
De plusmarquista mundial a Auschwitz, y de ahí a unos nuevos Juegos Olímpicos. Así se podría resumir la vida de Alfred Nakache. Pero la historia, su historia personal, va mucho más allá…
Nacido el 18 de noviembre de 1915 en Constantina, en una Argelia que por aquel entonces aún era Francia, Alfred Nakache es el décimo hijo de una familia judía de origen sefardí.
Sus inicios en la natación no son sencillos. De hecho, el pequeño Alfred tiene un miedo atroz al agua. Su padre, convencido de que es la mejor solución para superar ese terror irracional, decide inscribirle en la escuela de natación y waterpolo de la ciudad.
Una visita lo cambiará todo. Dos soldados franceses acuden a la escuela para dar una charla a los niños. Habían sido nadadores. Habían participado en grandes campeonatos. Y aquello hace mutar la perspectiva del joven Alfred.
Tanto, que en poco tiempo se convierte en uno de los mejores nadadores del país. Competición en que participa, competición en que se impone. Hasta que en 1931 se corona campeón de África del Norte.
Los grandes resultados cosechados le permiten dar el salto a Francia. Y en su primera participación en un campeonato nacional francés termina segundo, en los 100 metros libres.
Las autoridades deportivas francesas comprueban in situ cómo aquel joven tiene un inmenso futuro por delante, y le convencen para que se quede a residir en el país y se enrole en algún club francés. De ese modo podrá participar en las competiciones internacionales defendiendo los colores de Francia.
Y la primera gran cita llega en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Los Juegos de la Alemania Nazi. Pese a su juventud e inexperiencia, logra un más que meritorio cuarto lugar en la prueba de 4x200 metros libres. Francia, de hecho, termina por delante de Alemania.
Se abre ante él un futuro brillante a nivel internacional. Especialmente en la modalidad de mariposa, un estilo incipiente en el que Nakache será uno de sus principales desarrolladores. No puede decirse que fuera su creador, pues ese honor se le atribuye al alemán Rademacher, pero sí se puede considerar al nadador francés como uno de los primeros que llevó al estilo a su máxima expresión. A consolidarlo entre los grandes estilos de la natación.
Entre 1936 y 1941 vivirá sus mayores éxitos, conquistando hasta 21 títulos nacionales franceses, así como una plata en el Europeo de Londres de 1938. Pero sobre todo, por lo que quedará para la posteridad, es por su estratosférico récord del mundo de 200 metros mariposa, logrado en 1941, con un tiempo de 2:36:08
Un récord que Nakache tiene que lograr prácticamente a escondidas. Porque claro, Alfred Nakache es judío. Y estamos en 1941. La mayor parte de Francia está ocupada por la Alemania Nazi. Nakache tiene que huir unos meses antes a Toulose, ciudad del sur del país que aún no ha sido ocupada.
"Cuando batió el récord mundial fue como un golpe de honor que arrojaba a los alemanes. Hizo de una Francia humillada, una Francia que parecía recuperarse", declararía el nadador y amigo de Nakache Louis Severin.
Perseguido y capturado
La situación de Alfred Nakache en Francia es de cada vez más complicada. En 1943 es expulsado de todos los equipos y de todas las competiciones nacionales. Y toma la decisión de huir. Hacia España, a pie, cruzando los pirineos.
Lo hace junto a su mujer, Paule, su hija, Annie, más un importante grupo de judíos que, como él, buscan un lugar mejor. Pero el riesgo es muy elevado. Su hija pequeña no para de llorar, y con el temor de ser descubiertos por ello, comprometiendo además a sus compañeros de huida, deciden regresar a Toulouse.
Ahí, en Toulouse, son capturados. Estamos en noviembre de 1943. Y tras pasar por Drancy, en enero de 1944 los tres son deportados a Auschwitz. Alfred Nakache nunca más volverá a ver a su mujer y a su hija. Paule y Annie son gaseadas nada más llegar al campo de concentración.
Nakache sí conseguirá sobrevivir. Aunque, evidentemente, su tiempo en Auschwitz es todo un infierno. Enviado a la enfermería como asistente para aprovechar sus inmensas capacidades físicas, es motivo de constante burla y humillación por su condición de gran nadador.
Son habituales las pruebas en la que le instan a mostrar sus cualidades para sorna de las autoridades nazis. Como aquella ocasión, recuerda Severin, en que "el general tomó su daga delante de todos, y la tiró al agua. Le dijo a Nakache "Busca!". Como si fuera un perro. Él se metió en esa sucia agua, y regresó con la daga entre los dientes. La soltó en las botas del general, y se fue sonriendo. Todos se emocionaron, porque sentían una gran admiración por ese hombre que había batido un récord del mundo".
Con la liberación de Auschwitz, la pesadilla de Nakache no termina. Sólo se transforma. Como tantos otros, ahora le toca vivir las denominadas Marchas de la Muerte. Largas caminatas a las que son sometidos los prisioneros del campo de concentración para tratar de evitar su hallazgo, y en las que centenares de miles fallecen durante su transcurso.
Nakache también sobrevive a estas marchas, y de hecho logra regresar a Toulouse. Aunque en unas condiciones deplorables. Tanto físicas –ha perdido más de 30 kilos- como psíquicas, pues a lo vivido en el campo de concentración hay que añadir el conocimiento a su llegada de la pérdida de su mujer y de su hija.
Regreso a los JJOO
Así que Alfred Nakache vuelve a hacer aquello que mejor se le daba: nadar.
Y sorprendentemente, y de manera heroica, en 1946 logra, en el campeonato nacional francés, el billete para los Juegos Olímpicos de Londres de 1948. Con 33 años. Con todo lo que ha vivido.
Tras la experiencia londinense, demostrándose a sí mismo que no le habían arrebatado aquello por lo que había luchado toda su vida, decide que, ahora sí, ha llegado la hora de la retirada. Es él, no los demás, quien decide que ha llegado a su fin.
Tendrá a partir de entonces una vida tranquila en Cerbère, donde rehace sentimentalmente su vida con una mujer llamada Marie, sin dejar descendencia. Fallecerá el 4 de agosto de 1983, a los 67 años, de un ataque cardíaco mientras nadaba en el puerto.
Y su historia, como sucede en tantas ocasiones, cae en el olvido. Hasta que en 2019, en Estados Unidos, deciden rescatarla. Lo hacen con su nombramiento en el Hall of Fame de la Natación. Una inclusión más que merecida por méritos deportivos, aunque un tanto sorprendente al tratarse de un recuerdo proveniente de Florida, y no de Francia, el país que le vio brillar.
"Fueron los estadounidenses los que lo hicieron conocido en Francia", bromea Renaud Leblond, el autor del libro ‘El nadador de Auschwitz’, en una entrevista para EFE.
Tras su inclusión en el Hall of Fame, su nombre vuelve a la palestra. Se recupera su historia. Y con ello, la de un héroe, un excelente nadador que vio truncada su carrera en su mejor momento, y que tuvo que pasar por un infierno en vida, por el simple hecho de ser judío.

