que decía así. "Antes las mujeres se oxigenaban para teñirse el cabello y hoy, los tiempos cambian tanto, que hasta se oxigenan los jugadores del Español". Canciones para después de una guerra…

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