Giuseppe Bepi Moro fue sin duda el mejor portero de Italia a finales de los años 40 y principios de los 50. Probablemente, sea uno de los mejores de todos los tiempos en un país caracterizado por sacar continuamente grandes guardametas. Era, además, un consumado especialista en detener penaltis. El que mejor porcentaje tiene en la historia del calcio.
Sin embargo, su carácter y arrogancia le jugaron muy malas pasadas. Hasta el punto de ser completamente defenestrado. Olvidado. Hoy, para muchos, incluso en Italia, es un completo desconocido.
Nacido en el Veneto el 16 de enero de 1921, los primeros pasos de Giuseppe Moro se dan en el Carbonera, equipo de su ciudad natal. Pronto pasa a la cantera del Treviso, y se descubre como un guardameta de gran futuro. Pero cuando está listo para dar el salto al primer equipo, en la Serie B, explota la Guerra Mundial.
Moro, como tantos otros compatriotas, participa del conflicto. Es conductor de un regimiento de artillería. Los ataques son continuos. Y se relata que en más de una ocasión se vio obligado a descender del coche y esquivar las bombas que caen desde el cielo. Aquellos reflejos y capacidad atlética recibidos de su condición de portero le ayudarían a salvar su vida. Una de aquellas vidas que hoy nos parecen impensables, y de cuya fortuna dependía el seguir respirando o no.
Llegaría a ser capturado por los alemanes, pero logra huir con la ayuda de un ferroviario, que le permite vestirse como maquinista y llegar a Milán.
Superada la pesadilla de la Guerra, retoma su carrera futbolística. Y en 1947 se produce su debut en la Serie A. Lo hace con la Fiorentina, en un partido en que los viola se imponen por 1 a 0 a la Roma, con gran actuación de Moro. Un portero acrobático, valiente, protagonista, espectacular. Capaz de alternar paradas imposibles con errores clamorosos que, sin duda, ayudan a forjar la leyenda. Grande, pero un poco loco.
A partir de ahí comienza una carrera prolífica que le lleva a defender los colores del Bari, el Torino, la Lucchese, la Sampdoria, la Roma, y el Verona. Pier Paolo Pasolini (que de fútbol sabía un rato) llega a comparar a Moro en misticismo y espectacularidad al divino Ricardo Zamora
Una carrera con luces y sombres. Brillante, por muchos momentos, pero controvertida por sus complicadas relaciones con compañeros, entrenadores y dirigentes. Relacionado en varias ocasiones con el presunto amaño de partidos, aunque él siempre lo negara. El portero-milagro de los años 50, que se destaca sobre todo por una capacidad que requiere de una gran fortaleza mental: Moro es todo un especialista en detener penaltis. De los 63 que le lanzaron en la Serie A, sólo 17 terminaron en las redes. Una barbaridad.
Llega también a ser internacional. Su debut con la nazionale se produce en 1949, nada menos que ante la Hungría de Puskas. Justo un mes después de Superga, con todo lo que aquello supuso. En la que sería probablemente la mejor actuación de toda su carrera. Cuando menos, la más mediática. Gracias a sus brillantes intervenciones se logra un meritorio empate a uno.
Pero es la suya, ya lo hemos dicho, una personalidad complicada. Que le ayuda a ascender, sin duda, pero que no le permite gestionar su fama.
Paralelamente a sus grandes actuaciones, Giuseppe Moro se va granjeando fuertes enemistades. Con entrenadores, con directivos, con compañeros, e incluso con aficionados. Siempre aparece relacionado con el amaño de partidos, aunque nunca se podría demostrar nada y él lo negaría tajantemente. Pero el runrún siempre le acompaña.
Ejemplo de ello, tal y como se recoge en el libro El Club de los Olvidados de Joel Sierra, es la acción que lleva a cabo en su primera temporada en la Serie A, en la Fiorentina. Falla en un gol, y justamente ante la Juventus. Aquello provoca las quejas de su director deportivo, que le increpa desde la grada. En la jugada siguiente bloca un cabezazo rival para, a continuación, dejar caer el balón por la espalda y hacerlo entrar en su propia portería. "Alternaba auténticos prodigios con errores tan gigantescos que parecían hechos a propósito". Y así eran algunos de ellos: a propósito.
En la Roma, donde probablemente vive la mejor temporada de su carrera, termina por sucumbir a los encantos de la noche, las timbas de poker, y el dinero que sale fácil.
De hecho, al terminar su carrera, Bepi Moro está en quiebra. No tiene un duro. Pide ayuda a anteriores clubes y compañeros, pero no recibe nada. Ninguna mano está dispuesta a acogerle. Como mucho, algún conjunto de categorías inferiores para entrenar, un corto periplo por Túnez… y poco más.
Giuseppe Moro cae en el olvido. Le hacen caer en el olvido. Y se marcha a vivir solo a Porto Sant'Elpidio. Allí le alcanza un cáncer terminal, y fallece a los 53 años. Rodeado de pocos amigos y vecinos, había solicitado que en su tumba pusieran la camiseta de portero de la selección italiana que había vestido durante sus tiempos más felices. Porque Giuseppe Moro había sido, y es, uno de los más grandes porteros de la historia del fútbol italiano.


