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¿Realmente retiró Marañón a Javier Clemente?

Artículo número 66 de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando el incidente ocurrido el 23 de noviembre de 1969 en un Sabadell-Athletic.

Artículo número 66 de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando el incidente ocurrido el 23 de noviembre de 1969 en un Sabadell-Athletic.
Ramón de Pablo Marañón, dando unos toques al balón. | CIHEFE

En ese magistral western dirigido por John Ford en 1962 y titulado El hombre que mató a Liberty Valance se pronuncia una frase que, más o menos, dice lo siguiente y nos viene hoy como anillo al dedo: "En el Oeste, cuando la leyenda supera a la realidad, imprimimos la leyenda". En la historia de nuestro fútbol hay muchas leyendas, reales o no, y una de ellas es que Ramón de Pablo Marañón, un antiguo centrocampista que acaba de fallecer a los 87 años de edad, fue el responsable de la lesión que retiró prematuramente del fútbol a una gran promesa, Javier Clemente, interior izquierdo del Athletic de Bilbao, al que se comparaba con el legendario Panizo, e incluso con el mismísimo Bobby Charlton. Pero, ¿quien era este Marañón al que se atribuyó tamaño desaguisado, falso de toda falsedad?

Había nacido en San Román de la Llanilla, muy cerca de Santander, en 1938. Tenía solamente 18 años, y jugaba en Regional cuando le ficha uno de los grandes, el Atlético de Madrid. Era un mocetón para la época -1,76 y 75 kilos de peso-, que aunaba músculo y técnica. En el Atleti le van a colocar como lateral derecho, aunque por sus características abarcaba mucho campo, y con el tiempo habría de convertirse en un dominador de la zona ancha. Sin embargo, sus desavenencias con el técnico eslovaco Fernando Daucik le van a obligar a cambiar de aires, de modo que bajará un peldaño y se buscará la vida en el Levante y el Murcia, ambos de la Categoría de Plata.

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Barça, Córdoba, Barça, Nástic, Sabadell, Levante, Sabadell...

De La Condomina le va a sacar a principios de 1961 nada menos que el Barça. Pero jugar vestido de azulgrana estaba muy caro entonces, pues por su parcela se movían nombres tan ilustres como los de Garay, Segarra, Vergés o Fusté, de modo que, tras jugar un puñado de partidos, le van a ceder al Córdoba, retornará brevemente al Camp Nou en la temporada 63-64, y de nuevo se irá de préstamo, pero esta vez bajando dos peldaños, al Nástic de Tarragona, de Tercera División. Desvinculado de manera definitiva del Barça, recalará en el Sabadell, y volverá al Levante. Con 28 años cumplidos, y en Segunda, parecía que su carrera ya no daba para más, pero entonces es cuando se cruza otra vez en su camino el Sabadell, dirigido por un antiguo compañero suyo en el Levante, Bernardino Perez Elizarán, Pasieguito, y su vida deportiva dará un giro de 180 grados.

Resurrección arlequinada

Nuevamente en el conjunto arlequinado a partir de la temporada 66-67, Marañón va ser la gran referencia del centro del campo, la pieza que proporcione equilibrio y empaque al equipo. Y lo hace desde una curiosa situación contractual, cobrando por partido jugado (más una pequeña cantidad como fijo).

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Es una apuesta arriesgada la suya, pues un futbolista está siempre sujeto a contingencias -lesiones, sanciones, enfermedades, criterios técnicos…-, pero a Marañón le van a salir bien las cosas, erigido como titular indiscutible en un conjunto confeccionado a base de retales, es decir, de jugadores descartados por los Grandes de España, léase Real Madrid, Barça, Athletic de Bilbao o Valencia (Isidro, Casado, Montesinos, Zaballa, Seminario, Torrent, Vidal, Mauri, Latorre, Martinez, Arnal…). A Pasieguito le va a funcionar la fórmula, y el Sabadell no sólo transitará sin apuros por la élite, sino que en la campaña 68-69 se permitirá el lujazo d e clasificarse en cuarta posición,lo cual le da derecho a jugar al año siguiente competición europea, en ese caso la Copa de Ferias.

La tarde de autos

23 de noviembre de 1969. Undécima jornada de Liga, Nova Creu Alta. El Athletic visita al Sabadell como líder, en dura pugna con Atlético de Madrid y Real Madrid. Terreno de juego casi impracticable por la mucha lluvia caída. Con 1 a 2 favorable a los Leones en el marcador, en el minuto 85, Javier Clemente va a recibir una dura entrada por parte de Marañón, resultando lesionado de gravedad, fractura de tibia y peroné y de los ligamentos del tobillo, aunque reaparecería el 1 de marzo de 1970 en la fecha número 23, en San Mamés frente al Pontevedra, habiéndose perdido 11 jornadas, y jugando hasta la finalización de la Liga, así como también varios partidos de Copa.

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Debió de ser -no tenemos imágenes, lógicamente- una entrada dura, pero no demasiado diferente a muchas otras que por aquel entonces -y también en las décadas siguientes- se estilaban. Estamos hablando de un fútbol aun sin tarjetas de amonestación y sin cámaras presentes como testigo, a no ser los breves resúmenes que emitía TVE y las precarias y escasas retransmisiones de la época. En los diversos equipos españoles del momento militaba una nutrida corte celestial de angelitos cuya única mención pone los pelos de punta: Gallego, Eladio, De Felipe, Benito, Griffa, Ovejero, Panadero Díaz, Fernandez, Aguirre Suarez o Larrauri, y más tarde los Migueli o Arteche…

Javier Clemente jugó todavía una veintena de partidos después de aquel percance, pero un día tuvo que pasar por el quirófano. Se sometió hasta a cinco operaciones, y quedó mal, teniendo que colgar las botas definitivamente con sólo 25 años. Pero nunca se la guardó a su supuesto verdugo. Y así lo declaraba: "¿Rencor hacia Marañón?, ¿yo?…¡Ninguno! Es cierto que la acción fue innecesaria. La lesión no fue nada, la cuarta o la quinta operación fue donde me destrozaron la pierna". Y añadía: "No le culpó de nada. Fue una entrada muy dura, pero como esas hay muchas. El partido había sido muy tenso, y estábamos todos un poco picados". Y es que hace medio siglo la Medicina Deportiva no estaba tan avanzada como lo está hoy, y a veces ocurrían estas cosas…Se perdió un gran futbolista, pero tal vez por eso mismo nació uno de los entrenadores top de los años 80 y 90…

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Marañón, un futbolista singular

Volviendo al mediocampista cántabro, es interesante centrarse un poco en su personalidad, que le convertía en un futbolista singular, atípico para la época. A Marañón, aparte del futbol, le gustaba vivir bien, disfrutar de la vida. Su look no era el habitual para entonces: fue uno de los primeros futbolistas en dejarse crecer la barba, y también lucía una tupida cabellera y unas frondosa patillas. Le gustaba vestir de sport, y conducía un modelo de coche muy ‘in’, un Mini. También se le podía ver frecuentando lugares de moda de la Barcelona de finales de los 60 y principios de los 70 -es la época del auge de Tuset Street y Bocaccio, los templos de la Gauche Divine-. Fumaba habitualmente, y no le hacía ascos a un buen whisky. Pero tambien argumentaba que dormía diez horas al día, porque si no, con treinta años ya cumplidos, no podría rendir en el terreno de juego al nivel que lo hacia, pues triunfó en toda regla en aquel eficaz Sabadell a las órdenes de Pasieguito. También tardó en contraer matrimonio, aunque acabó pasando por la vicaría.

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En 1972, cuando el conjunto lanero descendió a Segunda tras un maravilloso sueño que había durado siete temporadas, abandonó el club, y aun jugaría algunos partidos con el Mallorca en la campaña 72-73, retirándose con 35 años. A partir de ahí se dedicaría al negocio de la zapatería, y también a jugar al golf, algo que le iba a emparentar con quien todavía algunos insisten en considerar su víctima, ese Javier Clemente con el que una lluviosa tarde de otoño vallesano cruzó su destino, en uno de esos condenados y caprichosos imponderables que tiene fútbol

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