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Bob Richards, el deportista que detuvo la Guerra Fría

Ganador de dos medallas de oro, su actuación durante la final de pértiga rompió con el ambiente irrespirable entre soviéticos y estadounidenses.

Ganador de dos medallas de oro, su actuación durante la final de pértiga rompió con el ambiente irrespirable entre soviéticos y estadounidenses.
Bob Richards, durante un entrenamiento previo a los Juegos Olímpicos de Helsinki del 52. | Archivo

Los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 estuvieron claramente marcados por el ambiente hostil. La Guerra Fría que vivía el mundo se desplazó al terreno deportivo. Los atletas estadounidenses, generalmente dominadores, se enfrentaban a los soviéticos, que regresaban a unos Juegos casi cuatro décadas después.

La relación en la capital finlandesa entre ambas naciones era, con suerte, nula. Generalmente, agresiva. En ocasiones, sofocante. Casi irrespirable. Todo trascendía. Todo se magnificaba. Y las rivalidades, también.

Hasta que apareció él. Bob Richards. Un saltador de pértiga estadounidense. Sus gestos lo relajaron. Lo cambiaron todo. Y quedaron para la posteridad. "La Guerra Fría no la detuvo un político, lo hizo un pastor. Un pastor volador", dirían.

Una infancia complicada

Robert Eugene Richards había nacido el 20 de febrero de 1926 en Champaign, Illinois, Estados Unidos. Desde pequeño destacó en tantos deportes como se propuso. Y eran muy variados. Del buceo al fútbol americano, pasando por el baloncesto. Pero fue el atletismo, y más concretamente el salto de pértiga, el que le enganchó.

El tercero de los cinco hijos que tendrían Lesley y Margaret Richards, el divorcio de sus padres afectó severamente al pequeño Bob. Comenzó a frecuentar malas compañías y malos lugares. Se unió a una banda callejera. Una banda de la que la mayoría de compañeros terminó entre rejas. "El deporte me salvó de la cárcel", declararía en más de una ocasión.

El deporte, y el reverendo Merlin Garber. Un pastor de Illinois que le permitió mudarse con su familia, y que supo enderezar el rumbo de Bob Richards. Que focalizara todos sus esfuerzos y miras en el atletismo. Que pudiera desarrollar el inmenso talento que sin duda poseía.

Así lo hizo. Y al ingresar en la Universidad de Illinois, se proclamó campeón universitario de Estados Unidos en salto de pértiga. Un crecimiento deportivo que llevó a cabo unido a su crecimiento espiritual: a los 20 años sería ordenado sacerdote de una rama de la iglesia anabaptista, la Church of the Brethren, Iglesia de los Hermanos. Desde entonces sería conocido para siempre como "el pastor volador".

Su primera gran cita llegaría en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948. Con apenas 22 años confirmaría lo que todos sospechaban: que era uno de los mejores saltadores de pértiga del mundo. Se conformaría con la medalla de bronce, tras alcanzar los 4 metros y 20 centímetros. Sería el cimiento para llegar a Helsinki como candidato a todo.

Unos Juegos Olímpicos de Helsinki que destacaron por su belicosidad. Todo era un enfrentamiento entre los dos bloques, el estadounidense y el soviético. La Guerra Fría, ahora en el tablero deportivo.

El verdadero espíritu olímpico

Hasta que apareció la figura de Bob Richards. Durante la disputa de la final de salto de pértiga, con el listón a 4.20, los deportistas van cayendo uno tras otro. Bob Richards consigue superarlo. Pero a todos les cuesta un mundo. Y entonces el estadounidense anima a un soviético, Piotr Denisenko, poco antes de su salto. Un gesto que recuerda en cierta manera al protagonizado por Lutz Long y Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlin del 36. Los de la Alemania Nazi.

Denisenko termina superando la altura, y al hacerlo es felicitado por Bob Richards. Un gesto que desde luego no pasa desapercibido por el público, ni por las autoridades.

Un gesto que le será devuelto nada más proclamarse campeón olímpico, con un salto de 4,55 metros. El estadio estalla. Sus rivales le felicitan efusivamente. Denisenko le abraza, y otro pertiguista soviético, Knjazev, le levanta y le voltea con sus brazos.

Soviéticos felicitando a un estadounidense. El estadounidense que antes había animado a otro soviético. Soviéticos y estadounidenses celebrando juntos. Lo que parecía una locura, un imposible, una línea prohibida en aquel contexto global, estaba sucediendo sobre la pista. Y gracias a Bob Richards.

Una acción cargada de un gran simbolismo en plena Guerra Fría, y que supuso las críticas de algunas autoridades y medios de comunicación de ambos países. Críticas ante las que Bob Richards respondió "aquellos que sólo quieren ondear su bandera para producir enfrentamientos y generar bandos, no comprenden el verdadero espíritu de los Juegos Olímpicos. Un día, saldremos de todo este nacionalismo dañino, y entonces ondearemos nuestras banderas con orgullo".

Con todo, Bob Richards se convertiría en un icono deportivo en Estados Unidos. Leyenda que se acrecentaría en los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956. Bob Richards volvería a conquistar el oro, con un salto de 4,56 metros, la mejor marca de su carrera. Se convertía de ese modo en el único atleta en toda la historia en conseguir la medalla de oro en salto de pértiga en dos ediciones olímpicas. Hasta ahora, sólo él lo ha hecho.

Rostro popular

Tras aquellos Juegos, Bob Richards decidió que había llegado la hora de la retirada. Lo hacía con 31 años, y un inmenso palmarés a sus espaldas: a las dos medallas de oro olímpicas logradas se añaden dos oros en los Juegos Panamericanos (en el 51 y el 55), y 17 campeonatos estadounidenses entre pista cubierta y al aire libre. Además de tres campeonatos nacionales de decatlón. Un claro dominio en Estados Unidos y en el mundo que mantuvo desde 1947 hasta 1957.

Tras su retirada pasaría a ser comentarista deportivo para la televisión estadounidense, participando en los Juegos de Roma 60, Tokio 64 y Montreal 76. Tuvo un programa de televisión infantil en Los Ángeles. Y pasó años, décadas, ofreciendo discursos motivacionales por todo el país, especialmente a los jóvenes. En ellos, unía a las predicaciones como pastor sus historias deportivas positivas, lo que sin duda confluía en una gran motivación para estos jóvenes.

Aunque quizá por lo que más sea recordado –más allá, obviamente, de sus éxitos deportivos-, es porque durante más de 20 años fue la cara visible de los populares cereales Wheaties. Bob Richards se convirtió en el primer deportista cuya imagen apareció en la parte delantera de las cajas de cartón de estos cereales, bajo el lema ‘El desayuno de los campeones’.

Bob Richards fallecería a la edad de 97 años, el pasado 26 de febrero de 2023. Se marchaba el hombre perfecto, el hombre anuncio. El único hombre capaz de ganar dos oros olímpicos en salto con pértiga. El hombre que dominó una era, que desheló la Guerra Fría en unos Juegos Olímpicos, que siempre tuvo un buen mensaje, y que transmitió unos principios sólidos, deportivos y de tolerancia, que se siguieron transmitiendo durante décadas. Su legado continúa.

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