
Hoy en día es bastante habitual que los entrenadores utilicen a su guardameta titular en los encuentros de Liga -y también en los compromisos internacionales más serios-, y a su teórico suplente en la Copa. Ejemplos de esa rotación hay bastantes, pero lo que resulta insólito ahora, y también hace medio siglo largo, es alinear a un portero en los partidos que se disputan en campo propio, y a otro diferente en los desplazamientos. Pues bien, eso es lo que hizo el técnico inglés Vic Buckingham (1915-1995), entrenador del Barça, durante parte de la temporada 70-71. Salvador Sadurní (1941) defendía el marco azulgrana en el Camp Nou, mientras que Miguel Reina (1946) se ponía bajo los palos en terreno contrario.

Una portería bien guarnecida
Ambos arqueros eran excelentes, cada uno en su estilo: Sadurní sobrio y seguro; Reina espectacular y ágil. Los dos eran internacionales. Sadurní, el más veterano (en el Barça desde 1961), era natural de un pueblo de la provincia de Tarragona llamado L’Arboç del Penedés, y Reina, fichado en enero de 1966, había nacido en Córdoba capital. El catalán se había formado en las categorías inferiores del Barça, mientras que por el andaluz -con sólo 20 años recién cumplidos, más que una gran promesa, una esplendorosa realidad- se habían pagado sus buenos millones al club de la Ciudad de los Califas.

Cuando llega al conjunto azulgrana, es el levantino Pesudo quien ocupa la portería, y Reina no puede actuar en Liga por haberlo hecho ya con los de El Arcángel, pero si se alinea en la Copa de Ferias y en la Copa del Generalísimo, e incluso entra en la convocatoria para el Mundial inglés de 1966 como tercer portero, tras Iribar y Betancort, aunque no llegará a actuar un solo minuto.
Reina ‘in’, Sadurní ‘out’
Todo parece dar a entender que el cordobés será el guardameta titular en la temporada 66-67, pues Pesudo va a retornar al Valencia, pero una grave lesión se cruza en su camino, y es Sadurní quien ocupa finalmente la puerta azulgrana. Y lo hará tan bien, volviendo incluso a la selección española y desplazando a Iríbar en algunos partidos, que el joven Reina calentará banquillo durante tres largos años, apareciendo en contadísimas ocasionas por el equipo. Pero en la primera jornada de la campaña 69-70 Sadurní encaja tres goles en el Bernabéu, y el entrenador Salvador Artigas lo reemplaza por su colega al domingo siguiente. Y este no va a desaprovechar la oportunidad, y en cosa de sólo un mes debuta incluso con el combinado nacional absoluto, en aquel partido de exaltación patriótica jugado en La Línea, frente al Peñón de Gibraltar, en el que Ladislao Kubala se estrenó también como máximo responsable de nuestro equipo representativo (España 6-Finlandia 0).

A Sadurní le toca ahora ver los partidos desde la banda, porque los sucesores de Artigas, tanto el interino Josep Seguer como el británico Vic Buckingham, continúan confiando en el cancerbero andaluz, por más que el Barça cierre una nueva temporada en blanco. Y así llegamos a los albores del curso siguiente, el 70-71, que como entonces era habitual se inicia con la disputa del Trofeo Gamper. En el primer encuentro el Barça se mide al Dinamo de Moscú, en cuyo marco aun se mantenía la ciclópea figura del legendario Lev Yashin, la Araña Negra, hasta la fecha el único guardameta galardonado con el Balón de Oro. Y ya al facilitarse las alineaciones por la megafonía del Camp Nou sucede algo raro, y esto es que al oír el nombre de Reina parte del público va a reaccionar con silbidos. Pero lo peor será el 0 a 5 que los rusos van a endosarle a un Barça superado en todos los terrenos. Y huelga decir que el buen meta cordobés, vendido por sus compañeros, no hizo precisamente el partido de su vida…
Alternando, que es gerundio
Sadurní va a iniciar la Liga como titular, permaneciendo en el arco hasta la octava jornada, mas un par de eliminatorias de la Copa de Ferias, y encajando un total de 13 goles. Pero es en vísperas de un importante partido en el Sánchez Pizjuán frente al Sevilla cuando Buckingham toma la decisión de alternar ambos guardametas. Y esta alternancia se va a prolongar durante diez encuentros, cinco para cada uno. Reina, puesto que juega fuera -Sevilla, Real Sociedad, Málaga, Las Palmas, Zaragoza-, recibe más goles (5), mientras que el casero Sadurní -Granada, Sporting, Atlético de Madrid, Athletic de Bilbao, Celta- tan sólo tendrá de recoger el balón del interior de su portería en 3 ocasiones.

Pero a Buckingham parece satisfacerle mas la actuación del cordobés, y en un partido contra el Elche en el Camp Nou vuelve a depositar su confianza en Reina, y ya no cambiará de opinión. Miguel será el cancerbero titular todo lo que resta de temporada, con el broche de oro de disputar y ganar la final de Copa ante el Valencia, campeón de Liga aquel año, tras un encuentro absolutamente vibrante por la marcha del marcador (4 a 3 a favor de los catalanes en la prórroga). En las dos siguientes campañas, con el neerlandés Rinus Michels en el banquillo culé, Reina será también el dueño indiscutible del marco, hasta que a finales de mayo de 1973, en una eliminatoria copera en el Sánchez Pizjuán, frente a un Sevilla que entonces jugaba en Segunda División, ocurra algo…
Por un sorbito de champán
Y ese algo fue el famoso ‘escándalo del champán’. En dicho encuentro los sevillistas se impusieron al Barça por un sorprendente 3 a 1 en la ida, y horas más tarde, en el hotel donde se alojaba la expedición azulgrana, varios jugadores, entre los que se encontraba Reina, se reunieron en una habitación para echar unas partidas de cartas, y de paso pidieron algo para beber. Al parecer sólo había champán a esas horas -todavía no lo llamaban ‘cava’-, y les subieron un par de botellas. El severo y duro Michels, un técnico muy celoso de la disciplina -por algo lo apodaban Míster Mármol-, se enteró del asunto, y fue él quien, convertido en improvisado camarero, subió las bebidas a la habitación. Y allí se armó la de Dios es Cristo: voces, vidrios rotos, cortes, etc. La directiva culé, presidida por Agustí Montal Jr., les impuso a los siete futbolistas presentes en la escena del crimen una fuerte sanción económica, y es en ese crispado contexto en el que Reina va a recibir una muy tentadora oferta del Atlético de Madrid, de esas que no se pueden rechazar, y acabará fichando por el club colchonero.

A la vera del Manzanares tendrá un excelente rendimiento, algo empañado en su primera temporada por el gol encajado in extremis en la final de la Copa de Europa ante el Bayern, cuando los rojiblancos ya acariciaban la Orejona, y que les condenaría a un partido de desempate 48 horas más tarde, donde fueron literalmente laminados por los bávaros. Reina ganaría el Trofeo Zamora y otro tanto haría Sadurní, nuevamente propietario del marco barcelonista. El catalán se va a retirar en 1976, con 35 años, tras un partido de homenaje junto a sus compañeros Quimet Rifé y Toni Torres, mientras que Reina lo haría al finalizar la temporada 79-80, con 34 tacos. Su apellido se perpetuaría en la historia de nuestro futbol en la figura de su hijo José Manuel, Pepe para los amigos, que tras pasar por numerosos equipos -Barça, Villarreal, Liverpool, Bayern de Múnich, Milan, Aston Villa, Nápoles, Lazio, nuevamente Villarreal y Como- y proclamarse campeón del mundo con España en Sudáfrica-2010, acaba de colgar los guantes al finalizar la última temporada, con 42 años de edad y cerca de un millar de partidos disputados en un cuarto de siglo de brillante desempeño profesional.
